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El terror en Muchamiel. Aspecto que presentaba las inmediaciones de la casa cuartel del municipio alicantino donde ETA asesinó a tres personas hace ahora 30 años. EFE
Atentados de ETA en Valencia | Las víctimas invisibles del terrorismo en la Comunitat

Las víctimas invisibles del terrorismo en la Comunitat

Casos sin resolver. Casi 400 asesinatos, pendientes de esclarecerse en España, doce de ellos en suelo valenciano: ahora, el Parlamento europeo toma cartas en el asunto

Jorge Alacid

Valencia

Domingo, 19 de septiembre 2021, 00:36

Son las víctimas invisibles del terrorismo. O las dobles víctimas, como señala María Jiménez, profesora en la Facultad de Comunicación de Navarra, quien trazó por encargo de Covite (Colectivo de Víctimas del Terrorismo) el llamado 'Mapa del terror en Valencia'. Bajo esta denominación se agrupan los crímenes terroristas cometidos en suelo valenciano, una estremecedora cartografía, con acusado protagonismo (aunque no exclusivo) de los pistoleros de ETA. Comisaria de la exposición que pudo verse este verano en la sede de la Universidad Católica, organizada con la colaboración de LAS PROVINCIAS, Jiménez tropezó en su investigación con varios casos que pueblan la historiografía al respecto: asesinatos pendientes de esclarecerse, de cuya autoría intelectual nunca se supo. La fría estadística, la prosa forense propia de los archivos del Ministerio del Interior, tienen sin embargo nombre y apellidos. Por ejemplo, Juan Antonio Pérez Herrero, valenciano de 31 años. Asesinado en 1990 por la explosión de una bomba en el despacho de analistas financieros donde trabajaba. Jamás se supo quién lo mató.

O el caso de Josefina Corresa, asesinada en el atentado contra El Corte Inglés de Pintor Sorolla: ocurrió en 1995 pero más de un cuarto de siglo después Covite recuerda que ni se identificó a los autores intelectuales ni tampoco a los delincuentes materiales. O el asesinato de Antonio Castelló, un vigilante jurado cuya vida liquidó en 1979 se supone que el Grapo, cuya mano criminal se intuye detrás de otro atentado mortal también sin culpable identificado: el de Pedro Gabarri, registrado en Castellón en 1982. En total, Covite tiene anotados doce asesinatos terroristas sin resolver en la Comunitat: sus autores intelectuales nunca fueron puestos a disposición de la Justicia. Ahora, por iniciativa del Grupo Popular en el Europarlamento, las instituciones europeas se han interesado por esa flagrante anomalía. Una delegación visitará España en otoño para conocer sobre el terreno cómo todas esas pérdidas siguen lacerando a sus seres queridos y buscar una explicación a la falta de reparación judicial que sufren todas ellas.

La cifra de vidas cobradas cuyos verdugos no fueron procesados suma once crímenes en la Comunitat, doce añadiendo el caso de Manuel Broseta. Otra doble víctima: sus ejecutores se sentaron en el banquillo. Sí hubo un juicio contra los etarras Narváez Goñi y Alberdi Uranga pero la prueba testifical fue insuficiente para condenarles como sospechosos. La familia tiene un consuelo: los autores intelectuales del crimen (Mújica Garmendia, Álvarez Santacristina y Urrusolo Sistiaga) fueron condenados a 30 años de prisión. Broseta es otra de esas víctimas invisibles, recuerda Consuelo Ordóñez, presidenta de Covite, que clama contra «la impunidad» con que se resuelven tantos casos: «Muchas víctimas son auténticas parias». «No se puede llamar casos resueltos a esos crímenes donde se dicta sentencia sin identificar al autor material», añade. «En la persecución del terrorismo ha habido desidia desde el poder. Las víctimas no han tenido justicia», se lamenta.

Hoy, cuando las víctimas vuelven a sufrir el escarnio derivado del fallido homenaje al etarra Parot, recordamos esos doce duelos que aún persisten.

En la calle Colón. El portero de la finca donde explotó la bomba que mató al directivo de una empresa de Bolsa muestra los daños que aún pueden verse en la entrada D. Torres

