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José Sanmartín Esplugues 1948-2020

José Sanmartín Esplugues 1948-2020

«Estaba convencido de que la finalidad de la filosofía es el apasionado servicio a la verdad como libertad»

A. DOMINGO MORATALLA | Catedrático de Filosofía Moral y Política, Universidad de Valencia

Sábado, 22 de agosto 2020, 13:30

Después de varios años combatiendo con el cáncer, amando a su pueblo como el primer día (Chulilla) y aceptando con esperanzada resignación los tratamientos, fallecía el profesor Sanmartín. Nos ha dejado en este desconcertante agosto de pandemia. Estaba convencido de que la finalidad de la filosofía es el apasionado servicio a la verdad como libertad. Se empeñó en unir la Historia de la lógica con la Historia de la ciencia para mostrar que una y otra sólo pueden comprenderse desde el modelo de sociedad que les da sentido. Sus investigaciones han girado siempre sobre la estrecha relación entre tecnología y responsabilidad. Fue director de la Sociedad para la Filosofía y la Tecnología, liderando varios proyectos de investigación, destacando sus trabajos sobre el «complejo C-T-S», es decir, la relación entre Ciencia, Tecnología y Sociedad. El conocimiento científico y sus aplicaciones técnicas nunca han sido moralmente neutrales, lo que exigía clarificar intereses, valores y presupuestos.

Se desmarcó de unos colegas que estaban entre la ortodoxia paleomarxiata y la heterodoxia popperiana. Luchó contra el conformismo y más que un «verso suelto» era un elegante caballero de espíritu libre. Le gustaba citar uno de los lemas de los congresos de filosofía de la ciencia: «la ciencia descubre, la técnica aplica… y el ciudadano se conforma». Se desvinculó del academicistmo y demostró con su compromiso que se podía creer en los valores de Ilustración desmontando el mito de la superioridad moral de la izquierda. Trabajó con entusiasmo en la partitura de Zaplana. Se empeñó en unir «trabajo» y «asuntos sociales». Además de políticas «activas» de empleo, se empeñó en profesionalizar la «acción social» pasando de modelos asistenciales a equipos profesionales especializados.

Comenzó uno de los proyectos atractivos y emblemáticos de la política cultural: el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia. Aún recuerdo la conversación que mantuvimos para pedirme que consignara en los presupuestos del 2002 una línea para el estudio de la violencia con menores. Todos los servicios teníamos órdenes de mantener una pequeña partida con la que se iba financiando un centro que situó a Valencia en el mapa de las investigaciones sobre terrorismo, violencia, menores, medios de comunicación y agresividad. Con Font de Mora y Auxiliadora Hernández en Educación (IVACE), pusimos en marcha el Observatorio para la convivencia escolar para prevenir la violencia (plan PREVI). Movilizamos a padres, profesores y alumnos durante varios años para visionar cuatro cortos de 3 minutos cuyos guiones habíamos preparado en equipo. Todas las autonomías nos pidieron estos materiales porque su finalidad no era adoctrinar sino prevenir conflictos y promover una responsabilidades.

No se trataba de «servir a», sino de «trabajar con» la sociedad para generar conocimiento responsable. Para esta tarea se había entrenado dirigiendo la UIMP de Valencia. Los noventa fueron años previos a estos proyectos pioneros de una política social «con mayúsculas» y en aquellos años este centro universitario vivió su «edad de oro». No se le resistían los premios nóbeles y buscaba dinero debajo de las piedras si el curso merecía la pena. Allí consolidó un equipo humano excelente y consiguió programaciones de Primavera y Otoño envidiadas por los servicios centrales.

Esta experiencia le fue útil para sacar adelante la VIU. Aunque sus colegas no creían en el proyecto, se empeñó en él. Conocía la rentabilidad económica y social de esta enseñanza. Cuando hoy nadie cuestiona la formación «on line» o del papel de internet en la revolución educativa, Sanmartín siguió mostró que era un lúcido visionario.

Su último proyecto apuntó en la dirección existencial que siempre le mantenía vivo: la transferencia del conocimiento («proyecto SCIO» en la UCV). Lo sabían muy bien su esposa Gloria y sus hijos cuando nos decían «es que no para». Hace unos días lo comprobé cuando lo llamé. Aunque el tratamiento le afectó a sus cuerdas vocales, al hablar parecía seguir enamorado, transmitía entusiasmo, confianza y ciertas dosis de esperanza.

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