![Coches siniestrados en un descampado de Paiporta.](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/10/30/PHOTO-2024-10-30-09-21-52-kgV-R958Jluk1z0D7Ioucf4Hu3H-758x531@Las%20Provincias.jpg)
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Paiporta es ya uno de los epicentros de la tragedia. Un drama contra el que no cabe consuelo. La desolación resulta total y absoluta. Las víctimas se acercan a las dos decenas, según los primeros recuentos oficiales. Catorce horas después de la riada, los vecinos no comprenden todavía cómo puede ser que nadie les avisara. De repente, el agua llenó las calles. Sin aviso, sin alerta. De la forma en la que llegan las peores noticias. «Mira, era un día tan normal... Mi marido se fue al gimnasio, prueba de la tranquilidad. Se volvió corriendo a casa cuando, de repente, vio el agua», comenta María.
El resto es la crónica de una noche en vela, con dos niñas y otra familia acogida en el salón. «Tenían su casa -la planta baja- inundada. Cogieron la documentación y subieron». Sin agua y sin luz desde las 19 horas del pasado martes. Pero eso es un hecho menor con lo que esta familia presenció desde el balcón de la vivienda.
«Paiporta se convirtió en una ratonera, los coches flotaban como si fuera una pecera». Los automóviles -continúa- estaban parados mientras el agua se dirigía hacia ellos. «En unos minutos de querer dar la vuelta, ya no podías salir del coche y te quedabas atrapado». Desde allí presenció cómo un joven salió de su vehículo, cogió un palé que arrastraba el agua y lo colocó en el capó del coche. «Estuvo allí durante horas». Su marido tampoco olvidará la jornada. «Sacó a un hombre por la ventanilla de su coche. Había bajado a tratar de sacar el coche del garaje».
Fue esta una acción que se repitió con frecuencia a partir de los primeros mensajes que alertaban del desbordamiento. El intento, a la desesperada de tratar de sacar los vehículos del parking por el riesgo de que se inundara, tal y como al final, ocurrió. «No pensábamos que a la zona donde nosotros vivimos, que es relativamente nueva, iba a llegar al agua». De repente, como de la nada «empezó a subir, a subir, a subir y con mucha gente atascada en sus en sus coches pidiendo ayuda». Hubo un momento, incluso, en el que admite que el sufrimiento fue mayúsculo. «Se oía a gente atrapada que reclamaba auxilio».
Catorce horas después del desastre continúan sin «luz ni agua». Al parecer, dicen que lo han cortado por seguridad, pero creo que no hay suministro. «No sé lo que vamos a hacer». Los vecinos están ahora mismo en el garaje porque «tenemos unos coches encima de otros». La jornada de hoy será dura. En realidad, nada será ya lo mismo de ahora en adelante. Paiporta quedará marcada para siempre por el fenómeno meteorológico. Igual que le sucedió a Valencia en 1957.
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