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Vicente Domingo analiza las actuales medidas de seguridad. TXEMA RODRÍGUEZ
¿Podría repetirse hoy el caso Maeso?

¿Podría repetirse hoy el caso Maeso?

«Nuestro reconocimiento cayó de golpe. Nos hundió de una manera tremenda», explica Vicente Domingo, presidente de la Sociedad Valenciana de Anestesiología, que desgrana las medidas que se instauraron en los hospitales para evitar que se repita un escándalo de tal envergadura

Lunes, 17 de abril 2023, 00:53

Cuando en 2007 Juan Maeso fue condenado a 1.933 años de cárcel por contagiar el virus de hepatitis C a 275 pacientes, el gremio de los anestesistas se tambaleó. Pasó a estar en el ojo del huracán. Los enfermos recelaban antes de las intervenciones y los anestesiólogos asumieron el reto de devolver a la profesión el crédito que había perdido de un plumazo. Se trataba de restaurar la confianza. Pero ese no fue el único desafío a nivel interno, ya que el escándalo obligó al sistema sanitario a reflexionar para establecer un nuevo protocolo de seguridad. Aquel caso marcó un antes y un después que ha influido en los procedimientos dentro del quirófano.

«Generó impacto en el gremio porque los anestesistas habíamos conseguido tener una reputación buena y eso nos afectó mucho. El reconocimiento cayó de golpe. Nos hundió de una manera tremenda. Costó muchísimo recuperar el prestigio. Y eso se hizo con muchísimo trabajo y demostrando que era una persona la que había provocado todo esto», explica Vicente Domingo, presidente de la Sociedad Valenciana de Anestesiología, Reanimación y Terapia del Dolor (SVARTD). Fue un período especialmente convulso.

«Como tuvo mucho impacto mediático el caso, prácticamente todas las personas a las que ibas a anestesiar te preguntaban: '¿Esto no será como con Maeso?'... Eso ocurrió durante medio año o un año. La gente estaba muy sensibilizada con el tema. Todo el mundo sabía quién era Maeso y lo que había pasado con Maeso», recuerda Domingo, quien intentaba transmitir tranquilidad a los pacientes «diciendo que era una cosa puntual, que eso había sido un caso aislado y que no iba a pasar más».

Ardua tarea, ya que quedó probado que Maeso había actuado prácticamente a su antojo en cuatro hospitales de Valencia entre los años 1988 y 1998. Una década tardó en destaparse su delictivo modus operandi: «Mucha gente no podía creer cómo esta persona podía haber hecho las cosas por las que fue condenado».

«Riesgo cero, no, pero si ocurre lo cortas»

La vigilancia ha incrementado durante los últimos años. «Ahora hay mucho más control, las farmacias de los hospitales controlan mucho más todo lo que se pone. Es mucho más complicado que pase una cosa de estas. Y si ocurre, se corta antes. Riesgo cero no, pero si ocurre lo detectas y lo cortas», avisa Domingo. Además, existen herramientas para alertar sobre actitudes sospechosas: «Ahora estamos muy atentos a todas las cosas. En el momento en que detectas un comportamiento extraño, levantas las orejas y empiezas a vigilar. La mayor parte de las veces no pasa nada. Hay muchas medidas de precaución para evitar llegar a ese punto, pero se puede llegar». Una de las iniciativas puestas en marcha está relacionada con el suministro de los fármacos al anestesista.

«El fármaco que normalmente se utiliza y que es el que probablemente utilizaba el doctor Maeso era el fentanilo. Cuando anestesiamos a un paciente utilizamos tres cosas: el hipnótico para dormirlo, luego un relajante muscular para que no se mueva y finalmente un opiáceo para que no tenga dolor. Es un opiáceo muy potente, el más utilizado es el fentanilo», repasa Domingo. Estos medicamentos se encuentran en el conocido como carro de anestesia, que cuenta con diferentes cajones y compartimentos a los que actualmente puede accederse a través de huella y clave de seguridad. Antes no existía este sistema de autentificación.

