Marina Chulvi tiene 23 años y acaba de terminar Derecho y Ciencias Políticas. Es voluntaria de Cruz Roja en Alcàsser. Ella es uno de los rostros que dan vida a ese espíritu de solidaridad del que tanto se ha hablado durante el confinamiento.
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No es la única. Junto a ella está Ricardo Molla que con 18 años se va cada sábado por la mañana temprano con otros voluntarios de la ONG 'Damos nuestra Ilusión' a repartir desayunos entre los indigentes que viven en las calles de Valencia.
Pero la solidaridad no es cosa de la edad. Es el caso de José Assad, colombiano de 47 años e ingeniero químico, y que apenas hace diez meses ha aterrizado en Valencia. Todos los días dedica unas horas a un taller de reparación de bicicletas que dona la gente en la parroquia de San Josemaría de Valencia.
Marisa Tudela y Maby son dos vecinas de Xàtiva que atienden el despacho de Cáritas en la parroquia de La Seo y que durante la pandemia han estado especialmente activas.
Son sólo cuatro caras de los miles de personas que durante estos meses han puesto y ponen rostro a una solidaridad que tanta falta hace. Es sólo una cifra, pero sirve de muestra. Cáritas Valencia, según señala su director técnico, Nacho Grande, atenderá durante 2019 a cerca de 100.000 personas, el doble que el año pasado. Y es que la necesidad es cada vez más apremiante. «Los ERTE, la gente que se ha quedado en el paro, los que trabajaban en la economía sumergida o con empleos precarios son los grandes afectados. No tenían capacidad de ahorro y la crisis les ha golpeado», explica.
Marina Chulvi señala que en Cruz Roja realiza allí diferentes tareas, desde el reparto de alimentos hasta colaborar en el Programa de Éxito Escolar . «Empecé en la pandemia y ahora he continuado», explica y resalta que durante el confinamiento salía todos los días para llevar comida a gente necesitada. «Te das cuenta de que esto es muy grave. Todos los días llega gente nueva pidiendo ayuda», señala. Ahora también trabaja en el reparto de SIM y dispositivos a familias con pocos recursos para que puedan seguir las clases virtuales. «También les ayudamos con los problemas y las dudas», matiza.
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Ricardo Molla estudia emprendedurismo y además de repartir desayunos coordina la búsqueda de voluntarios para otros proyectos de 'Damos Nuestra Ilusión'. «Nos dan zapatos y los repartimos entre niños de familias con dificultades y para las que comprar calzado es un gran gasto o ayudamos con alimentos que no se pueden permitir, como carne y otros productos frescos», explica. «Para mí es una necesidad que sale de dentro. No puedo pasar al lado de alguien que está en la calle sin al menos ofrecerle una sonrisa», afirma.
José Assad lleva diez meses en España. Llegó acompañando a su mujer que prepara el MIR. Como no tiene permiso de trabajo no puede conseguir un empleo. Contactó con la Parroquia de San Josemaría en Valencia para recibir alimentos y ahora es también voluntario de su centro social. Ha acondicionado un taller donde repara bicicletas que les han donado. «Las repartimos entre los que la necesitan para poder ir a trabajar», señala. Ahora está arreglando algunas de niño para repartir en Reyes.
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Marisa Tudela y Maby atienden Cáritas de La Seo en Xàtiva. En el confinamiento se ponían en contacto con establecimientos del pequeño comercio de Xàtiva y les enviaban a gente que lo estaba pasado mal. «Luego desde Cáritas les abonábamos el coste. Era una forma de ayudar también a los comerciantes», aclaran.
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