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Una sanitaria, en el acceso del centro de salud destuido. ADOLFO BENETÓ
«La situación es caótica. Necesitamos medicamentos con urgencia en Paiporta»

«La situación es caótica. Necesitamos medicamentos con urgencia en Paiporta»

El coordinador del centro de salud de Paiporta señala que es prioritario contar con una farmacia en condiciones para dar servicio a la población

Martes, 5 de noviembre 2024, 03:04

La noche del desbordamiento del barranco en Paiporta dejó una marca indeleble en el municipio valenciano. El pueblo vivió una de las peores noches de su historia reciente, enfrentándose a una inundación que arrasó con coches, viviendas y carreteras. Las consecuencias de la riada, provocada por una DANA que azotó la provincia de Valencia, aún se sienten seis días después. El Centro de Salud de Paiporta, uno de los puntos neurálgicos en los esfuerzos de rescate y atención a los damnificados, se ha convertido en un testimonio silencioso de la tragedia. Los profesionales de la salud y decenas de voluntarios trabajan día y noche, intentando devolver un poco de esperanza a una población que lo ha perdido todo.

El coordinador del Centro de Salud, Juan Carlos Beguer, resume la situación con palabras precisas y crudas: «La situación es caótica. Necesitamos medicamentos con urgencia». Durante las primeras horas tras la riada, la planta baja del edificio quedó inundada, cortando el acceso al equipo médico, que quedó aislado y sin comunicación. Beguer y su equipo tuvieron que improvisar en un entorno de completa incertidumbre, sin luz ni agua, y con la planta baja clausurada. «No había nada», comenta Beguer. «Los coches están destrozados, nadie puede desplazarse a ningún sitio, y hay mucha gente aislada a la que estamos intentando llegar».

En los pasillos del centro, médicos, enfermeros, voluntarios y efectivos de la UME comparten un espacio reducido. El Centro de Salud ha tenido que adaptarse para brindar toda la atención sanitaria necesaria a la población. Beguer ha logrado que el centro permanezca abierto las 24 horas del día prácticamente desde que sucedió el desastre, pero con limitados recursos. La falta de electricidad ha obligado al equipo a depender de generadores, y los problemas de comunicación persisten.

Las medicinas son prioritarias

El acceso a medicación se ha convertido en uno de los problemas más críticos. Sin una farmacia local disponible, el centro de salud de Paiporta ha asumido la responsabilidad de distribuir medicamentos esenciales a todos los que se acercan en busca de ayuda. José Luis Gonzálvez, médico de familia en el centro, describe la situación con la resignación de alguien que intenta adaptarse en un entorno insólito: «No hay farmacias habilitadas en Paiporta, así que la gente viene aquí a solicitar medicinas. Tenemos un stock limitado y distribuimos lo que podemos».

La logística para garantizar los medicamentos es agotadora y dependiente de la solidaridad de farmacias de localidades cercanas, como Torrent. Cada día, Protección Civil llega en un furgón con la medicación crónica solicitada, intentando responder a la alta demanda. Gonzálvez cuenta que, además de fármacos, se atiende a personas con heridas y traumas menores. El barro, los escombros y el caos de las calles han provocado innumerables accidentes que requieren atención de emergencia.

Interior de las instalaciones arrasadas por la DANA. ADOLFO BENETÓ

Explica, a su vez, los esfuerzos del equipo por mantener un sistema de atención bajo condiciones extremas: «Hemos logrado organizar listados de pacientes según la complejidad y gravedad de sus patologías crónicas. Con cada listado, intentamos contactar primero a los casos más críticos, pero enfrentamos constantes problemas de cobertura telefónica que dificultan el proceso. Cuando logramos comunicarnos, podemos identificar sus necesidades inmediatas, pero en muchos casos es imposible hacerles llegar la ayuda solo por vía telefónica», relata Gonzálvez.

Frente a estas barreras, el equipo médico ha implementado visitas a domicilio en las áreas menos accesibles. «Cuando no logramos establecer contacto, organizamos equipos que acuden directamente a las casas de los pacientes prioritarios. Nuestra prioridad es no dejarlos desatendidos en medio de esta situación de emergencia», explica con firmeza.