«Estos carros de dispensación son automáticos, con pantalla. Puedes poner lo que quieras con el nivel de seguridad que quieras en cada uno de estos carros. A los opiáceos le puedes poner un nivel de seguridad muy alto para que sólo determinadas personas lo puedan coger y evitar problemas de robos», añade Domingo, jefe del servicio de anestesia y reanimación del Hospital Lluís Alcanyís de Xàtiva. Además, ha aumentado la rigurosidad de los informes: «Cuando firmas el vale de un opiáceo, firmas a qué paciente se le ha puesto, de manera que hay un registro de todos los opiáceos que se le han puesto a los diferentes pacientes. Los opiáceos son fármacos con los que hay que tener una precaución elevada. Son peligrosos y además se pueden utilizar para traficar».

Carros de seguridad no obligatorios

Los nuevos carros de seguridad no se presentan como un método obligatorio. Ni en la sanidad privada ni en la pública. Aunque se va expandiendo: «Cada vez hay más hospitales que los tienen. Eso no existía antes. Son muy modernos. Son una cosa relativamente reciente. Pero no es una seguridad cien por cien». Domingo insiste en el factor humano: «Hay mucha más seguridad en que nadie puede ir allí, coger lo que quiera y llevárselo. Queda registrado que has sacado la ampolla tú y que la has devuelto tú. Pero tienes un período de tiempo en que depende de la persona. Ese período de tiempo no lo puedes evitar».

Cuando Maeso ejercía, el procedimiento era diferente: «En aquel momento tú tenías un carro normal con todos los fármacos... Menos uno, que son los opiáceos. Los opiáceos van aparte, se guardan en un sitio con llave. Por ejemplo, la supervisora de quirófanos tiene un armario donde tiene guardado eso y se va sacando. Tú pedías el fentanilo y te lo daban. Tenías que firmar unos vales del número de ampollas de fentanilo que habías cogido y luego las tenías que devolver. Y se comprobaba si se ajustaba el número de ampollas que habían dado con el número de ampollas que se devolvían».

Maeso actuaba con una llamativa independencia: «Él trabajaba un poquito a solas. Se cargaba él la medicación. Iba a los diferentes sitios y él no trabajaba normalmente con enfermería. Iba a su marcha. En la sanidad pública sí que tienes una enfermera de anestesia para ayudarte, pero podía decir que se ocupaba él. Y en la privada no tienes una enfermera de anestesia, eres tú el que se lo hace todo. Ahora también. Si te quieres llevar tú la enfermera... Pero el 97 por ciento se lo hacen todo ellos. Y Maeso era de los que se lo hacía todo él».

A principios de los años 90, varias enfermeras que trabajaban con Maeso comenzaron a sospechar: «Decían que el doctor utilizaba mucha dolantina pero los enfermos salían bramando de dolor». Algo no encajaba. Para Domingo, sólo había dos alternativas: «Una, que la enfermera cargara la medicación y tú la tenías cargada y luego se la ponías al paciente. Todo eso se hace delante de todo el mundo, ahí no te puedes ocultar de ninguna manera. Y menos te puedes meter algo en quirófano. Sin embargo, si eres tú el que se carga la medicación, sí puedes cargar dos centímetros y un centímetros te lo guardas. Y luego te lo puedes meter donde quieras. Puedes salir del quirófano, ir al cuarto de baño... Hay una serie de períodos en que no está controlado. Controlas el número de ampollas que se han gastado, pero no controlas cuánto se ha puesto. El problema con Maeso era que no faltaban ampollas».

