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El reto de volver a la primera línea

Otra vez héroes sin capa. Estuvieron al frente en el primer confinamiento, pero no han bajado la guardia estos meses. Batallan a diario en trabajos de servicio esencial para combatir el virus, desinfectar espacios, ayudar a los más vulnerables o abastecer a la población

Rocío Escrihuela

Domingo, 29 de noviembre 2020, 21:39

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Luchando con las PCR. Laura Almudéver se enfrenta al virus a diario tomando muestras en un centro de salud. Damián Torres

Laura Almudéver, enfermera

«Es bueno un segundo confinamiento porque están en juego vidas»

En primerísima línea de la lucha contra la pandemia está a diario Laura Almudéver en el centro de salud de La Malvarrosa donde ejerce de enfermera. Esta batalla es la que le hacer ver el posible confinamiento como la vía para frenar la curva de contagios.

«Es bueno un segundo confinamiento, aunque a nivel económico pase factura, pero están en juego vidas», señala mientras apunta que sería la «medida más eficaz para no tener más positivos», eso sí, insiste en que las restricciones que se impongan deben basarse en la evidencia científica. Almudéver, que también es vocal del Colegio Oficial de Enfermería de Valencia, habla cada día con decenas de pacientes que llegan hasta el centro de salud para someterse a las PCR o al test de antígenos y allí se comenta y mucho esta posibilidad porque «la gente cree que al final estamos abocados al confinamiento y es por el bien social». «Coartan la libertad, pero prima el bien común y si no, esto no se puede frenar».

A los sanitarios no es que psicológicamente les pueda afectar otro confinamiento domiciliario, porque «nosotros ya estamos muy quemados porque no damos abasto y la cola da la vuelta al ambulatorio». A lo mejor con esa medida, cree Laura que «eso se podría evitar» porque la gente no se reuniría, «se aísla en casa y ya no se puede transmitir».

Si hay un confinamiento, servicios esenciales como el que presta Almudéver siguen al pie del cañón e ir a trabajar te da la posibilidad de salir a la calle y «te distraes un poquito, pero tienes la sensación de que estás haciendo algo bueno por la sociedad, pero también estás exponiéndote». Sin embargo, sabe que a muchos conocidos la cuarentena de marzo «se les hizo muy larga y esperaban a las ocho para salir al balcón a aplaudir y hablar con el vecino».

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Productos básicos. Azael, responsable de la tienda DIA de Catarroja, se encarga de que nada les falte a los clientes. I. Marsilla

Azael Patiño. Empleado de supermercado

«La gente tiene que perder el miedo a un desabastecimiento»

En los supermercados están preparados ante un posible nuevo confinamiento, pero quizás llegando el momento la gente continuará acudiendo en masa a las tiendas como ocurrió hace meses. Una situación que Azael Patiño, responsable de la tienda DIA en Catarroja espera que no se repita porque los clientes «tienen que entender que no es conveniente que haya aglomeraciones porque es un punto de contagios».

Para evitar estas situaciones, el trabajador hace una llamada a la calma y apunta que la gente «debe perder el miedo a que haya desabastecimiento, porque no lo van a tener», e insiste que entre sus retos está dar «el mejor servicio a los clientes en momentos difíciles». Si llegan las restricciones tiene claro que otra vez más «volcaremos todos nuestros esfuerzos en ofrecer el mejor servicio y tener todo preparado».

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No obstante, deja en manos de los expertos la decisión de imponer de nuevo una cuarentena y apunta que ahora la tienda de alimentación de la que es responsable está mejor preparada ante esa posibilidad por la experiencia adquirida hace meses donde quedó demostrado que «hemos tenido todos los productos, excepto en momentos puntuales», pero insiste que el «problema está en el exceso si todos compran lo mismo en grandes cantidades».

Patiño detalla que las limitaciones de las últimas semanas se han notado en la cesta de la compra, que ha sufrido algún cambio porque la gente ya no va tanto a los bares y «consume más en casa y compra más productos». Apunta que en los carros ahora hay más cerveza y productos para el aperitivo.

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A nivel personal y ante la posibilidad de que llegue otra cuarentena, Patiño apunta que echará de menos hacer deporte e ir al gimnasio. «La prohibición de algo siempre es fastidioso, pero lo aceptaría como hice la otra vez».

