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Sanitarios del hospital La Fe, en plena pandemia. Txema Rodríguez
Los últimos afectados por el coronavirus

Los últimos afectados por el coronavirus

El Covid aún mata a media docena de valencianos a la semana, ha dejado graves secuelas en enfermos y las vacunas también han causado recelos

Paula Franco, Ángela Amador y D. Guindo

Domingo, 16 de julio 2023, 01:08

El fin de las mascarillas obligatorias en los centros sanitarios, prácticamente la única restricción que quedaba por el Covid-19, ha escenificado que se haya dado por superada la pandemia. Pero las consecuencias de un patógeno que ha matado a más de 10.000 valencianos todavía siguen muy presentes pese a que ya se equipare con otros virus como la gripe.

Sin embargo, y pese a que la incidencia del coronavirus se encuentra en uno de los momentos menos intensos desde que irrumpiera en marzo de 2020 (gracias, principalmente, a la vacunación masiva y a las medidas de protección), todavía hoy el Covid provoca media docena de fallecimientos semanales (presenta una tasa de letalidad del 3,1% entre los contagiados mayores de 60 años) en la Comunitat y mantiene en los hospitales a más de un centenar de pacientes, habitualmente con patologías previas, y los casos más delicados se reubican en las salas de críticos, siempre según datos recopilados por la Conselleria y el Ministerio de Sanidad.

Pese a que la tasa de positividad en la región no es elevada (alrededor del 12% por cada 100.000 mayores de 60 años, lo que supone alrededor de medio millar de nuevos casos cada quince días) y su impacto en hospitales y centros de salud no es significativo, sus efectos en la red asistencial todavía colean. Los médicos de Atención Primaria tratan de ponerse al día con todos esos enfermos crónicos que no han recibido el seguimiento adecuado (de ahí que el número de consultas siga estando por encima de lo recomendado) y que, en muchas ocasiones y al sufrir una descompensación, los afectados acaban en las Urgencias hospitalarias, que terminan saturándose. Esto es una especie de daño colateral para los pacientes de otras patologías tan graves como el cáncer (se han reducido y se han demorado las pruebas diagnósticas) o para aquellos que presentan problemas de salud mental, cuya dolencia se ha agravado o ha nacido por la pandemia.

Esta sensación de que se ha superado el drama del coronavirus ha hecho que cada vez haya menos respaldo a inocularse más vacunas, incluso aunque estén adaptadas a las últimas variantes del Covid, más contagiosas pero menos peligrosas. Varios datos ponen sobre la mesa esa tendencia. De los, aproximadamente, 4,4 millones de valencianos que completaron la pauta, poco más de tres millones recibieron la dosis de recuerdo, cifras que se desploman especialmente entre los menores de 40 años (de hecho, sólo la mitad de los niños de entre 5 y 12 años ha recibido los dos pinchazos).

Aunque lo más llamativo se registra entre los mayores, aquellos que superan los contagios con más dificultades. Algo más del 95% de los valencianos que ya han cumplido las seis décadas cuenta con la pauta completa (en el caso de los octogenarios, la totalidad), mientras que en esas vacunas adaptadas que se empezaron a inocular el pasado otoño los porcentajes se reducen a entre el 50 y el 73%. Un exceso de confianza que el próximo otoño-invierno podría generar una cierta amenaza. Las vacunas, además de toda la incertidumbre inicial y episodios como la paralización de la inoculación que hubo con Astrazeneca, también ha generado problemas por los presuntos efectos secundarios. Al igual que el bautizado como Covid persistente.

«Lo que es prioritario para nosotros es la investigación», afirman desde APAVaC19, una asociación de personas afectadas por la vacuna contra el Covid. No todos los miembros tienen las mismas patologías ni los mismos síntomas y, de hecho, muchos están sin diagnosticar, por lo que se llega a estigmatizar sus dolencias. Quieren dejar claro que no son ni antivacunas ni negacionistas: «Simplemente necesitamos recuperar nuestra vida porque se nos ha parado por completo». Para ellos es imprescindible que se reconozca la vacunación como una posible causa de sus síntomas. Ahora bien, ¿por qué están seguros de que las vacunas son la causa de esta situación? Celia explica que la mayoría eran personas sanas y al día siguiente de la inyección de la vacuna empezaron a empeorar con los síntomas. «Es bastante evidente», asegura, de ahí que reclamen investigación que permita llegar a diagnósticos y tratamientos farmacológicos.

También existen los afectados por Covid persistente, una afección que se desarrolla tras contagiarse y sufrir los síntomas entre cuatro y doce semanas después. Pese a que se ha creado una unidad especializada en la dolencia, los enfermos piden mayor atención y recursos.

Cada uno de ellos presenta síntomas diferentes: fuerte dolores de cabeza, pérdida de memoria, dificultad para hablar o andar, sudoración, falta de olfato y gusto o temblores. Esto provoca que tengan unas grandes limitaciones para poder continuar con la rutina diaria.