Informes con mayor disciplina

En las décadas de los 80 y 90, los informes no se elaboraban con la disciplina actual. «En la pública se llevaba más a rajatabla. La mayor parte de los casos de Maeso fueron en la sanidad privada. En la sanidad privada en aquel momento no había tanto control. El tema de los vales era más laxo: 'ya los firmará', 'ya se los daremos otro día'…», comenta Domingo. Hubo un punto de inflexión: «En la privada el anestesista está él solo consigo mismo. No tienes ninguna enfermera que te pueda ver. Tú te lo cargas, te pones las jeringas en el bolsillo y le pones lo que haga falta. A raíz de todo lo que pasó con Maeso, en los privados está todo muy controlado. Se pusieron muy serios con eso porque era su prestigio lo que estaba en entredicho. Cada uno ha puesto sus niveles de seguridad y calidad. Le metieron una caña a la sanidad que la dejaron temblando».

Todo debe cuadrar: «Cuando hay falta de ampollas sí que saltan todas las alarmas. No podemos dejar pasar eso. La supervisión de quirófano todos los días hace un contaje de lo que ha salido y lo que ha entrado. Y en el momento en que falta una ampolla, se mueve Roma con Santiago para que aparezca. La farmacia hospitalaria controla todo eso. Tiene que coincidir todos los días. En el momento en que no coincide, hay que averiguar por qué no coincide. Eso se lleva muy a rajatabla con los opiáceos».

Al margen de los carros de seguridad y la contabilización, los hospitales disponen de diferentes mecanismos: «En todos los colegios de médicos está el programa PAIME (Programa de Atención Integral al Médico Enfermo)». A través de este plan de rehabilitación, un sanitario puede trasladar sus sospechas o su conocimiento sobre algún comportamiento anómalo: «Hay que tener claro que tiene un problema para decirlo. Es de forma completamente anónima. El problema es que cada colegio tiene su programa PAIME. Y la clínica de una persona es confidencial. Si ha hecho el programa en un colegio y cambia de colegio para que nadie lo detecte, puede ocurrir otra vez. Un adicto puede recaer».

Cuando estalla un caso en un hospital público, se denuncia directamente ante Sanidad: «Lo primero que haces es separar a la persona del servicio cuando tienes conocimiento, se notifica a Conselleria, Conselleria abre expediente a través de la inspección, se le suspende de empleo y sueldo dependiendo de la gravedad, y se le envía a tratamiento. Eso queda registrado en Conselleria. Puede llegar a haber inhabilitación».

Los anestesiólogos también acuden a sesiones de formación «para evitar errores de fármacos y mal uso». Al mismo tiempo, funciona SENSAR, que es un sistema nacional de seguridad en anestesia y reanimación: «Hacemos cada tres o cuatro meses sesiones de casos y robos que pueden haber ocurrido. Todo en su conjunto disminuye muchísimo el riesgo de lo que pueda pasar. Hay muchos controles. La seguridad del paciente es lo primero».

«Si se detectó, no se dijo nada»

El escenario ha cambiado y Domingo se muestra convencido: «No se puede evitar completamente en el momento en que hay una persona de por medio. Pero es cierto que ahora se controla mucho más a todas las personas, los comportamientos extraños. En aquel momento no se detectó. Y si se detectó, no se dijo nada». Y es que Maeso gozaba de una elevada reputación.

«Tenía muy buena fama. Todos los cirujanos querían trabajar con él porque anestesiaba muy bien, pero tenía un problema. Aquello se dejó en el tiempo. Era una persona muy reconocida y probablemente mucha gente miró a otro lado. Ahora no se mira a otro lado. Cuando estaba Maeso había otra forma de hacer las cosas y ver las cosas. Ahora se cuida mucho la seguridad y la calidad. No puede haber errores de ese tipo», añade.

¿Puede llegar a suceder algo semejante? «Ahora es muy complicado que pase. Ahora está todo el mundo mucho más concienciado y hay mucho control. Si pasa, lo detectas muy pronto. Entonces lo de Maeso no podría volver a pasar», concluye. Un escándalo que transformó el protocolo médico.

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