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BELÉN HERNÁNDEZ
Miércoles, 5 de octubre 2022, 01:32
En la fachada de la antigua escuela de enfermería del viejo Hospital la Fe de Valencia todavía cuelga una enorme pancarta en la que se puede leer abreviado: «La Comunitat Valenciana ama Ucrania». Aunque los refugiados que vivieron en sus instalaciones cerca de medio año ya han abandonado el centro de manera definitiva.
El pasado 30 de septiembre, el antiguo hospital cerró sus puertas de manera definitiva y dejó de utilizarse como un recurso de acogida de emergencia. Las más de doscientas personas de nacionalidad ucraniana que hicieron de la vieja Fe su hogar ahora han pasado a entrar en el sistema de protección estatal del Ministerio. «Donde tenían que estar desde el principio pero por la magnitud de las personas que había la Generalitat habilitó recursos adicionales», explican desde Cruz Roja. La espera ha valido la pena. Los refugiados están distribuidos en tres hoteles de la Comunitat Valenciana dado que por fin han entrado en la fase de primera acogida.
«Estos recursos de primera acogida se conciertan con hoteles y albergues», comentan desde Cruz Roja. Uno de ellos está en Almussafes. Ir es comprobar cómo las personas que viven allí se sienten resguardadas. Felices. Disponen de habitaciones amplias con dos camas de matrimonio. El ambiente es acogedor. También han habilitado una gran carpa que sirve como comedor. En el exterior, varios ucranianos aprovechan para sacar sus sillas de plástico y conversar entre ellos.
«Soy muy feliz aquí». La respuesta podría tener nombre y apellidos, pero sería absurdo dado que la conclusión es unánime. Tienen tres comidas al día, un sitio seguro y cómodo en el que hospedarse. Pero lo mejor de todo es que pueden vivir sin miedo. Sin despertarse de madrugada porque el rugido de las bombas cerca de sus hogares hace imposible conciliar el sueño. Y despertar de la pesadilla.
Tienen sus papeles en regla para poder empezar una nueva vida. El permiso de trabajo, esencial para que puedan ser independientes y empezar a construir los cimientos de su futuro. El devenir de la guerra todavía es incierto. No es momento de que las personas ucranianas que buscaban refugio en Valencia comiencen a hacer planes.
«No sé si voy a volver a ucrania. No sé qué voy a hacer», cuenta Anna. Una joven de 22 años que viajó sola hasta la Comunitat, acompañada únicamente por su gata Dimka. Por el momento, tiene aparcada la carrera de arquitectura que estudiaba en Dnipro.
Reciben dos cursos de español diarios. La mayoría sigue con sus clases de manera telemática. Los refugiados han emprendido una carrera de fondo para poder conocer el idioma y ponerse a trabajar. Reda, un joven que estuvo medio año refugiado en la vieja escuela de enfermería del antiguo Hospital de la Fe de Valencia ha conseguido un empleo. Y además, de la carrera que ha estudiado. Diseño gráfico. «Ahora trabajo en una empresa de publicidad gracias a que hablo francés». Sus amigos, Vadim y Vladimir, todavía no dominan el idioma y no han tenido la suerte de encontrar trabajo en una empresa internacional que no requiera saber español.
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