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Jorge Dómenech López, cocinando en el seminario de la ciudad polaca de Katowice. JDL

El valenciano que ha alimentado a 300 refugiados al día en Polonia

Jorge Doménech López trasladó 12 ucranianos desde Varsovia a principios de marzo y ahora ha regresado de Katowice donde colaboró en la cocina española en el seminario

Jaume Lita

Valencia

Miércoles, 13 de abril 2022, 00:43

Todo empezó el miércoles 2 de marzo, cuando Jorge Doménech López estaba mirando la televisión: «En unos segundos pasé de ver el drama de la guerra en Ucrania, con una niña encerrada en un búnker que decía »no quiero morir«, a la diversión ... de una serie cómica. Cortocircuité en ese mismo instante». Así recuerda el valenciano ese momento no tan lejano y desde entonces ha viajado a Polonia en dos ocasiones, aunque a ciudades y con objetivos diferentes bajo el denominador común de «ayudar a refugiados ucranianos que huían del horror de la guerra». Del primer viaje que partió con ayuda humanitaria desde Valencia y acabó con 12 ucranianos «que todos tenían lazos con Valencia o España», al segundo viaje «una experiencia diferente en la que cocinamos para 300 personas diarias desde Katowice», del que ha regresado recientemente. En menos de una semana organizó el primer convoy y en el segundo se embarcó en sólo 48 horas, todo ello gracias a la solidaridad valenciana.

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La historia de Jorge no distará mucho de la de todas aquellas personas que han decidido aportar sobre el terreno la «mínima ayuda» que necesitan aquellos ucraniano que huyen de la guerra provocada por Rusia en su país. «Me lancé a a una piscina que no tenía agua, por eso organicé unas 'cadenas económicas' en diferentes grupos de conocidos y por lugares para conseguir una recaudación que permitiera un viaje de Valencia a Polonia para traer a gente que necesitara venir aquí», relata Jorge del inicio de su idea. «Lo primero que hice fue buscar si en Valencia había una asociación de ucraniano y me apareció la Asociación de Ucranianos en la Comunitat Valenciana 'Ukraina'. Yo quería ir con una furgoneta para traemer a gente y allí me atendió encantado Mykhaylo Petrunyak, presidente de la asociación (Mykhaylo Petrunyak participó junto con su hijo Olek y un colaborador en el debate de LAS PROVINCIAS al cumplir el primer mes de guerra en su país), aunque yo le llamo Miguel. Me dijo que lo que necesitaban era pañales, leche... Así que el sábado, 5 de marzo, organicé a un grupo con Scouts del Colegio Maristas de Valencia y llenamos 17 carros hasta arriba de lo que la gente nos daba a la salida de los supermercados«, detalla el valenciano.

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A Jorge le ayudaron lo que denomina «cadenas económicas» divididas por grupos. Así llegó más ayuda y la financiación necesaria para emprender tal empresa. «Dado el volumen de generosidad alquilamos dos furgonetas y ese mismo martes, menos de una semana después de cortocircuitar viendo la televisión, salimos de Valencia con más de 2.000 kilómetros por delante. Hicimos casi el viaje de tirón, parando lo reglamentario y cambiando de conductor. Me tocó dormir en un saco de dormir al raso ya en Polonia, estando a -4ºC. Me recordó a mi época de Scout», indica Jorge Doménech López.

Al llegar al país polaco se dirigieron «a un pueblo muy pequeño que nos habían indicado. Allí vaciamos la furgoneta para cargar todo el material humanitario en un autobús que se dirigía a la frontera con Ucrania y así hacer que lo que salió de Valencia entrara al país en plena guerra. Ahí cumplimos la primera fase. Nos quedaba la segunda: recoger a 16 ucraniano en Varsovia». En la capital polaca Jorge viviría en primera persona «el drama de la guerra». «Cuando recogimos a las personas con las que nos habíamos citados vi que no había ningún hombre adulto. Lo único era un señor muy mayor, que junto con su esposa querían llegar a España porque en Málaga estaban sus hijas con sus nietos viviendo. El resto eran madres con bebés y niños adolescentes. A todos los hombres en edad de servicio militar no les dejaron salir del país. Imagínate qué habían vivido esas personas que una de las madres nos comentó que a su bebé le estaban saliendo los dientes, que si era un problema para venirse con nosotros. Les dimos cariño y tranquilidad, la máxima normalidad posible», indica el valenciano con una mirada diferente a la del resto del relato.

