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La vida cambió para Mar tras una fiesta de cumpleaños del verano de 2010. Noche con amigas en una discoteca de Valencia. 25 años. Carrera recién terminada. En su boca, aquella media copa de ron con cola en la que «un chico me echó alguna droga en la bebida». Nunca pudo probarse, pero ella está convencida porque «acabar como acabé era imposible con tan poca cantidad de alcohol».
Todo comenzó a nublarse para la víctima. Demasiado rápido. Como un insano torbellino. De estar charlando con varios jóvenes en el local junto a sus colegas, «me encontré con uno encima en la playa al que no conocía». Según recuerda, «es una imagen nublada. Me penetró y yo no lo deseaba. No me gustaba. Sabía que no quería eso, pero no me podía ni mover ni hablar. Me pesaba todo y no podía hacer absolutamente nada».
Otra evidencia de la maldad del agresor es que se marchó sin más. «Se fue. No sé cuando. Al rato empecé a recobrar el sentido. Aún no era de día. Pude vestirme y me ayudaron unos camareros que me acompañaron a un taxi. Supongo que pensarían que estaría sólo borracha».
Mar no actuó del modo más idóneo para poder investigar a su agresor y ahora es consciente de ello, pero estaba envuelta por un velo de confusión. «Me fui a casa, me duché y me dormí. Al despertarme tenía un dolor increíble en los genitales y en la cabeza, impropio de una resaca normal, además de moratones en la espalda».
En las horas siguientes tomó la pastilla del día después y no denunció «porque pensé que no tenía ninguna prueba». Pero su sentimiento de rechazo a lo que había ocurrido era absoluto. Sus síntomas eran los propios de una agresión sexual. «Hablé con mis amigas para reconstruir lo sucedido. Me dijeron que había desaparecido con un chico. No supieron decirme más. No tenía ni un teléfono, ni un nombre, ni una calle, sólo el recuerdo de un rostro de hombre muy común que podría ser cualquiera».
Aquello le pasó una amarga factura: «Llegué a pensar que estaba loca. Perdí mi energía. Comencé a dejarme llevar. Dejé de salir, de confiar en los chicos. Ni mi padre me podría abrazar. De hecho, tardé cuatro años en volver a tener pareja».
Pudo salir del agujero gracias al tratamiento psicológico y al apoyo de CAVAS. «Me he arrepentido muchas veces de no haber denunciado, pero no me culpo por ello. Fue el desconocimiento». Hoy, una hija en camino es el fruto de su superación.
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Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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