José Luis Poveda es el jefe del Servicio de Farmacia del Hospital la Fe y encuentra en su trabajo similitudes con otro tipo de actividades en las que solo reparamos cuando las echamos de menos. Porque, claro, cómo no va a haber medicinas; parece algo impensable en una sociedad avanzada, en un centro hospitalario de referencia. Pero una pandemia como la actual lo pone todo en cuestión, incluso las existencias de medicamentos. Explica Poveda que el Covid 19 causó carencias porque «todos los pacientes necesitaban lo mismo», pero se logró tratar a todos enfermos combinando otras posibilidades, a fin de cuentas ese es primer objetivo. Lo que él denomina «líneas de actuación», a las que se suman los recursos destinados a la investigación y ensayos clínicos, a fin de probar qué compuestos son más eficaces, ampliar si es preciso la capacidad de producción y «adaptarnos a nuevos entornos como los hoteles medicalizados, las residencias o el hospital de campaña, llegado el caso».
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Lejos de la imagen habitual de una farmacia, aquí hablamos de una infraestructura en la que trabajan 154 personas, con una tecnología muy avanzada (una buena parte de ella robotizada), ubicada en su mayor parte en un sótano que recuerda más a las salas acorazadas de un banco que a un acogedor comercio y que manejó el año pasado un presupuesto de 130 millones de euros para producir 14 millones de dosis sólo destinadas a los pacientes ingresados en el hospital. Cifras que ya dan idea de la importancia de este servicio. La irrupción del Covid 19 ha obligado, según explica el jefe de servicio, a adaptar de una forma muy rápida la forma de trabajar a las limitaciones impuestas por la pandemia. En primer lugar, la atención presencial a los pacientes ha quedado reducida a la mínima expresión y la asistencia vía telemática ha pasado a ser la mejor forma de ocuparse de los enfermos, así que ahora reciben reciben los medicamentos en sus domicilios. Afirma Poveda que el virus ha supuesto «un reto asistencial, ha habido que dar respuesta dentro de las dificultades y lograr tratamientos que fueran eficaces».
En este sótano no se descansa nunca y, también, como se ha hecho siempre, se elaboran todo tipo de compuestos medicinales a mano en salas blancas que garantizan la ausencia de contaminación microbiana. En ellas, en muchas ocasiones, y en otros laboratorios del servicio que nos ocupa se logra una fórmula, o una combinación de ellas, que es eficaz para tratar a los enfermos. «De eso se trata, de magia, porque cuando tienes un problema como el actual en el que hacen falta antiretrovirales, hidroxicloroquina, relajantes musculares...nos las hemos ido arreglando con otras estrategias terapéuticas», explica Poveda. Y es que en este mundo subterráneo e invisible a los ojos de los pacientes se trabaja sin descanso. Y, de vez en cuando, no viene mal acordarse de que los medicamentos no caen del cielo.
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