Cada dato cuenta. Cada denuncia es un paso más en la lucha contra la lacra de la violencia machista. Y cada silencio, siempre es cómplice. Incluso cuando este viene por parte de la propia víctima. Y, aún en demasiadas ocasiones, este sigue produciéndose y enmascarando así un posible caso de maltrato. Sobre todo en la cercanía, familiaridad y falta de anonimato de las zonas rurales. Allí, es donde el terrorismo del maltrato encuentra sobre todo muros de oscurantismo tras los que cobijarse. Lo atestigua la última encuesta sobre el problema llevado a cabo por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.
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La proporción de mujeres que acude a denunciar uno de estos delitos es notablemente menor en los municipios con menos de 2.000 habitantes que en los grandes núcleos poblacionales. Ellas son las que dan el paso de acudir ante la justicia en un 29,1% de las ocasiones en las urbes de más de 2.000 residentes, según el último informe del ente estatal. En los pueblos, el porcentaje baja hasta el 17,1%, una diferencia de 12 puntos, y que se repite tanto en el territorio nacional como en la Comunitat Valenciana.
O lo que es lo mismo: el 72% de las víctimas de maltrato no se presentan ante la policía en los municipios más pequeños, mientras que en las ciudades y urbes de más tamaño, la negativa se reduce a un 64%.
Es sólo una de las conclusiones del estudio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia Doméstica. Y tiene un por qué muy claro. «Las especiales características del mundo rural, en pueblos donde toda la gente se conoce, son un escollo más para la mujer víctima. No olvidemos que la violencia de género todavía estigmatiza a sus afectadas, que se ven señaladas y avergonzadas, e incluso pueden sentirse rechazadas si el maltratador es alguien con relevancia en esa sociedad rural concreta», como interpreta Susana Gisbert, fiscal de la sección de Violencia sobre la Mujer en Valencia.
La psicóloga, educadora, terapeuta y presidenta de la asociación Alanna de ayuda a mujeres maltratadas tiene muchos aristas sobre los que pronunciarse. Por un lado, el de las causas. «La menor denuncia se debe a que en estos pueblos todo el mundo se conoce, e incluso hay mucho familiar», subraya Chelo Álvarez. Y recuerda que algunos mecanismos se han puesto en marcha para paliar este escollo en la lucha contra el terrorismo machista. «La Diputación impulsó en 2018 la Red de Municipios Libres de Violencia de Género, una iniciativa que busca que una mujer de un municipio pueda denunciar y acceder a los recursos de otra localidad de la red, justamente para evitar lo dicho anteriormente», como indica la responsable de Alanna.
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Desde la fiscalía, Susana Gisbert pone sobre la mesa otro elemento a mejorar a la hora de ayudar a las víctimas y sacar a la luz los malos tratos: «En los lugares pequeños, la especialización de los operadores jurídicos y asistenciales (juzgados y oficinas de asistencia) es menor, por lo que estas mujeres se encuentran en una situación todavía peor».
La radiografía que realiza la encuesta de la delegación especial contra el maltrato pone negro sobre blanco otra realidad que tristemente no cesa de repetirse en la espiral de la violencia machista: a menos estudios y menor capacidad profesional, inferior presencia de denunciantes ante las Fuerzas de Seguridad. Así, las mujeres con trabajo son las que presentan una menor tasa de negativa a denunciar (62%). Por contra, aquellas que llevan a cabo tareas domésticas no remuneradas o estudian, disparan su tasa de no denuncia entre el 71 y el 82%, como se puede apreciar en la tabla que acompaña a estas líneas.
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A menos edad, parece que también posibilidades más reducidas (o concienciación) a la hora de acudir ante las Fuerzas de Seguridad. Las mujeres que no han alcanzado todavía los 25 años se encuentran entre las que más negativa presentan de ponerse ante los agentes. El porcentaje oscila entre el 67 y el 77%. La menor resistencia se produce entre las mujeres de mediana edad (un 57% entre los 45 y 54) y vuelve a dispararse a partir de los 75 años (el 72% no denuncia), una generación con menor conciencia contra la lacra de la violencia machista.
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