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BELÉN HERNÁNDEZ
Jueves, 25 de agosto 2022, 00:02
Oxana y Anastasiia se encogen de hombros ante la pregunta: «¿Qué vais a hacer en un futuro?» Madre e hija viven en la antigua Escuela de Enfermería desde hace cuatro meses. Persiguen la independencia económica pero hay un problema: no hablan español y no pueden conseguir empleo. Lo único que tienen claro es que van a tener que hacer las maletas de nuevo.
«Nos han dicho que dentro de poco cerrarán este centro y que nos trasladarán a otra institución en Alaquàs», comenta Anastasiia, la joven de 18 años. Toda la familia está intranquila. Llevan medio año en el que la incertidumbre es lo único a lo que pueden aferrarse. Aun así, no dejan que las olas les arrastre, si no que las surfean.
La pequeña Mariana de 5 años, la hija menor de la familia, carga una pequeña maleta de color rojo. Las tres se acercan a la parte posterior de la institución. Allí, una decena de niños pintan un mural con ceras en el suelo para conmemorar el día de la independencia ucraniana. Pintan corazones con los colores de la bandera y flores enormes capaces de convertir el suelo de cemento en un precioso jardín. A ninguno de los niños le falta un globo en la mano. Por supuesto, todos de color amarillo y azul. Las madres se reúnen y sonríen mientras ven a los pequeños divertirse y conmemorar sus raíces para que aunque tuvieran que abandonarla pronto, no olviden su tierra natal.
«Cuando termine la guerra visitaré a mis abuelos. No quieren dejar su patria. Nacieron allí y morirán allí», comenta Anastasiia. Y esa es su única certeza.
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