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«Tengo cuatro nombres y uno podía ser el de mi madre». Hace casi una década que Vicente Martínez se asomaba con esta desconcertante frase a estas mismas páginas. Su historia era otra de los muchos centenares de dramas que en los últimos años han brotado en la Comunitat y un sinfín de rincones de España: la lacra de los niños robados, la pesadilla de infinidad de hombres y mujeres que ya en su madurez descubren de boca de sus padres que ellos no son realmente sus progenitores, que hace mucho tiempo, demasiado, fueron arrebatados de sus verdaderas familias. La Justicia no ha logrado demostrar nada. Los afectados apenas han conseguido un puñado de reencuentros en toda España. Y algunos, como el vecino de l'Eliana, Vicente Martínez, persisten en su lucha casi una década después.
«Este es casi como el último cartucho, como la penúltima puerta que se me abre en busca de mi pasado», confiesa, con un deje de esperanza y amargura en su voz. También mezcla ironía e ilusión cuando se le pregunta por su edad. «47... Supuestamente». Y apunta enseguida la fecha 'supuesta' de su nacimiento: 14 de marzo de 1972. Fue en 2011 cuando escuchó de boca de sus padres que él era un 'niño comprado'. Sin más pistas. Hoy, la enésima esperanza de un niño robado llega a través de una nueva prueba internacional de ADN. El mismo que el pasado mes de febrero permitió a Cristina García, una madrileña de 50 años, reencontrarse con su hermano.
La puerta de la esperanza de Vicente Martínez se llama '23andme', la misma empresa norteamericana de análisis genéticos que posibilitó el reencuentro de la vecina de Madrid. Después de estar en tres o cuatro bancos de ADN nacionales, el residente de l'Eliana apostó por este test internacional. Lo solicitó a EE. UU. por mail, recibió un kit de saliva en 15 días e inició el procedimiento. Con un coste de 90 euros. El ADN se sube luego a apps que conectan con hasta 2,5 millones de perfiles, según aseguran desde la empresa. «El mes pasado me llegó una coincidencia con una prima hermana que vive en España. Es decir, que su abuelo y mi abuelo serían hermanos. Es un hilo del que tirar», subraya el valenciano.
Ya se ha puesto en contacto con ella a través del sistema de mensajería de la aplicación, pero aún no ha obtenido respuesta. «Tengo su nombre y primer apellido y su edad, entre 50 y 55 años. Estoy buscando a través de redes sociales y de internet, por ahora sin éxito». No es el único que se ha subido al carro de la esperanza de estos nuevos tests de ADN internacional. «Hemos creado un grupo de whatsapp con unas 50 personas afectadas que ya hemos recurrido a este sistema y que nos estamos organizando para que lo haga más gente y así tener más posibilidades», enfatiza el valenciano.
No es la primera vez que un test de ADN remite a Vicente a posibles familiares. «Otras veces me ha dado coincidencia con personas que podrían ser mis primos terceros o cuartos, pero claro, el rastro aquí de parentesco es muy remoto», recuerda el valenciano.
Comprado. Fue en 2011 cuando sus propios padres le confesaron que lo habían comprado al nacer. Empezaba su lucha.
Lucha. Rebuscó en el libro de niños enterrados en el cementerio General, se inscribió en tres bases de ADN nacionales, ha viajado por media España... Sin éxito.
¿1972?. Duda hasta de su fecha de nacimiento, un 14 de marzo, pero mantiene la esperanza.
Es el enésimo episodio de la lucha de un hombre que allá por 2011 ya se lanzó a cotejar en el registro de bebé difuntos del cementerio de Valencia aquellos que habían sido enterrados en la semana en la que él nació. «A ver esta última esperanza», susurra.
Se mira en el espejo de Cristina García, la mujer de Madrid que gracias al test dio con su hermano, un hombre con el que comparte madre, según el ADN. Pero las expectativas del fichero nacional son muy remotas. En el registro público del Instituto Nacional de Toxicología apenas hay medio millar de perfiles y con él no se ha producido ningún registro. Un desolador currículo para la maltrecha esperanza de los niños robados.
El abogado Enrique Vila es posiblemente uno de los más incansables luchadores de los niños robados. Ahora presenta el libro 'Cartas de un bastardo al Papa', en el que pide abrir archivos oficiales a la causa. Vila se lo entregó al propio Pontífice.
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