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JOSÉ MOLINS
VALENCIA.
Domingo, 29 de septiembre 2019
Un papel en blanco, bolígrafo, nervios, tensión y sudores. Son los ingredientes típicos de cualquier examen. Pero hay otros que permanecen ocultos. Las clásicas 'chuletas' se han adaptado a los tiempos y el uso de las tecnologías permiten la proliferación de multitud de métodos para copiar. Esos pequeños papeles con letras casi microscópicas han dejado paso a sofisticadas formas de hacer trampas para lograr un aprobado.
El tamaño cada vez más pequeño de cámaras y reproductores permite la posibilidad de esconderlos en cualquier sitio de forma disimulada, muy difícil de detectar para el profesor que vigila el examen. En el caso que se copie mediante el uso de pinganillos o microcámaras se necesita la colaboración de un cómplice que, desde fuera del aula, dicte las respuestas. Y esto ha dado lugar a la proliferación de personas, incluso bandas organizadas, que se ofrecen a hacerlo a cambio de que les paguen por el servicio. Luchar contra ello resulta complicado y sólo algunos tribunales de exámenes para una oposición hacen uso de inhibidores de frecuencia para impedir la comunicación telefónica.
Basta con acudir a algunas tiendas especializadas en espionaje para comprobar la gran variedad de productos que hay y la demanda entre los estudiantes. Los profesores intentan hacer una vigilancia más exhaustiva y en todas las pruebas, tanto en institutos y universidades como también en las oposiciones, está prohibido el uso de dispositivos electrónicos. «El opositor deberá apagar el teléfono, relojes digitales, auriculares y audífonos o cualquier otro dispositivo. En caso de tenerlos, se colocarán en un sobre cerrado», son las directrices que da la Conselleria de Educación.
No hay normativa común, y cada centro de enseñanza tiene sus reglas, pero en este caso, aunque se trata de una falta grave, el castigo siempre es el mismo: al que se le pilla copiando suspende directamente el examen. Aunque sí puede presentarse en otra convocatoria, incluso si se trata de una oposición. Algunos centros como la Universidad CEU Cardenal Herrera señalan la posibilidad de sancionar al alumno durante 12 meses, pero es una norma disuasoria y nunca se ha llevado a cabo. En la Universitat de València exponen en su reglamento que el profesor debe guardar la prueba de quien haya copiado (pinganillo, grabadora, etc.) y entregársela a la dirección del centro. Incluso conlleva un suspenso directo tener un móvil u otro dispositivo durante el examen aunque no se haya copiado.
La catedrática de Derecho de la UV Raquel Guillén ha pillado a varios estudiantes infractores. «Yo considero que copiar no es un hecho tan grave para abrir un expediente. Copiar significa que el alumno no demuestra conocimientos en una asignatura, suspende y ya lo recuperará. No conozco a ningún profesor que haya abierto un expediente por eso. Me da igual que copien con pinganillo que con chuleta, porque el fin es el mismo, engañar y supone competencia desleal con los compañeros», asegura.
Hace un par de semanas, la Guardia Civil detectó en Valencia 13 casos de alumnos que intentaban aprobar el examen teórico del carné de conducir utilizando un complejo sistema con una microcámara colocada en el interior de la camisa simulando un botón, conectada a través de telefonía móvil. Incluso el piloto de motos Dani Pedrosa copió con ayuda de la tecnología para obtener el título de patrón de yate, en una trama que incluía a otros personajes conocidos. Un paso más en el engaño dieron tres alumnos de la Politècnica, que 'hackearon' sus notas y se enfrentan a tres años de prisión.
José Seco, delegado de Educación del CSIF, avisa de que los móviles «son la chuleta de antes», que incluso lo están utilizando ya en los colegios y que los profesores han aumentado la vigilancia. «Los tribunales obligan a tener el pelo recogido a todos, por parte de la conselleria en las oposiciones para evitar el uso de pinganillos». Pero recuerda que lo tradicional «aún sigue vigente» en las aulas. «Copiar del libro, mirar al compañero o la típica chuleta se ve casi siempre», explica.
No obstante, Guillén asume las dificultades para contrarrestar el avance de las trampas: «No hay cámaras de vigilancia, no se ha sofisticado tanto, a ver cómo lo haces. Aunque creo que las oposiciones deben estar mucho más controladas y usar inhibidores. Si se le pilla, pues suspenderlo y ya está. Sería demasiado no dejar presentarle otros años, no sería una sanción proporcional». También han proliferado los exámenes tipo test, donde es más complicado copiar con estas técnicas.
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