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Más de 200 kilómetros separan la localidad manchega de Tobarra de Sagunto. Víctor Garrido, policía local de este municipio albaceteño, conduce el coche en el que viaja junto a Caimán y Kora. Son compañeros de trabajo y de piso. Concretamente, dos pastores belgas malinois. El primero está especializado en labores de seguridad, mientras que el segundo pone su fino olfato al servicio de operativos antidrogas. El agente y guía de estos perros se dirige a las instalaciones de Adiestramiento Valencia K9, donde ha llevado a cabo el minucioso proceso de formación. Hoy toca sesión de perfeccionamiento. Ambos canes, pese a las diferencias en cuanto a tamaño y especialidad, comparten unos rasgos que son indispensables a la hora de entrar en el cuerpo.
Javier Rodríguez Cano es el director del centro ubicado en Sagunto y se alza como un referente del adiestramiento a nivel nacional. Antiguo miembro de la Guardia Civil, ahora vive entregado a la formación de perros y guías. Recibe con una sonrisa de oreja a oreja a Kora, ya que en su día se formó un estrecho vínculo entre ambos. Se saludan. Juegan. Como aperitivo, el instructor le pone a prueba con unas breves órdenes y le premia. La can se crió y aprendió en este centro. Luego llegó al hogar de Víctor Garrido.
«La formación dura toda la vida, pero para tener un perro operativo estamos hablando de casi un año de trabajo. A los cinco o seis meses, el perro va cogiendo experiencia. Y al cabo del año, tienes un perro conciertas garantías de que no va a hacer demasiados falsos», apunta Javier mientras comprueba cómo Kora halla en cuestión de segundos una dosis de cocaína que habían escondido a conciencia en un muro de las instalaciones. Víctor Garrido acude con un maletín con diferentes sustancias estupefacientes autorizado por el juzgado con fines de adiestramiento.
Javier desgrana el proceso. «Hay que hacer una muy buena selección de los perros. Nosotros criamos. Sacamos camadas y decimos: 'Este para seguridad', 'este para detección'… Desde pequeños les vamos haciendo pruebas. Por otro lado, hay policías que traen perros y les hacemos pruebas para ver si podemos empezar a trabajar con ellos», explica.
Manejar los tiempos es crucial. «Que el perro se haya separado a las siete u ocho semanas, que se haya expuesto al mundo exterior a partir de ese tiempo... El período de socialización es fundamental. Va desde las tres semanas hasta los tres meses y medio y hacer un buen trabajo es la clave para que luego el perro sea estable emocionalmente, seguro, sólido... Con sólido hablamos del carácter, que no tenga miedos ni inseguridades», recalca. Se trata de unos pasos vitales para que el cachorro se familiarice con el entorno, los estímulos sonoros y olfativos…
De esta forma, hay unos plazos perfectamente definidos: «Nosotros empezamos a trabajar con los perros a partir de los seis, siete u ocho meses. Con el cambio de boca, ya vamos trabajando instintos, metiendo olores...». Los requisitos para moldear un perro de detección o de seguridad están claros: «Lo primero que tenemos que hacer es buscar perros que tengan unas cualidades específicas a nivel instintivo. No sirven todos los perros. Buscamos razas que ya tienen esa predisposición. Y dentro de esas razas, buscamos al individuo que tenga esas cualidades en concreto». El especialista enumera tales características: «Alto instinto de caza y presa, equilibrio mental, nervios templados, que sea muy pelotero y le guste mucho jugar…». Y profundiza: «En protección, es decir, en perros de seguridad, también tenemos que buscar un alto instinto de agresión. Con todo eso, empezamos con la formación. Cada día vamos desarrollando esas capacidades innatas».
Javier no duda a la hora de señalar las razas idóneas por sus facultades genéticas. Apuesta principalmente por el pastor alemán y por el pastor belga malinois: «Representarán el 80 o 90 por ciento de los perros de trabajo». Aunque abre el abanico: «También están el pastor holandés, el labrador, el cocker, el springer spaniel, los perros de agua…».
Gozan de una capacidad olfativa extraordinaria en la que se puede diferenciar dos fases: «Está el umbral de detección y el umbral de identificación. El de detección quiere decir que saben que hay algo pero no saben dónde está. Y el de identificación localiza exactamente el sitio en el que está. El umbral de detección, por viento y corrientes, pueden ser unos metros».