Juan Antonio Pérez Herrero

Cuando el terror estalló en la calle Colón

En la finca de la calle Colón donde una carta bomba mató a Pérez Herrero se observa, como un triste recordatorio de aquel atentado, la huella de la explosión: la parte interior de la marquesina luce los estragos causados por el criminal paquete bomba que estalló justo encima. Un atentado que estremeció a la sociedad valenciana y aún conmueve a los descendientes de la víctima mortal, a los heridos que salvaron la vida aunque quedaron con graves secuelas y a los supervivientes que salieron indemnes. «En este caso», recuerda María Jiménez, «no quedó clara la autoría». Se especuló en un primer momento con que ETA estuviera detrás del crimen, surgió luego la posibilidad de que fuera obra del GRAPO pero… Puntos suspensivos, un enigma sin resolver. Posteriores indagaciones parecen descartar que sus asesinos fueran terroristas etarras; de hecho, el estudioso Florencio Domínguez, una autoridad en la indagación sobre la actividad criminal de ETA, no incluye este caso en su imprescindible volumen 'Voces rotas', donde recopila los atentados cometidos por etarras. Tampoco entre la documentación del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, inaugurado recientemente en Vitoria, figura este caso, adscrito a ese concepto que Jiménez maneja desde que empezó a indagar en ese doloroso periodo de la historia de España: la invisibilidad de las víctimas. Sí que tiene confirmado Jiménez que el Ministerio del Interior incluyó a Pérez Herrero en su listado de víctimas e indemnizó a sus familiares, pero de este gesto administrativo no puede deducirse qué grupo terrorista se oculta detrás de su asesinato. Una laguna que no debe extrañar: como recalca Jiménez, «está documentado que entre el 30 y el 40 por ciento de los asesinatos de ETA están sin resolver».

Un dato escalofriante. Como otro que maneja Covite: nueve de cada diez crímenes etarras carecen de condena para su autor intelectual. «Si tenemos en cuenta que ETA era una organización con una disciplina férrea, jerárquica, cuasi mafiosa, hay que aceptar que la mayoría de sus jefes ordenaron una serie de asesinatos por los que no están condenados», apunta Jiménez. «Las familias se quedaron sin derecho a la justicia», agrega, mientras detecta en esta anomalía un «error de funcionamiento» de la Administración, y añade una consideración humanitaria: «Quienes viven esa situación sienten un vacío tremendo, pero es que además», prosigue, «en la historia del relato, en la lucha por imponer la auténtica verdad de lo que ocurrió, hay otro vacío igual de grande, que sigue sin solventarse». No se le oculta que paliar ese vacío, «saber quién mató a quién» como ella dice, será una proeza homérica. «Pero hasta que no se aclaren esos crímenes, para las familias el duelo no acaba».

Pedro Gabarri

La mala suerte del chatarrero que pasaba por ahí

Como prueba del complejo entramado de identificación de víctimas y verdugos, instrucción judicial, localización de sospechosos y puesta a disposición de la justicia para su encausamiento y condena sirve un caso antiguo: el asesinato de Pedro Gabarri, fallecido en un atentado en 1982. Su muerte, ocurrida cuando estalló un paquete explosivo en una torre eléctrica en Castellón, se describe en estos términos: «La madrugada del 29 de septiembre de 1982, los GRAPO perpetraron una cadena de ataques terroristas en numerosas ciudades de España. Entre la una y las cinco de la madrugada, una veintena de artefactos explosivos de escasa potencia estallaron» en distintas localidades. La mayoría, colocados en oficinas de la Administración y en empresas hidroeléctricas, apenas provocaron daños materiales. Sin embargo, uno de ellos hirió de muerte a Gabarri, de 60 años, que se encontraba junto a una estación de Hidroeléctrica Española, en la carretera entre Castellón y Almanzora. «La onda expansiva dejó su cuerpo irreconocible. Gabarri era chatarrero y acudía con frecuencia al solar donde tuvo lugar el atentado con la intención de buscar material para revenderlo», añade Covite. ¿Resumen? Una fúnebre evidencia: Gabarri murió porque pasaba por ahí.

Finca donde explotó la bomba que mató al directivo de una empresa de Bolsa D. Torres

Josefina Corresa

Asesinada en El Corte Inglés, sin juicio un cuarto de siglo

El horror explotó el 16 de diciembre de 1995 en El Corte Inglés de Pintor Sorolla en forma de atentado de ETA, que buscaba un nuevo Hipercor. A las 15.02, una bomba estalló en un lavabo del local y segó la vida de Josefina Corresa. También hirió a su marido y a una hija. Corresa, vecina de Sagunto, era auxiliar de clínica: más de un siglo después, ni siquiera se ha celebrado el juicio contra los autores del crimen. Ni quien lo planificó ni quien lo cometió han sido identificados: las investigaciones condujeron hacia la etarra Iratxe Sorzábal, miembro cualificado de la banda criminal (fue una de los tres integrantes de la banda que anunciaron el cese definitivo de la violencia en 2011) pero la causa nunca se concretó. Los asesinos de Josefina (que repartieron siete bombas en ese comercio valenciano) siguen sin sentarse en el banquillo.

Las victímas de ETA en suelo valenciano que esperan justicia

  • Clement Perret Castellón, 1985 Industrial francés asesinado por ETA, que lo vinculaba con la guerra sucia.