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«Una vez dentro de las furgonetas sentimos que ya estaban a salvo esas personas, que emprendíamos el viaje de regreso a nuestra casa y a su futura casa. Atrás dejaban a padres y parejas sin saber si los volverán a ver. Mira el sentimiento que tenían esas 16 personas que nos trajimos hace menos de un mes, que en cada parada que hicimos no querían bajar a estirar las piernas o comer algo. Parecía que querían llegar a Valencia lo antes posible, huir de aquella zona de Europa», recuerda Jorge de un viaje de vuelta que también tuvo un momento delicado, que fue cuando «dos de las mujeres que iban con sus hijos recibieron la información de que el ejército ruso estaba bombardeando las ciudades en las que se habían quedado sus maridos».

Mediante la colaboración de otras personas, entre las que se encontraba un miembro de la Asociación de Ucranianos en la Comunitat Valenciana 'Ukraina' para hacer de traductor y ayudar en el trato directo, cuatro familias ucranianas llegaron a Valencia el 11 de marzo, en plenas Fallas. «Nos tocó contarles y explicarles muy bien lo que era la fiesta y el uso de petardos. Pedí al padre Miguel de Maristas que nos dejará entrar directos al patio del colegio para evitar que la llegada fuera cercana a una falla y pudieran asustarse con la pólvora. A los pocos días el matrimonio mayor nos envió una foto del hombre con sus nietos. Él está sonriente en la imagen. Ya sólo por eso vale la pena cualquier cosa que hagamos, por mucho que nos cueste», señala Jorge.

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«Jorge, tenemos un problema»

Ese fue el punto de partida de una aventura que ha tenido también el envío de material quirúrgico «en un camión especial» desde Valencia. Pero faltaba por llegar el segundo viaje de Jorge a Polonia. Todo empezó con una llamada de Mykhaylo. «Me llama un día Miguel y me dice 'Jorge, tenemos un problema'. Eso fue el jueves 31 de marzo y me cuenta que hay un cocinero que ha organizado el viaje para cocinar allí en Polonia, pero el camión les ha dejado tirado. Recuerdo que era en plena huelga de transportistas. La solución pasaba por alquilar una furgoneta, de la forma que fuera, y llevar algo de comida para cumplir con las comidas pactadas »el lunes 4 de abril. Había poco tiempo. En 24 horas teníamos el medio de transporte y sólo 48 horas después de recibir la llamada de Mykhaylo ya estábamos en carretera en dirección, en este caso, a Katowice«. Así se gestó, en un visto y no visto, la segunda empresa de Jorge Doménech a tierras polacas.

A la ciudad de Katowice tenía que llegar el material indispensable para poder dar de comer en el seminario de la ciudad, mientras que solucionaba el transporte del resto de ingredientes y ayuda humanitaria que había gestionado el cocinero Vicente Ciriaco. «En este caso me acompañó un amigo y su mujer, que se prestaron a llegar a Katowice y ellos se volvieron directamente a Valencia. Fue un viaje horroroso. De Valencia a Lyon todo era viento que dificultaba la conducción, pero había que cumplir con el objetivo. Llegamos el domingo por la tarde a Katowice, allí me quedaba yo en el seminario esperando a la llegada del chef con su equipo, que venían en avión, pero ellos no podían traer todo el material necesario. Nos tocó comprar carne, porque no teníamos, y acabamos dando de comer a 300 personas cada día», explica el valenciano.

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Jorge relata que formó parte del equipo de Vicente Ciriaco durante su estancia de una semana en el seminario de Katowice, pudiendo dar de comer directamente a refugiados que llegaban al edificio religioso en busca de cobijo y comida, de protección tras huir de su casa. En ningún momento él ha estado cerca de la frontera, pero ha visto los ojos que sólo querían escapar del horror. En un primer momento se convirtió en un conductor de escape y en el segundo viaje, en un pinche de cocina improvisado en 48 horas.

Ser la persona de acogida en un país extranjero es una experiencia que confirma que es «difícil de transmitir, por muchas horas que se hable». «Hay que ser conscientes de que las personas que están allí es gente que va sin norte, que sólo quieren escapar de la guerra, que han tenido que dejar sus casas, incluso a familiares que no saben si podrán volver a ver. Es duro, muy duro pensar en eso. Yo volvería una tercera vez a Polonia, incluso si pudiera a la frontera con Ucrania, pero yo ya he cumplido con mi tarea, aunque la ayuda seguirá llegando», indica Jorge Doménech, un valenciano que un día «cortocircuitó» y acabó en Polonia pocos días después, y de nuevo un par de semana más tarde. La ayuda aún se necesita, Jorge siempre estará ahí para unir los lazos entre Valencia y el pueblo ucraniano. Siempre habrá una furgoneta que permita hacer llegar lo que más se necesite, siempre acompañado de afecto y estima.

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