Víctor Garrido ensalza el sistema utilizado en Sagunto. «Aquí, a los perros de narcóticos los hacen pasivos. A la hora de trabajar los policías locales, no generamos ningún daño ni ningún perjuicio al ciudadano. Los perros lo único que hacen es tocar con el morro. No rascan, no rompen… Es una marcación pasiva», explica el agente.
Sergio Asenjo, etólogo y director del Servicio Español Canino de Comportamiento y Detección (SECCODE), aporta una distinción: «Si buscamos explosivos, nos hace falta un perro más estable, minucioso y metódico y menos enérgico. Necesitas que no toquen. En cambio, si buscamos drogas, necesitamos un perro con un poco más de excitación. Como la droga suele tener un olor bastante más potente, no necesitas que sean tan minuciosos a la hora de localizar».
Javier está especializado en la instrucción de perros de protección y perros detectores de sustancias olorosas, ya sean narcóticos o explosivos. Por otro lado, está la formación de canes de rastro, que participan en dispositivos de búsqueda de personas: «No todos los perros que empiezan la formación la terminan. A veces iniciamos perros y puede ser que alguno no se certifique o a mitad de formación veamos que no tiene las cualidades. No por ser un pastor alemán o un pastor belga malinois quiere decir que ya valga para este tipo de trabajos. Por eso la selección evita que cometamos errores de gastar tiempo en un perro que no tiene esas cualidades o que vaya a fallar en el proceso de aprendizaje».
En el caso de los perros destinados a labores de seguridad, Javier recrea escenas de riesgo en las que el animal debe actuar. Un trabajador del centro simula una actitud agresiva y dispara al aire un arma frente al agente Víctor Garrido, por lo que Caimán realiza un ataque controlado. El pastor belga muerde con firmeza el brazo del instructor, quien lleva una manga protectora. En cuanto recibe la orden de su guía, cesa.
Más allá de la formación, Javier considera fundamental que los canes desconecten y se liberen. Como cualquier profesional: «Hay unos protocolos de trabajo y unos protocolos de esparcimiento. Mi protocolo son cinco días de trabajo y dos días libres para el perro, de esparcimiento. Me lo llevo a la montaña, al río y a sitios donde el perro disfruta».
La conexión entre el can y el agente es clave de cara al trabajo. «Aquí se puede formar al perro y luego se pasa ese trabajo al guía. Cuando tú desapareces y aparece el nuevo guía, le da de comer, le saca a pasear, le da sus mimos, sus caricias, lo cepilla y demás, crea un vínculo con él, que es del que depende», apunta Javier. De ahí la relevancia de que vivan juntos. Víctor relata su experiencia: «Kora, la hembra, se crió aquí. Le hicieron el adiestramiento, luego me enseñaron a mí y luego nos acoplaron a los dos. Esas son las tres fases». A Caimán, el macho, lo adquirió el agente fuera del centro y aprovechó la formación adquirida para enseñarle la obediencia.
«Caimán, de seguridad, es un poco más grande que Kora, de narcóticos. Normalmente los machos son más grandes que las hembras», añade Víctor. Cuando rondan una década de vida, suelen retirarse e iniciar una nueva etapa fuera del cuerpo. «Ahora, según la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, si el perro tiene más de diez años pero pasa las pruebas sigue estando operativo. Pero normalmente, a los nueve o diez años se jubilan. Van perdiendo cualidades», comenta Javier, quien perteneció a la Agrupación de Reserva y Seguridad de la Guardia Civil (ARS). A través del centro de dirige en Sagunto, colabora en la formación de unidades caninas de la Policía e interviene en dispositivos de seguridad privada en aeropuertos y puertos para la detección de explosivos.
Cuenta con una completísima zona de entrenamiento: «Somos el único centro de la Comunitat Valenciana que tiene un minipolvorín de explosivos autorizado por el ICAE, la Intervención Central de Armas de la Guardia Civil. Y tengo la autorización como manipulador de explosivo real. Viene personal de seguridad privada y vienen compañeros de la Policía que quieren tener un perro de explosivos». La regulación va en aumento: «Estamos autorizados por el Ministerio del Interior, por la Dirección General de la Policía, para la formación y los reciclajes del personal de seguridad privada. Y somos un centro con los certificados de profesionalidad nivel 3 de perros detectores de sustancias olorosas y de perros de seguridad. Tanto el perro como el policía tienen que sacarse ese certificado». Una instrucción cada vez más rigurosa para crear un tándem perfecto.
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Javier Bienzobas (Gráficos) y Bruno Parcero
Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
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