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La frase hecha de la realidad supera a la ficción no puede ser más cierta. Esta es una historia verídica. Sacada casi de la calenturienta mente de un guionista de Hollywood. Una especie de 'Pretty Woman' pero sin demasiado romanticismo, más bien de transcurrir maquiavélico y con un final no precisamente digno del recién celebrado día de San Valentín. Estas son las andanzas de una acaudalada turista suiza, su joven amante (40 años menor que ella), un primer testamento, un segundo testamento oculto, una historia de 'amor' de dos años y unos hechos que acaban en manos de la Justicia valenciana.
Ocurrió hace algún tiempo, cuando una ciudadana suiza camino de los 80 años y con una considerable fortuna recaló en la Comunitat. Su retiro dorado buscando sol, playa... y ambiente relajado. En su periplo por tierras valencianas acabó entablando una relación con un joven español. «Un chaval guapo, guapo, guapo», explican las fuentes jurídicas consultadas por LAS PROVINCIAS. Unos primeros flirteos junto al mar. Unos cafés. Unas copas. Una cena. Y la mujer y el joven acabaron iniciando una relación sentimental (o quizás no tanto).
No llevaban mucho tiempo cuando la anciana, dueña de una considerable fortuna y lejos de sus familiares en Suiza, tomó una determinación. «Te lo voy a dejar todo». Una expresión similar es la que le espetó a su joven y atractivo amante. Y no tardó en hacer realidad su intención. Una mañana le dijo a su rutilante compañero: vamos a la notaría. Y así fue. La anciana y el joven recalaron en el despacho de uno de estos profesionales de Alicante. La funcionaria no tardó en darse cuenta de que algo estaba pasando. «Pero señora, ¿no ve que este hombre se está intentando aprovechar de usted?», fue la frase que la notaria le lanzó a la mujer en un momento en el que su compañero no estaba en la sala. La respuesta de la acaudalada turista suiza dio la vuelta a la impresión y dejó las cosas más que claras: «Y yo me quiero aprovechar de su juventud».
La pareja salió de la notaría con el testamento bajo el brazo. Pero la cosa iba a cambiar muy pronto. Sin ir más lejos, esa misma tarde. La anciana aprovechó un momento en que pudo ir por libre sin el chaval y regresó a la notaría. Deshizo el testamento anterior e hizo uno nuevo sin que su joven acompañante supiera absolutamente nada. Él siguio entregado a la relación y ella disfrutando «la juventud» del deslumbrante joven.
Alrededor de dos años duró la relación. Hasta que la turista falleció y con su muerte llegó el instante de repartir su fortuna. Su novio vio el momento de disfrutar del legado de su compañera... pero se topó con la retorcida realidad. Cuando acudió a la notaría a hacer valer su testamento comprobó la realidad oculta: había otro posterior en el que no le mencionaba para nada y todo iba para los familiares de la viajera. La sorpresa de la juguetona anciana suiza. Y la norma hereditaria fija que el último documento de voluntades es el que marca lo que se debe hacer con la herencia de una persona fallecida.
Así que el joven y guapo español se quedó sin la fortuna de la turista. Pero no se dio por vencido y decidió pleitear. El amante despechado acudió a la Justicia valenciana, en concreto a un juzgado de Alicante, para pedir una compensación. Presentó una demanda pero no para reclamar el dinero de la herencia: acudió a la vía civil contra los herederos para recibir una cuantía económica por los casi tres años que pasó con ella.
Y vaya que si la Justicia valenciana le dio la razón. El juez decidió que sí, que el chaval tenía derecho a una compensación. El magistrado hizo un cálculo para poner sobre la mesa lo más parecido a un sueldo por los años que el hombre pasó con la turista. Y fijó de manera pormenorizada las cantidades. Tenía derecho al pago de ocho euros la hora. A razón de ocho horas laborales durante cinco días de la semana. Todo ello durante dos años. Una especie de 'salario' que al final supuso una indemnización de 33.280 euros para el joven amante. Que se quedó compuesto, sin novia y sin herencia millonaria, pero con una jugosa cantidad por el tiempos de vino, playa, rosas... y engaño que pasó en la Comunitat con la acaudalada suiza.
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