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Obras en una de las plantas del colegio mayor. Irene Marsilla

Una segunda vida para el colegio mayor Lluís Vives de Valencia

La antigua residencia centralizará los servicios para estudiantes y estará rehabilitada una década después de su cierre

Joaquín Batista

Valencia

Martes, 29 de noviembre 2022, 00:48

La rehabilitación del antiguo colegio mayor Lluís Vives de Valencia ha superado una de las fases más complicadas: la consolidación de la estructura, cuya debilidad provocó su cierre en el verano de 2012. Se trata de un «exoesqueleto», en palabras de Justo Herrera, vicerrector de ... Infraestructuras de la Universitat, que ha incluido el encamisado de los pilares -que ganan volumen- y el refuerzo de forjados, soleras y vigas originales. Sólo para apuntalar este último elemento arquitectónico se han utilizado alrededor de 450 toneladas de acero laminado, desde el sótano hasta el cuarto piso, donde se ubicaban las antiguas instalaciones de los directores de la residencia. Ahora los trabajos se centran en dar forma a las estancias interiores con la instalación de servicios, como el cableado eléctrico y de telecomunicaciones, y los cerramientos.

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El edificio, proyectado por Javier Goerlich, es uno de los ejemplos más representativos del racionalismo arquitectónico de la ciudad. Desde mediados de los años 50 funcionó como residencia estudiantil, pero una vez rehabilitado se convertirá en el Espai Lluís Vives, acogiendo todos los servicios vinculados al alumnado, desde el de orientación académica hasta el de empleabilidad, pasando por los órganos de representación. Actualmente se ubican en diferentes sedes. También se prevén usos culturales -eventos y exposiciones- que incluso podrán organizarse al aire libre, pues las terrazas del tercer piso serán visitables.

«Llama mucho la atención lo diáfano del espacio», explica José María Tomas, el arquitecto autor del proyecto, que también incide en la cantidad de detalles originales que se conservarán, recuperarán o reproducirán. Por ejemplo, el estuco veneciano que decora las paredes de las escaleras principales, elementos decorativos como los pasamanos de madera o cerámicos (que se rehabilitarán antes de volver a su sitio) o el diseño del espacio ajardinado del patio, que se ha impermeabilizado.

En cuanto a los ventanales, se sustituirán por nuevos elementos que cumplen con la normativa de aislamiento térmico y que a nivel visual «apenas se diferenciarán de los originales», ya retirados. Los suelos también serán reproducciones ante la imposibilidad de reutilizar los antiguos, y la fachada se pintará con un color siena claro, que es el original y que lucirá prácticamente igual que en la actualidad.

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Los trabajos en interiores ya están bastante avanzados en la tercera planta, como señala Julián Costa, gerente de la UTE Fulton- Barrionuevo, que ejecuta las obras. Se ha instalado ya la estructura metálica que sujeta los paneles de fibra de yeso, que darán un acabado liso a las estancias y se sitúan a unos centímetros de la fachada para dar cabida a la espuma aislante que mejorará el confort térmico.

El siguiente paso será el trasplante de los dos ficus que flanquean la entrada. Aunque podían haberse talado, la Universitat ha optado por reubicarlos: uno irá a la Facultad de Farmacia de Burjassot y otro a la rotonda de acceso del campus de Tarongers.

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Traslado de arbolado

Pepe Devesa, gerente de la empresa Qualitas-OSI encargada de la tarea, explica que requerirá de una maniobra compleja -cada uno pesa entre ocho mil y diez mil kilos- que se espera realizar en una jornada. También se cambiará de ubicación, aunque dentro de la parcela, una de las palmeras recayente a la entrada principal. En este caso implicará mover un ejemplar de casi 20 toneladas. Los traslados se justifican en una cuestión de seguridad, pues hay que garantizar el acceso de los bomberos en caso de emergencia. Como efecto secundario se ganará luminosidad para las estancias interiores.

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En cuanto a los plazos, Herrera explica que la previsión es recepcionar la obra en abril de 2023, más de una década después del cierre. La complejidad de la intervención, al afectar a un edificio protegido, sirve para explicar el por qué de la inversión (17 millones de euros) y del tiempo dedicado para hacerla realidad. Otra cosa será su puesta en marcha, que posiblemente se deje para después de verano, pues se elegirá el momento que menos interfiera en la actividad de los servicios implicados.

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