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Isabel y Jenifer, con el billete nuevo que canjearon por el suyo, dañado al paso de la DANA por Paiporta. Paula Hernández

Así se recuperan los billetes y las monedas que hirió la DANA

La sede valenciana de Banco de España refuerza su protocolo para canjear dinero estropeado y ofrecer alivio económico a quienes vieron dañados sus ahorros ·

Jorge Alacid

Valencia

Sábado, 7 de diciembre 2024, 00:22

Se llaman Isabel y Jenifer, son madre e hija y acaban de recoger de la ventanilla del Banco de España un billete de 20 euros. ... Es un gesto cotidiano, que no tiene nada de extraordinario… salvedad hecha de que ese dinero nace del canjeo por otro billete de igual valor, pero deterioradísimo por la riada que el 29 de octubre arrasó su pueblo, Paiporta. De donde vienen, como confiesan, con el corazón «hecho añicos». La novedad de esa gestión tan rutinaria reside precisamente en que nace del dispositivo activado por la entidad bancaria en su sede de Valencia luego de sospechar, con bastante buena puntería, que en la zona cero habitaban muchas personas como ellas, que guardaban sus ahorros en sus casas devastadas o en la guantera del coche que se llevó la DANA o en los mil sitios donde el dinero, como si tuviera vida propia, tanta veces se nos esconde. La buena noticia en este océano de pesadumbre consiste en que esos males, salvo que sean fatales, tienen curas: esta especie de hospital para billetes y monedas abierto en el palacete de la calle Barcas sana a los que se pueden curar, los canjea en el momento por otros de curso legal y, en el caso de aquellos que presentan patologías más graves, abre un expediente, somete ese material a cuidados intensivos en una suerte de quirófano monetario habilitado en sus instalaciones y pasados unos días entrega a los clientes el equivalente al dinero que pensaban definitivamente perdido. Un consuelo. Un consuelo menor tal vez pero un alivio para las economías domésticas, que también sufrieron el impacto de la DANA.

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Es el caso de Isabel y Jenifer, que perdieron por ejemplo los dos coches de la familia, donde guardaban por cierto unos billetes irremisiblemente perdidos. Pero ellas al menos viven para contarlo. Residen en la segunda planta de un edificio y cuando observan a su alrededor el paisaje de desolación que dejó la DANA, suspiran porque se consideran afortunadas. «Hemos conseguido salvar este billete», explican con la clase de sonrisa triste que es norma entre todo el vecindario. «Dentro de lo que cabe, estamos bien, pero tenemos el corazón en un puño», añaden. «Ver así el pueblo donde has vivido toda tu vida… Es complicado. Y queda mucho por arreglar todavía, ha pasado un mes y es como si no hubiera pasado nada», comentan mientras posan para la fotógrafa y reciben una petición de Paloma Martínez, directora de la sucursal del Banco de España: que lo cuenten cuando regresen a Paiporta. Que el resto del municipio sepa que estos males que aquejan a sus dineros tienen cura: una sanación tan sencilla como la que acaba de recoger su billete de 20 euros. De inservible, a resucitar en las manos de los trabajadores de la entidad: un dinero que vuelve a ser suyo.

El milagro no es tal. En realidad, es uno de los prodigios más bien terrenales que el banco viene procurando prácticamente desde el minuto uno. Frente a la idea tan extendida (y bastante justificada) de que las instituciones fallaron antes, durante y después de la DANA, hay otras entidades como el organismo emisor que reaccionaron con firmeza y agilidad, como detalla Martínez. El Banco de España activó el protocolo de contingencias para catástrofes como la que vive Valencia, se pusieron en contacto desde su sede central en el corazón de Madrid con la valenciana y tomaron una serie de medidas muy benéficas para auxiliar a quienes temían haber perdido el dinero que guardaban en casa: contratación de más personal para atender a los potenciales clientes, apertura de una nueva ventanilla expresamente para estos casos y habilitación de una estancia junto a las cajas para que los billetes y monedas («Que también sufren daños, porque se oxidan», como explica la directora) se pudieran someter a una cirugía que exige, en efecto, de material sanitario: el bisturí que maneja uno de los trabajadores de la sucursal para dotar de una vida extra a los billetes que pasan a sus manos. Lo comenta rodeado de otros utensilios que necesita para practicar su magia, enseres más bien domésticos que aquí se aplican a las tareas de reanimación, por lo general exitosas: secadores de pelo, un horno plastificador como los que son propios de las tiendas de fotocopias… Los útiles necesarios para eliminar el barro incluso de los billetes más estropeados y activar el protocolo dispuesto por el Banco de España para avalar la pertinencia de entregar a sus dueños papel moneda por la misma cuantía: que se pueda comprobar su autenticidad. Por cierto: sin cita previa ni cobro de comisión.

¿Cómo se sustancia ese proceso? Martínez detalla las cautelas que el Banco pone en marcha para sellar la identificación apropiada de ese valioso material. Se necesita por ejemplo que el cliente presente más de la mitad del billete, una norma comprensible para evitar picaresca. Que se pueda leer también el número de serie y los demás datos de seguridad, como la marca de agua, sometidos tanto a la inspección del ojo humano como de las máquinas más sofisticadas con que cuenta la entidad. Es una cirugía en efecto milagrosa, reparadora incluso en los casos más extremos: billetes que llegan a la ventanilla «troceados, casi como un puzle» pero que, luego de pasar por el lavadero provisional instalado en una de las estancias, reviven para dicha de sus dueños. También en semejantes supuestos las manos sanadoras de los responsables de la sucursal materializan las instrucciones de sus directivos: prioridad absoluta a las tareas de reconstrucción de los ahorros particulares, mediante un proceso que asegure la mayor agilidad posible. Un esfuerzo que merece la pena, como apunta Martínez. «Cuando les canjeamos el dinero que pensaban que habían perdido, la verdad es que se llevan una alegría».

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Una alegría especialmente necesaria en coyunturas tan dolorosas como las que se hacen visibles ante sus ventanillas. Las que expresan estas dos mujeres de Paiporta o el resto de vecinos de la zona cero que acuden por aquí con la misma pretensión: endulzar con el canje de billetes estas horas amargas. Acuden porque se han informado gracias a la campaña de publicidad del banco, porque se enteran a través de otros vecinos afectados o porque, en realidad, este servicio de canje es habitual dentro de las actividades de la entidad. Con las mismas exigencias que se aplican a los damnificados por la riada, cualquiera puede pasarse por el Banco de España y recuperar el dinero que pensaba moribundo, a punto de desaparecer. La casuística es muy amplia, aunque Martínez elude concretarla por una elemental discreción. Sí que explica que, en este caso concreto de la post-DANA, se pudieron salvar los ahorros contenidos en la caja fuerte de un casal y también los 70.000 euros que guardaba en casa un vecino. Las maniobras de resurrección cuentan como se ve por miles los euros dotados de una nueva vida, aunque es pronto para cuantificar la cantidad exacta del dinero salvado. En realidad, esa cifra total da un poco lo mismo. El propósito fundamental de la iniciativa es el que cita Martínez y recalcaban el resto de trabajadores del banco. Ofrecer algún alivio a quienes lo perdieron casi todo: tomar en sus manos ese amasijo de papel moneda irreconocible por el efecto de toneladas de barro, eliminar los restos de residuos (y de mal olor) con que llegan a la ventanilla los sueños de tantas víctimas de la DANA y ayudar, mediante el canje por billetes de curso legal, limpísimos y recién planchados, a que cristalice el objetivo de toda Valencia. Que nos pongamos de nuevo en pie, con los ahorros en mejor recuado.

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