El esfuerzo de los voluntarios

El esfuerzo colectivo para sobrellevar la tragedia incluye a decenas de voluntarios que han acudido para ayudar en el centro de salud. Iván, un joven estudiante de enfermería, explica el agotamiento y la gratitud que siente al ver la ayuda que llega de personas de otras poblaciones. «Estamos a tope. Se nota mucho la ayuda de todas las personas que están aportando medicamentos, agua, comida… pero estamos bastante saturados», explica, señalando la necesidad de más personal y recursos. Iván es uno de los muchos jóvenes que, sin experiencia en catástrofes de esta magnitud, ha asumido un papel crucial en la distribución de medicamentos y apoyo básico a los pacientes.

El caos en las calles empeora las cosas. Iván relata que se necesita más maquinaria para despejar los escombros y vehículos abandonados. Aunque el ejército y la UME han llegado para apoyar en la limpieza, la cantidad de destrozos es tal que el progreso se percibe lento. Aun así, la resiliencia de la gente de Paiporta sigue siendo notable. Iván, junto con otros estudiantes y personal sanitario, brinda no solo ayuda médica sino también un poco de aliento y compañía, esenciales en una situación de crisis.

La labor emocional

Miriam Santana, una psicóloga voluntaria, se ha volcado en atender a los afectados. Desde el primer día, Miriam ha tratado síntomas de estrés agudo, ataques de ansiedad y crisis de pánico. «La situación es caótica. La gente ha empezado a notar los primeros síntomas del estrés, después de los primeros días de shock», explica. Su labor va más allá de tratar los síntomas inmediatos; Miriam ayuda a los pacientes a entender las reacciones emocionales que están experimentando, buscando restaurar una sensación mínima de seguridad. «Es acompañar emocionalmente, validar sus emociones y ofrecerles un seguimiento para no solo paliar la crisis, sino también prevenir efectos a largo plazo».

Muchos de los pacientes que acuden al centro lo han perdido todo. Las calles de Paiporta son un vertedero de pertenencias, de vidas destrozadas. Pablo, otro estudiante de medicina, comenta con tristeza la llegada de personas que se presentan solo con su DNI en el bolsillo, sin siquiera ropa propia. La desesperación ha traído consigo también críticas hacia la falta de respuesta inicial de las autoridades. «Aquí estamos totalmente abandonados y nadie hace nada», exclama Pablo, visiblemente afectado por el desamparo en el que se encuentran tantos vecinos.

La experiencia de una veterana

Entre los voluntarios se encuentra también Lola Llorens, una enfermera jubilada que trabajó durante años en el mismo centro de salud. Para Lola, la tragedia de su antiguo lugar de trabajo y su gente ha despertado una solidaridad que no pensaba que volvería a vivir. «Las primeras 24 horas fueron un desastre absoluto. La gente iba y venía por las calles como zombis», recuerda Lola. «Era imposible transitar, y en medio de ese caos llegaron también algunos saqueos a comercios. Fue una situación desoladora, propia de una película».

A pesar de la devastación, Lola señala la solidaridad como uno de los pilares que mantienen a la comunidad en pie. Cuenta emocionada cómo decenas de personas han llegado caminando desde pueblos cercanos, trayendo comida, agua y medicinas. También menciona a la UME y a los equipos de policía, que han llegado para ayudar en la distribución de alimentos y medicinas. Sin embargo, la necesidad es tan inmensa que el avance se nota poco en los primeros días. «Hay tanto que parece que no se nota el progreso, pero seguimos luchando».

Un esfuerzo colectivo que sigue

La situación en Paiporta seis días después sigue siendo crítica. Las calles anegadas y cubiertas de barro, las familias que no tienen acceso a sus viviendas y el luto compartido por las pérdidas humanas y materiales han convertido al municipio en un símbolo de resistencia. Juan Carlos Beguer y su equipo se enfrentan a una situación en la que la falta de recursos y la sobrecarga emocional dificultan cada jornada. Pero, como afirma Beguer, el compromiso es firme: «Aquí lo importante es que la gente tenga lo que necesita. Confiamos en que, poco a poco, podremos volver a la normalidad».

La comunidad de Paiporta se sostiene, a pesar de las dificultades, en el trabajo conjunto de sanitarios, voluntarios, militares y la Guardia Civil. En un panorama de devastación, el Centro de Salud ha pasado de ser un espacio de atención médica a ser el refugio donde los vecinos de Paiporta encuentran no solo ayuda, sino también consuelo. Porque en medio de esta tragedia, lo que más apremia es la humanidad compartida.

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