La Policía Nacional está entre las instituciones mejor valoradas por los españoles, pero sus agentes llevan más de dos décadas trabajando en un espacio precario: la sede de Zapadores cuya reforma se ha reactivado, al menos sobre el papel, para que 30 millones ... conviertan el viejo cuartel militar en un entorno digno y moderno.
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Pero para eso aún habrá que esperar a 2024, si es que se cumplen los plazos anunciados el miércoles por el director general de la policía, Francisco Pardo. Hoy por hoy el complejo es un conjunto caótico de edificios donde lo antiguo se mezcla con lo moderno, lo ruinoso con el apaño provisional, con naves entre redes por riesgo de desprendimientos, amenazantes marañas de cables, conductos descolgados, roturas y otros espantos.
Ya en la entrada principal, junto a la barrera, nos saluda una tubería descolgada sobre una barandilla. A la derecha, las feas redes se eternizan. Cubren la fachada principal con riesgo de desprendimientos. Tal es el peligro que se ha optado incluso por acotar una parte de acera junto a la zona ajardinada exterior.
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Y esto es sólo lo que se ve desde fuera. En las entrañas de Zapadores los sindicatos Justicia Policial (Jupol) o Alternativa Sindical de Policía (ASP) revelan otras muchas deficiencias. Un cable de electricidad pende suelto sobre la puerta de las oficinas de los guías caninos. Cerca de este punto, la antigua cafetería alberga un tatami para entrenamientos. Es un espacio «inadecuado y provisional». Allí, un baño de hombres no tiene taza, sólo letrina y para colmo la puerta no cierra. Esta vieja construcción de dos plantas y menor tamaño que las naves históricas, es sede provisional de la trasladada Comisaría de Centro y alberga también a un sindicato. «Está llena de desperfectos», señalan los agentes.
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En la zona de los vestuarios se rompieron ventanas y «ahora se han fijado con tornillos». Por culpa de estos problemas se han producido «encharcamientos y problemas de climatización, denuncia Jupol.
El viejo edificio que recae a la fachada de Zapadores alberga cuatro sedes sindicales, los radiopatrullas del Grupo de Atención al Ciudadano, entre otros espacios. Pero sólo se usa la planta baja, pues la parte de arriba está impracticable. Es allí donde un techo se desplomó en octubre de 2018 sobre el despacho de un mando. No hubo que lamentar víctimas porque en ese momento no había nadie en el lugar.
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Además de las deficientes estructuras, los agentes están preocupados por las «malas instalaciones eléctricas y de climatización». Y describen «enchufes antiguos y regletas para aprovecharlos con riesgo de sobrecarga o cortocircuito». Esto, dicen, «es un problema extendido».
Según la estimación que realiza Jupol, aproximadamente la mitad de la superficie de las naves, especialmente en pisos superiores, está desaprovechada y en desuso por su ruinoso estado. Sólo refieren mejoras en los últimos años en las cubiertas, en la sede del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) y en los pavimentos.
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Para los policías consultados, la urgencia de las obras anunciadas el miércoles es «máxima». Según reflexionan, «ya no se trata de trabajar en un edificio más o menos bonito, sino de que no se produzca ninguna desgracia». Acumulan ya 13 años de promesas políticas incumplidas.
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