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paula real/ raquel granell/ patricia montañana
Lunes, 9 de agosto 2021, 00:14
¿Se pueden pasar las vacaciones de verano en Valencia? Por supuesto. Y es más, hay quien lo hace tan a gusto. La gran ciudad es una opción más para disfrutar estos meses. Incluso antes de la pandemia, algunos de ellos ya no se desplazaban fuera durante esta época. Su experiencia puede servir para aquellos que por la el coronavirus ven limitada su actividad por primera vez.
Las restricciones en la Comunitat se mantendrán por lo menos hasta el 16 de agosto y parece que la cosa no va a cambiar mucho hasta que no haya más gente vacunada. La quinta ola del Covid-19 ha provocado que mucha gente haya decidido abortar sus planes de viaje. En muchos municipios se mantiene la limitación de circulación entre la una de la madrugada y las seis de la mañana. Los bares y restaurantes tienen a las 00.30 horas y el aforo está restringido, por lo que salir a tomar algo ha dejado de ser casi una opción en un verano tan inusual.
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El turismo sigue su curso pero a menor ritmo. Por Valencia hay visitantes extranjeros pero muchos menos que antes de que la vida se volviera tan rara. La ocupación hotelera ronda el 70% pero la sensación en la calle es distinta. Si en agosto en los barrios se respiraba a eso, a barrio, ahora con la pandemia el aroma es mucho más profundo. Las piscinas municipales tiene el aforo completo, el cauce del Turia es ahora un lugar para oxigenarse y la calle se ha convertido en el particular parque de atracciones de cada cual.
Los centros de día donde las personas mayores realizan sus actividades permanecerán con la persiana echada hasta octubre por la pandemia. Poca alternativa queda para los más mayores. El arte por su parte, tanto urbano como en salas, sigue abriéndose paso aun con el bochorno de agosto. Algunas de estas alternativas son los planes culturales gratuitos que ofertan los museos, como el de Historia de Valencia.
Vecinas Camins al Grau
Hay muchos valencianos que deciden pasar las vacaciones en la ciudad por motivos muy diversos. Es el caso de las vecinas del barrio Camins al Grau de Valencia, entre la calle Río Escalona y Lo Rat Penat. Un grupo de amigas jubiladas que ya lleva cuarenta años saliendo a la plaza de su barrio a jugar al parchís.
Desde que sus hijas eran muy pequeñas, ellas se juntan para compartir momentos y partidas. «Nos gusta estar aquí todos los días, pasar el rato juntas», destaca Carmen Marco. Ahora en vacaciones salen alrededor de las siete de la tarde, cuando el calor da una tregua, para jugar un rato y, según cuentan, por la noche es el turno de las cartas.
Carmen, junto con sus compañeras, a pesar de tener sus lugares de recreo fuera de la ciudad, prefiere quedarse en el barrio haciendo lo que más le gusta. «No queremos irnos a nuestros pueblos, preferimos esta vida», destaca. Relatan que son siempre las mismas las que bajan a jugar y las únicas en el barrio. «Tenemos reservado el sitio», explican entre risas. «No suelen venir otras familias o grupos de amigos, siempre estamos nosotras», apunta Carmen.
Para ellas los ratos de tiempo libre jugando les da la vida: «No necesitamos más». Después de cuarenta años siguen con la misma rutina diaria. «Lo pasamos de maravilla», destaca una de las vecinas del parchís mientras mueve el cubilete.
Además de ser unas aficionadas a los juegos de mesa, también se juntan para comer y cenar por los bares de la misma zona y organizan comidas en sus propias casas pero siempre sin salir del barrio. «De lo a gusto que estamos aquí a la fresca no queremos irnos», comentan. Entre risas cuentan cómo son sus ratos de ocio todas juntas, compartiendo mucho más que un juego: «Somos compañeras de vida».
Cuando se está a gusto, no se necesita nada más, todas lo tienen claro. Ellas mismas son las que afirman que, a pesar de que parezca que no tienen vacaciones o no disfrutan del verano, remarcan que lo más simple es lo que más les llena: «Sin necesitar grandes lujos somos felices».
John Mike
John es un joven inmigrante nigeriano de 23 años. Vino a Valencia solo siendo menor en busca de un futuro próspero que consideraba inalcanzable sin emprender su viaje. Primero cruzó un desierto a pie y después el Mediterráneo en una patera. Asegura que no fue fácil, pero ahora dispone de un permiso de residencia y trabajo que aprovecha como encargado de un restaurante en la playa de la Malvarrosa.
A aquellos que piensan que viene a quitar puestos de trabajo les aconseja que espabilen: «A mí nadie me ha regalado nada». Durante sus vacaciones, ni siquiera contempla la posibilidad de volver a su país. «Sólo el vuelo supone más de mil euros y soy consciente de que ese dinero le vendrá mejor a mi familia». John echa en falta a sus padres y hermanos, aunque está al tanto del valor de conversión de la moneda europea al naira nigeriano, siendo un naira equivalente a 0,002 euros.
A su corta edad sorprende por su madurez. Tiene varias metas en su mente, como el proyecto de construcción de una vivienda en Nigeria para la que envía mensualmente dinero de su sueldo a sus padres: «Ahora lo tengo un poco parado». Confía en remontar en los próximos meses.
Vive completamente independizado con su pareja y el próximo mes de septiembre comenzará a formarse para ser educador social. Cree que con su experiencia será capaz de ayudar a jóvenes en situaciones similares «y corregir ciertas pautas o normas por otras más eficientes». Algo que le llena de ilusión y a lo que espera poder dedicarse en un futuro próximo.
