De Tailandia a Ruzafa, Benimaclet y El Perelló

La mejor manera (y, quizá, la más inexacta gastronómicamente hablando) de explicar qué es un bao es diciendo que es una especie de montadito asiático. Dentro de un pan especial se colocan todo tipo de rellenos. Es un bocado apetitoso y fácil de comer que de un tiempo a esta parte comienza a hacerse común en las cenas y las comidas tanto en determinados restaurantes asiáticos como en las casas de toda la ciudad gracias al 'delivery'. La culpa de todo esto la tiene Nacho Sal. Bueno, y los tailandeses, claro, pero sobre todo Nacho, porque ha sido él, junto a sus socios Alberto García, Quique Sal y Elena Melero. Nacho es ingeniero industrial reconvertido a empresario que acaba de abrir en Valencia su cuarto Baovan tras un local que todos los veranos está repleto en El Perelló, otro sobre todo para recoger la comida y llevársela a casa situado en Benimaclet y una gastroneta situada en Mercabanyal. Ahora llega un restaurante puro y duro en el corazón de Ruzafa, en la calle Pintor Salvador Abril.

Sal explica que la idea es de Melero. «Es claramente nuestro público objetivo y detectó la necesidad insatisfecha», indica. Lo cierto es que él y García ya descubrieron el producto en un viaje a Tailandia, donde se enamoraron del los baos y decidieron traérselo a Valencia más pronto que tarde. Tras un estudio de mercado y comprobar que, en realidad, en casi ningún sitio los hacían al nivel que ellos querían, decidieron liarse la manta a la cabeza y montar el negocio, que triunfó tanto que llamó la atención de Lanzadera, que ahora mismo les ayuda en su labor de 'business angels'. «Para empezar pusimos muy poco dinero y mucha imaginación, y en cuanto abrimos empezamos a recibir muchos pedidos y con esos beneficios fuimos montando el local de Benimaclet y luego el de El Perelló y ahora el de Russafa», comenta Sal.

Para él, la clave del éxito de su negocio tiene que ver con la procedencia de las materias primas. «Empezamos con muy poco pero pronto tuvimos que comprar mucha maquinaria porque no queremos comprar los panes en hipermercados. Los hacemos todos nosotros y las materias primas son frescas, lo que se nota mucho en el producto final», indica Sal.

Otras de las máximas del negocio tiene que ver con el público al que está dirigido: gente joven, que vibre en frecuencias desanfadadas relacionadas con un día de playa y surf. De hecho, el lema de la empresa es 'beach, beers and baos', 'playa, cervezas y baos'. Esa frase se traslada a las propias ubicaciones del local. Todas están pensadas: la de El Perelló está a pie de playa, en una zona a reventar de veraneantes. La de Mercabanyal, también a tiro de piedra del mar, mientras que la de Benimaclet está situada en el corazón de la Valencia universitaria. El salto a Ruzafa, el barrio de moda por antonomasia de la ciudad, estaba cantada. Lo han hecho con un local que, precisamente, intenta evocar la idea de una noche en un campamento junto a la playa. La intención es que ir a cenar a Baovan Russafa sea lo más parecido a cenar con tus amigos alrededor de la hoguera tras un día de surf. Para eso, han dividido el local en tres distintos ambientes, y creen que será un éxito cuando abra. Los trabajos continúan, aunque aún no tienen fecha determinada para inaugurar el establecimiento, que supone el ascenso imparable de Baovan. «Nuestra marca es una referencia a nivel de la ciudad y para 2024 nos gustaría serlo a nivel nacional», indica Sal. «El balance es muy positivo. Hemos generado 17 puestos de empleo y varios son de forma indefinida, que es muy importante para nosotros», comenta el CEO de la empresa, que señala que han hecho «una gran apuesta». Los frutos, dice, se recogerán en breve.