Ayuda a los más necesitados. Pedro Redón lleva 26 años de voluntario batallando ante cualquier emergencia. I. Marsilla

Pedro Redón. Voluntario de Cruz Roja

«La persona que ha vivido una desgracia siempre tiene miedo a que vuelva»

Pedro Redón lleva 26 años como voluntario de Cruz Roja y ha vivido muchas emergencias, algunas más bonitas que otras, pero sin duda la pandemia «ha sido la más larga», y «agotadora por el tiempo y por la situación extrema y grave». Esta prolongación hace mella a nivel psicológico, tanto para los colectivos de ayuda social como para los más vulnerables.

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Experiencias que nadie quiere recordar porque «cuando una persona ha vivido una desgracia en su vida, le marca, y siempre tiene miedo a que vuelva», asegura Redón mientras recuerda varios episodios que ha vivido desde la primera línea de batalla.

Si llega un confinamiento domiciliario «ya sabemos lo que es», apunta este voluntario, a la vez que recuerda que muchas personas están perdiendo su empleo, han entrado en ERTEs o necesitan asistencia y alimentos y «con esas dificultades se siente temor».

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Con otro ánimo lo afrontan quienes arriman el hombro en Cruz Roja que «están preparados y formados para cualquier necesidad de la población». «Un voluntario quiere estar al 100% al servicio y a la ayuda de quien lo necesite», añade Redón que pone como ejemplo a los bomberos porque «cuando nosotros huimos de un sitio, ellos entran. Y esto es igual, estar donde la población te necesite».

A pesar de que nadie quiere ver las orejas al lobo con un segundo confinamiento domicilio, «el temor existe y la pandemia está activa. Esa posibilidad está encima de la mesa y no es rumorología, es realidad». Si llega el momento, Cruz Roja estará ahí, porque «se ha juntado la emergencia sanitaria y social y nuestra prioridad es dar confort a la personas que nos necesitan». Precisamente son estas quienes menos lamentan las penas que están sufriendo estos meses y Redón considera que «es necesario que la persona se queje, aunque aquella que lo necesita, en muchas ocasiones, no se queja».

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Desinfección. Amparo Máñez se encarga de eliminar cualquier rastro posible del virus en los lugares donde limpia. I. Marsilla

Amparo Máñez. Limpiadora

«Cuando sales y está todo cerrado, te deprimes por muy positiva que seas»

«Se ve venir otro confinamiento. Ojalá no, pero pienso que sí, lamentablemente». Con esta pena piensa Amparo Máñez en lo que puede ser en breve una realidad. La pandemia ha trastocado nuestras vidas y ella lo ha notado en su contacto con la gente que quiere. Lo que peor lleva son los abrazos y los besos que no da porque «soy muy familiar y me gusta estar con mi gente, abrazar, dar un achuchón a mi nieta y dar besos y eso de no poder hacerlo lo llevo muy mal».

De hecho, asegura que aún le cuesta encontrarse con alguien y no dar dos besos, porque la primera impresión es «ir a dar un abrazo, y luego te paras y dices no, no puedo». Está apenada desde el primer confinamiento y cree que desde la cuarentena impuesta en el mes de marzo «me noto como un poquito de ansiedad, algo así como nervios en la boca del estómago». Además, Máñez apunta que conoce a mucha gente que desde hace meses «no pueden dormir» ante este desastre.

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Para ella salir para ir a limpiar se convierte en una válvula de escape en esos momentos de restricciones y apunta que «al menos yo salgo a trabajar y me distraigo un poquito», aunque no le gusta ver las calles sin el bullicio diario de la vida antes de la llegada del virus. «Salir y ver todo cerrado, la calle vacía, esa soledad, sólo cuatro coches,... Me da mucha pena ver Valencia vacía», y sólo recordar esa imagen de marzo es una sensación rara porque «cuando sales y lo ves todo cerrado, te deprimes por muy positiva que quieras ser».

Si finalmente llega otro confinamiento ella cree que la sociedad «lo va a pasar mal, muy mal, pero lo aguantarán y punto». «No queda otra», lamenta con resignación, a la vez que no puede evitar pensar en la llegada de la Navidad porque «no poder juntarnos con la gente me da pena».

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Para evitar pensar en las huellas que está dejando la pandemia, Máñez intenta distraerse leyendo o cantando pero «cuando vuelves a la realidad, la cabeza va sola y te entra el miedo». Hasta las costumbres han cambiado en casa: «ahora es mi nieta la que cuando llegamos me dice que me lave las manos y antes era al revés». Son cambios que ha traído el virus.

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