Durante sus vacaciones en Valencia ha visitado algunos parajes naturales. El que más le ha gustado es la fuente de los Baños en Montanejos. Fue con cuatro amigos, ya que alguno de ellos se ha sacado recientemente el carnet de conducir. Lamenta que en los últimos meses su círculo se ha vuelto más estrecho porque «algunos no se cuidan del coronavirus». Después de algún que otro susto por el que tuvo que confinarse va con más cuidado.
Su mayor hobby es el patinaje. Con él ha recorrido toda Valencia de una forma sostenible y sana. «Hago rutas por la ciudad y a veces vamos hasta Pinedo con gente que conozco por grupos de Facebook». Se plantea dentro de unos veranos viajar a visitar a su familia aunque para ello espera tener una mayor estabilidad económica.
Familia González, Mª Carmen Escrihuela y Martín Fernández
Las piscinas municipales suelen ser frecuentadas por familias y grupos de amigos en verano. Estas son otra de las opciones de ocio que se escoge para combatir las altas temperaturas.
Muchos deciden acudir para pasar una mañana soleada o el día completo a un establecimiento lúdico y acuático como el del Parque del Oeste, donde el agua es la verdadera protagonista.
La diversión para los más pequeños tampoco puede faltar: toboganes, colchonetas, tres piscinas de diferentes tamaños, un chiringuito, una pequeña área de multiaventura o una zona para picnic.
En esta se encuentra la familia González Marín con sus tres hijos. Relajados y a la sombra refrescándonse con un helado, el padre Miguel Ángel González afirma que siempre optan por esta piscina «porque nos gusta la instalación, llegamos rápido, nos queda cerca y el ambiente entre semana es el idóneo para pasar el día tranquilo».
La familia también suele ir a la playa o a algún río pero «a veces la arena te hace replantearte cambiar el plan a la piscina porque está más limpia», opina Miguel Ángel. «Dentro de unos días la niña se irá a Galicia para cambiar de aires, aunque nosotros nos quedamos aquí porque trabajamos los fines de semana en hostelería», lamenta.
Mari Carmen Escrihuela en su primer día de vacaciones acude al mismo lugar con sus dos hijas: «Desde hace dos años que no veníamos por el covid pero hoy hemos aprovechado para acercarnos a darnos un baño». Este año han decidido quedarse en Valencia. Aunque las expectativas eran altas, califica este verano casi como el anterior. «La cosa no está muy allá para viajar. Preferimos prevenir y esperarnos a que la situación mejore», asevera.
Para ella y sus dos pequeñas «es el plan perfecto». Además, define el servicio como una maravilla, con el aforo «muy regulado», y asegura que volverán las próximas semanas.
Otro bañista es Martín Fernández, un joven que va al recinto con su hermano y unos amigos. «Últimamente no acudíamos mucho pero ya era hora, apetecía», confirma.
Este año se han ido de vacaciones cerca de la ciudad y no tantos días como los veranos anteriores. La piscina les pilla muy próxima a casa y para él es mucho mejor que ir a la playa: «Si tuviese una en casa sería mucho mejor pero no es el caso». También destaca que la gente se sitúa en su parcela en el césped y no hay aglomeraciones para evitar el coronavirus. «Es un plan guay para venir con colegas, te pillas algo de picar y te puedes pasar perfectamente aquí toda la mañana», concluye.
Conchín Conejero
Al igual que los animales crepusculares, Conchín inicia su actividad al atardecer. Condicionada físicamente por su edad, 75 años, ha decidido pasar el resto de sus veranos dentro de su aclimatada zona de confort. «Cuando era joven viajé mucho. Estuve por toda Europa y también en Egipto».
Ahora coge el 92 en la Gran Vía Marqués del Turia cada tarde para ir al puerto. «En Valencia no sabemos lo que tenemos, esto es todo un privilegio», comenta mientras admira los yates amarrados que reposan en el muelle.
Desde joven lidia con alguna que otra ligera crisis de epilepsia. Lleva una vida normal, sin sobresaltos. Vive sola, cosa que ella considera toda una virtud «por no tener que rendir cuentas a nadie». Una decisión que tomó en su juventud cuando el discurso feminista todavía no había calado tanto como hoy en día.
Todo fue rodado hasta que la soledad que acecha a la vejez le jugó una mala pasada. Una caída le ocasionó fuertes lesiones cervicales, privándola ya no de su movilidad, sino de la seguridad que sobre sí misma profesa.
Conchín se muestra optimista con el tono dulce de aquellos que todavía emplean la expresión 'chuli piruli' para referirse a la multitud de planes que se pueden realizar en Valencia.
Hoy luce un look «ibicenco para pasear cerca del mar». Pronto estrenará uno de los modelitos «a lo Julia Roberts en el hipódromo de Pretty Woman» que presume de haber conseguido en las rebajas de un centro comercial, otra de sus aficiones. «En esta superficie se está fresquito» comenta agradecida, ya que ella misma se considera «una flor de invernadero» a la que el calor no le sienta demasiado bien. No se aburre, pero espera el frío con el ansia del jubilado que no ha de incorporarse a la rutina en septiembre.
Al final, se puede disfrutar de las vacaciones en la playa, patinando, paseando o jugando al parchís sin la necesidad de tener que salir de Valencia.
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Javier Bienzobas (Gráficos) y Bruno Parcero
Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
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