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Todo árbol es una especie de la flora planetaria que contribuye al bienestar colectivo por sus ricas propiedades medioambientales. Los hay que además encarnan un ... poder simbólico, una cierta metáfora. Sucede por ejemplo con el ciprés, que nos remite al mundo de los cementerios (símbolo por lo tanto del más allá) y ocurre también, en las antípodas de este supuesto, con la palmera, que sugiere paisajes de ensueño, interminables playas del sur festoneadas por estos ejemplares por cierto muy valencianos. Y hay árboles convertidos en una suerte de tótem local, como el majestuoso drago canario, bandera del municipio tinerfeño de Icod de los Vecinos. Son algo más que árboles: el cariño popular convierte su estilizada figura en un emblema ciudadano, porque dan sombra en más de un sentido. Nos guarecen de la hostilidad ambiente porque hacen circular hacia nosotros una corriente de afecto.
Es el caso del árbol que ilustra estas líneas: el superviviente de la DANA que arrasó Paiporta, una solitaria figura en el cauce desmadrado del Poyo en aquel infausto 29 de octubre que la estima vecinal ha convertido, en efecto, en un símbolo. La conquista de la normalidad, algo a lo que agarrarse. El fotógrafo Kai Försterling retrató la conmovedora escena dentro de una serie de fotos que se pueden leer como si estuvieran entrelazadas entre sí. Todas se tomaron en el municipio más afectado por la riada: en una vemos un maltratado campo de caquis, una imagen también muy evocadora; en otra, una virgen de color rosa parece rezar por las víctimas de la DANA desde su improvisada atalaya, al pie del barranco. Pero en la del árbol (un eucalipto, tal vez) palpita un espíritu más sentimental, porque salió deteriorado de la inundación, con la piel muy dañada, pero resiste. Una frase que resume el afán colectivo que transforma esta solitaria especie en una manera, en efecto, de afrontar el mañana con una esperanza superior. La esperanza que late en el grupo que lo rodea y lo cuida, con la pretensión de que ejerza como faro antes que como árbol: para que ilumine nuestros sombríos días. Y que lo haga al lado del puente que se hizo tristemente famoso en aquella noche fatal: un icono de la fatalidad al lado de lo contrario: el símbolo de cómo revivir y superar el dolor condensado en esas ocho letras a su pie. Paiporta.
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