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B. CRUAÑES
Valencia
Viernes, 1 de julio 2022, 02:14
A las puertas del Rectorado de la Universidad Politécnica se divisa una muchedumbre. Son 47 familias valencianas que se concentran para dar una dulce bienvenida a un autobús con 50 menores procedentes de Ucrania. Van a ofrecerles un hogar durante los próximos dos meses. Un refugio en el que los menores podrán pasar un verano alejados del estruendo de las bombas y en el que podrán tratar de recuperar una inocencia casi perdida durante estos últimos meses de guerra.
Cuando llega el autobús los aplausos resuenan en el campus de la Vera. Los pequeños bajan del vehículo a la llamada de las monitoras, que los nombran por orden de lista. Acto seguido, les presentan a su familia asignada. La escena es conmovedora. Familia y niño se saludan con un caluroso abrazo. Son momentos en los que se entremezclan varias emociones como la alegría y el alivio pero, al mismo tiempo, también relucen sentimientos como el miedo y la nostalgia en algunas miradas. Una losa que los menores llevan arrastrando durante un largo viaje de cuatro días en carretera. Algunos necesitarán un tiempo para acostumbrarse a la nueva situación, alejados de sus familias.
Niños y niñas de entre 6 y 12 años escapan de los misiles que vienen sucediendo en la región de Chernobyl, frontera con Bielorrusia. El gesto de solidaridad viene de parte de la ONG Juntos por la Vida, que se encarga desde hace 25 años de la acogida internacional de menores en situación de guerra. Sin embargo, en esta ocasión el estallido del conflicto ucraniano y la situación que no deja de empeorar les ha obligado a poner en marcha un programa especial de evacuación para menores ucranianos.
Desde la organización aseguran que durante la evacuación de los niños los bombardeos se podían sentir muy cerca. “Cuando estábamos en la frontera con Bielorrusia se podían oír los estruendos de los misiles en las aldeas de alrededor".
Sin embargo para muchos la huida es algo pasajero. El vicepresidente de la asociación, Jesús Rodríguez, cuenta como durante su último viaje a Ucrania observó como el flujo de entrada era mayor que el de salida. "Los ucranianos quieren volver a sus casas. Es algo normal".
Familias de acogida
Sonia es una de las madres que se ha ofrecido voluntaria para ayudar en el programa de acogida de menores. Es la primera vez que decide acoger en casa a alguien que lo necesita ya que desde el estallido del conflicto ha tenido la necesidad de verse involucrada y colaborar. "Queremos que la niña disfrute al máximo y lo pase bien. Iremos observando cómo evoluciona su adaptación en casa". Sus dos hijos, Nicolás y Sofía también están ilusionados de poder ampliar la familia y poder darles a su nueva hermana una distracción durante los próximos meses. “Haremos cualquier cosa en la que podamos ayudar. Le hemos preparado un verano divertido”.
La mayoría de los niños provienen de aldeas donde han sido testigos del horror y sufrimiento. Una de las niñas casi no puede explicar con palabras lo vivido y lo duro que resulta alejarse de la familia. “Tenía miedo de las bombas. En Ucrania se han quedado mis dos hermanas y mi madre".
Otro de los testigos es Nastia, la menor refugiada tiene 13 años y cuenta que ha oído muchos disparos y han visto muchos ocupantes rusos pasando en tanques casa por casa de su aldea. Durante la ocupación soviética su familia permaneció un mes encerrada en casa y cuando liberaron la zona fueron a vivir a la ciudad. Afortunadamente, Nastia está muy contenta por haber llegado a España y tener una familia buena que la cuide durante este tiempo.
Entre algunas de las familias se ha desatado la emoción. Rosa Domingo se encargará de Alona, la hermana pequeña de Nastia. La madre de acogida se muestra especialmente emocionada cuando Alona baja del bus. Ambas corren enseguida a abrazarse entre los aplausos del resto. El sentimiento de solidaridad es mutuo y se concentra un espíritu de cooperación que une a todas las familias. “Tenía muchas ganas de verla porque sé que lo ha pasado mal y se merece ser feliz. Vamos a procurar que pasen un verano del cual no se olviden".
En definitiva, se trata de hacerles la vida lo más agradable posible durante su estancia y olvidar por una temporada el calvario de la invasión desatado en su país desde comienzos de año. Precisamente es el objetivo de las familias de acogida a las que se dirigen. Devolver la ilusión y la inocencia a los menores y que pasen un verano como lo que son, niños.
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