Los afectados por Covid persistente se sienten «abandonados» y por ello crearon un grupo donde recibir apoyo los unos de los otros. Cuentan también con un grupo de trabajo donde diferentes profesionales como fisioterapeutas o médicos prestan ayuda para mejorar la calidad de vida de estas personas. El colectivo reclama ayudas, investigación y tratamientos.

Núria López | Afectada por la vacuna del Covid

«Necesitamos recuperar la normalidad como el resto de la sociedad»

Nuria López. Jesús Signes

Se sienten incomprendidos y en parte abandonados a su suerte. Llevan apenas unos meses organizados en APAVaC19, una asociación de personas afectadas por la vacuna contra el Covid. Núria López es una de sus miembros. Confiesa que, aunque es «bastante asertiva y fuerte», la situación la ha desbordado. Cuenta que trabajaba en un sindicato educativo con varias responsabilidades a su cargo y que empezó a no comprender nada de lo que le pasaba.

Nuria explica que le ha costado mucho desligarse del trabajo, aunque no lo ha hecho del todo para sentirse «útil». Sin embargo, una de las cosas que tenía claras era que si le afectaba emocionalmente, su estado físico empeoraría. «Dentro de lo mal que estoy, me siento afortunada por el apoyo de mi familia y por poder pagarme los tratamientos necesarios, no todo el mundo puede», asegura.

A Núria la vacunaron con AstraZeneca la primera y la segunda dosis y fue a partir de la tercera dosis con Moderna, en enero de 2022, cuando perdió movilidad y comprensión lectora y escrita. Cuenta que hasta mayo la atendieron tres médicos de urgencias, tres neurólogos y traumatólogos y «nadie planteaba la vacunación como causa». Al ver que la atención hacia su caso era «nula», buscó un fisioterapeuta y comenzó con ejercicios en casa pero «era insuficiente». En octubre recayó y consiguió una rehabilitación personalizada por su cuenta «para recuperar todo lo que había perdido».

Actualmente está acudiendo a rehabilitación física para recuperarse de la debilidad muscular generada, a rehabilitación vestibular para la pérdida del equilibrio y los vértigos y a rehabilitación cognitiva, ya que perdió comprensión lectora y escrita, además de la memoria y la concentración. Comenta que los profesionales de rehabilitación le han dicho que es muy pronto para reincorporarse al trabajo en septiembre ya que podría recaer a nivel físico dada la limitación que aún padece: «Mi futuro es incierto».

Núria confiesa que ha tenido que pasar un proceso de duelo: «Imaginate convertirte en una persona dependiente de un día para otro». Comenta que no se podía ni lavar el pelo sola ni andar, «solo podía dejar pasar el tiempo». Tiene una cosa clara: «Necesitamos recuperar la normalidad como el resto de la sociedad».

Marina Ibáñez | Afectada por Covid persistente

«Mi hija tiene que vestirme y llevarme al baño, yo no puedo»

Marina Ibáñez. Iván Arlandis

Marina Ibáñez trabajaba como encargada de tienda en Valencia, enfermó de Covid en noviembre de 2020 y perdió 26 kilos. «Me vestía con una talla de 14-16 de niña», asegura.

Actualmente padece Covid persistente y presenta un total de 36 síntomas. Antes de coger el virus, salía a pasear todos los días y entre sus hobbies se encontraba bailar salsa y bachata. Pero su vida dio un giro radical y la rutina que antes llevaba, se ha reducido a cenizas.

Marina se levanta todas las mañanas con miedo a que le aparezca un nuevo síntoma. «Ayer me desperté con un picor muy fuerte en los ojos, me lloraban, era un estado que no había vivido desde que me contagié», explica .

Ninguno de los miembros que forman parte del colectivo de afectados de Covid persistente ha recibido la incapacidad para poder dejar de trabajar, a pesar de que muchos de ellos no pueden hablar o andar. Cuentan que los médicos les conceden bajas sucesivas, y cuando estas se terminan, les acaban despidiendo.

Uno de sus grandes problemas es el gran desconocimiento que existe sobre las secuelas, incluso para los médicos. Marina, que lo sufre, explica que toma 12 pastillas por el día y 11por la noche. Una de ellas es para combatir la migraña, dolencia que ella nunca ha padecido, pero debido a que los médicos no saben cómo hacer que sus recurrentes males de cabeza cesen, prueban con distintos tratamientos farmacológicos.

«Al principio, el equipo clínico me decía que las aflicciones que tenía provenían de algo psicológico, producto de la depresión y la ansiedad», cuenta.

Sus dolencias parten desde cólicos al riñón que la llevan a Urgencias, taquicardias , bravicardias y esclerosis múltiple con síntomas en la pierna izquierda. Ha sufrido un ictus y presenta problemas al andar. «Mi hija tiene que vestirme y llevarme al baño», afirma.

Marina pone el foco en la necesidad de «que se invierta en investigación, que se encuentre una cura o que mejore nuestra calidad de vida, porque nos hemos convertido en seres dependientes».

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