MANUEL GARCÍA
Domingo, 25 de abril 2021, 01:08
Aunque nació en la localidad albaceteña de Hellín hace 61 años, sus recuerdos de juventud y adolescencia ya están íntimamente ligados a la Comunitat Valenciana. El nombre del investigador y científico Juan Carlos Izpisúa Belmonte ha adquirido categoría mundial después de la publicación de las conclusiones de la última investigación en la que ha participado y que ha incluido la mezcla de embriones de humano y mono. «Hemos empezado a observar el envejecimiento en monos, no ya en un ratón ni en una mosca», recuerda remarcando que se trata de un paso más al tratarse de una especie con la que el ser humano tiene más similitudes.
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Pero antes de alcanzar esta cima, la trayectoria de Izpisúa (a título de anécdota, él prefiere usar su segundo apellido para su correo profesional) tiene episodios que serían más propios de una novela de Charles Dickens: una infancia complicada en tierras manchegas, una madre que se desvivió por sus tres hijos y a quien Izpisúa tiene como gran referencia, el paso por un orfanato obligados por las circunstancias y una llegada a Benidorm prácticamente con lo puesto. Mintió sobre su edad para poder conseguir trabajo en un restaurante y, en la capital alicantina del turismo, recuerda que hizo «lo que hiciera falta» para conseguir ese dinero tan necesario. Desde camarero a botones, los días de Izpisúa en Benidorm estuvieron marcados por el esfuerzo.
En los momentos de ocio que pudo tener el deporte fue un ingrediente fundamental. Llegó a jugar varias temporadas en el Benidorm, que en ese momento militaba en la Tercera División. Eran finales de los años setenta, en un fútbol muy diferente al actual, alejado de los tatuajes y de los céspedes de última generación.
Aunque su primera intención no era precisamente dedicarse a la ciencia, la casualidad hizo que tomara este camino, en el que ahora ha destacado y que le sitúa como una de las referencias mundiales en su campo. No en vano, la revista Time le ha incluido en una lista de sus listas con las 50 personas más influyentes en el mundo de la ciencia.
Durante una visita a Valencia, y de manera casual, entró en un edificio que le llamó la atención. Del mismo, la Universidad de Valencia, salió matriculado en Farmacia. Tras licenciarse con honores, se doctoró en Bioquímica y Farmacología por las universidades de Valencia y Bolonia.
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Actualmente, mantiene estrechos lazos con el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Valencia liderado por la profesora Teresa Barber. Asimismo, conserva muchos contactos personales en la provincia de Valencia, donde vive su familia y que él visita frecuentemente.
Junto a científicos de China y Estados Unidos, han inyectado células madre humanas en embriones de primates y han podido cultivar estos embriones llamados 'quiméricos' hasta 20 días.
«El objetivo de mezclar estas células humanas y de monos es entender cómo funciona el envejecimiento y cómo se van deteriorando los órganos, proceso que se produce con especial incidencia entre los 45 y los 55 años», recuerda.
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La investigación, publicada esta semana en la revista Cell, ha puesto sobre la mesa un debate ético, aunque él, con tranquilidad, la defiende y afirma que la finalidad de esta investigación «no es la de crecer órganos humanos en monos, sino entender cómo las células se comunican unas con otras». Afirma que el conocimiento detallado de este proceso «podría ayudarnos a generar células, tejidos y órganos que puedan ser transplantados a aquellas personas cuyos órganos han dejado de funcionar».
Asimismo, estas investigaciones podrían servir para mejorar «nuestro conocimiento, no sólo sobre la aparición y desarrollo de muchas enfermedades y la búsqueda de nuevos fármacos para su tratamiento, sino también sobre el envejecimiento», el mayor factor de riesgo de cualquier enfermedad. «En definitiva, la razón de nuestros trabajos, realizados en colaboración con la Universidad Católica San Antonio de Murcia, con la universidad de Kunmimg en China y el Salk Institute han sido realizados cumpliendo las más estrictas normas legales y éticas y exclusivamente nuestro interés es ayudar a mejorar la salud humana», señaló.
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Jonas Salk, descubridor de la vacuna contra la poliomelitis, da nombre al instituto de Estudios Biológicos en La Jolla (California) donde trabaja. Este centro ha sido uno de los que han colaborado en este trabajo.
Ha sido becario postdoctoral en las universidades de Marburg (Alemania), de California - Los Ángeles (UCLA) y en el European Molecular Biology Laboratories (EMBL, Alemania). Ha sido profesor en la University of California - San Diego y profesor visitante en el University College y la universidad de Oxford. De 2005 a 2013 dirigió el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona.
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La investigación de Izpisúa, cuyas publicaciones superan las 26.000 citas, se centra en la biología de células madre y su desarrollo. Sus estudios se dirigen a la identificación de los mecanismos moleculares y celulares responsables del desarrollo embrionario. Sus contribuciones presentan un gran potencial en los ámbitos de los trasplantes y la lucha contra el envejecimiento. Su actividad científica ha sido reconocida con premios de entidades y organismos de varios países desde hace varios años.
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