B. GONZÁLEZ
Domingo, 15 de mayo 2022
La vida de Rugat, un pequeño municipio de 180 habitantes en la comarca de la Vall d'Albaida, siempre ha estado ligada a la agricultura. El sector primario ha sido su motor económico basado en el minifundismo y que permitía vivir sin problemas y aportando ... riqueza a los vecinos. El declive del sector a partir de los años 90 conllevó la pérdida de población.
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«Hoy en día es inviable vivir del campo. Hay parcelas abandonadas por la baja rentabilidad y la gente se va fuera porque tiene que trabajar para vivir», señala el alcalde, Jordi Escrivá, que pide una solución para que el campo vuelva a revalorizarse.
El primer teniente de alcalde y único trabajador municipal, Felipe Ortolà es aún más rotundo: «Si la agricultura no vale dinero, la población de Rugat tiene las horas contadas». Otro sector como el industrial, lo ven inviable. «Estamos a escasos kilómetros de otros pueblos con suelo industrial, sería ilógico instalar aquí empresas», señala.
El pueblo se mantiene, en parte, por la existencia de un camping que regenta una empresa inglesa y que da empleo a varios vecinos durante todo el año e indirectamente con la gente que viene a alojarse. «Se da la paradoja que tiene una capacidad para 400 personas, más del doble que habitantes, pero ayuda a generar riqueza», subrayan.
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También los diferentes planes de empleo para los que obtienen ayudas les supone un apoyo para la gestión municipal y especialmente contento está el alcalde con el programa de brigadas forestales. «Permite que cuatro personas del municipio tengan empleo durante medio año, a la vez que realizan una labor muy importante dado que estamos junto a la de sierra del Benicadell, y nosotros no tenemos recursos propios para realizar las labores de limpieza y prevención», apunta Jordi Escrivà.
Llevan décadas luchando por la mejora en los accesos al municipio y la actuación en la travesía de la que es titular la Diputación, de momento, resulta inviable porque la solución conlleva la expropiación de terrenos y hay muchos vecinos que no lo aceptan.
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Están adheridos al Plan contra la Despoblación, pero consideran que muchos de los proyectos y programas que se proponen no son viables, como la opción de ofrecer vivienda a nuevos habitantes. Los vecinos están dispuestos a alquilar o vender las casas vacías.
«Además, de qué sirve traer población si luego no tenemos empleo o servicios que ofrecerles», señala el alcalde, quien apunta que, de momento, están trabajando para que el aulario del CRA Serra de Benicadell no cierre. «Solo tenemos 4 alumnos, pero hemos conseguido un curso más y estamos trabajando para ofrecer servicio de comedor para atraer a niños de otros municipios. Ese comedor también ofrecería servicio a las personas mayores que están solas».
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De hecho, la pasada semana celebraron una jornada de puertas abiertas para que padres de poblaciones vecinas conozcan «la enseñanza de calidad» que se ofrece.
De servicio sanitario disponen tres días a la semana; además cuentan con un vehículo municipal para trasladar al vecino que necesite realizar alguna gestión, especialmente bancaria; el panadero reparte el pan cada día puerta a puerta y un bar auspiciado por el Ayuntamiento.
«Podemos aguantar la agonía, pero me temo que es cuestión de tiempo», lamenta Ortolà.
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