  • Manuel Broseta Valencia, 1992 Catedrático de Derecho en la Universidad de Valencia, los autores materiales de su asesinato nunca fueron identificados ni puestos a disposición de la Justicia ni por lo tanto condenados.

  • Josefina Corresa Valencia, 1995 Auxiliar de clínica, estaba en El Corte Inglés de Pintor Sorolla cuando explotó un artefacto explosivo en el baño de la cafetería. Hubo además ocho heridos; entre ellas, su marido y una hija.

  • Silvia Martínez Santa Pola, 2002 ETA explosionó un coche bomba ante el cuartel de del municipio alicantino. La niña, de 6 años, única hija del agente José Joaquín Martínez y de su mujer, Toñi Santiago, murió camino del hospital.

  • Cecilio Gallego Santa Pola, 2002 La deflagración hirió de muerte a un jubilado que esperaba en la parada del autobús.

  • Víctor Puertas Muchamiel, 1991 Agente de la Policía Local como Vargas, falleció también a causa del coche bomba.

  • José Luis Vargas Muchamiel, 1991 Policía local, acompañaba a Cebriá cuando explotó el coche. Murió en el acto.

  • José E. Casañ Valencia, 1991 Ejecutivo de Ferrovial, empresa que optó a las obras de la autovía de Leizarán. Fue asesinado en su despacho de la calle Gasco Oliag. El autor intelectual del atentado sigue sin ser identificado.

  • Francisco Cebrián Muchamiel, 1991 Conductor de la grúa, asesinado por el coche bomba que retiró.

Antonio Castelló

El crimen terrorista más longevo sin resolver

El crimen más longevo perpetrado por el terrorismo en la Comunitat acumula 42 años sin ser resuelto. Su víctima, asesinada a manos del GRAPO, se llamaba Antonio Castelló, vigilante jurado en una sucursal del Banco Central en Valencia que fue matado a balazos por un grupo de terroristas el 10 de enero de 1979: los criminales intentaron perpetrar un robo que resultó fallido porque Castelló plantó cara a los asaltantes; uno de ellos, al parecer una mujer, le disparó a quemarropa. Falleció al instante. Los terroristas huyeron con su botín y jamás se supo de ellos. Castelló tenía 33 años, estaba casado y tenía dos hijos. Ese día ni siquiera le tocaba trabajar: estaba sustituyendo a un compañero.

Triple crimen de Muchamiel

Tres muertos junto al cuartel, 30 años de injusticia

16 de septiembre de 1991. Un grupo de etarras lanza un coche bomba contra el cuartel de la Guardia Civil en Muchamiel. La banda quiere repetir el salvaje atentado de Vic. El vehículo viaja sin conductor, cargado de explosivos, pero algo falla: se empotra contra una sucursal vecina del cuartel, cuyos agentes, sin sospechar nada, llaman a la grúa para su retirada. Francisco Cebrián, empresario a cargo del servicio, encontró la muerte en el acto. Su familia pena desde entonces con el dolor de la ausencia, agigantada por una injusticia: sus asesinos están sin identificar. Con Cebrián fallecieron otras dos víctimas, los policías José Luis Jiménez y Víctor Manuel, trabajadores de ese Ayuntamiento alicantino. También sus seres queridos, cuando se cumplen 30 años del crimen, ignoran quiénes fueron los culpables del atentado. Viven «un duelo eterno», apunta Dolors Montserrat, la eurodiputada del PP que lidera la iniciativa para ayudar a que ese dolor deje ser eterno.

«Aunque ETA ya no actúe, no nos resignamos a que las víctimas puedan ser olvidadas»

Dolors Montserrat, eurodiputada del Grupo Popular, preside la comisión de peticiones del Europarlamento y lidera por lo tanto la iniciativa que se gestó, según recuerda, en el escenario político previo al covid. Daniel Portero, hijo del fiscal Luis Portero, asesinado por ETA en el año 2000, planteó en nombre de la asociación que preside, Dignidad y Justicia, la necesidad de que las instituciones europeas ofrezcan una solución a las cerca de 400 víctimas de ETA cuyos asesinos nunca respondieron ante la Justicia. En noviembre, visitará España un grupo de diputados miembros de la comisión, aunque no de la circunscripción española, para garantizar la neutralidad del informe que nazca de sus pesquisas. «Ni siquiera yo, que presido la comisión y soy española, puedo tener voz en sus resultados, aunque sí estaré presente durante la visita», explica Monserrat, que fue ministra de Sanidad entre los años 2016 y 2018 en el Gobierno de Mariano Rajoy y recuerda que esta misión nació con el apoyo no sólo de su grupo, sino también de Ciudadanos y Vox. Tanto PSOE como Podemos se opusieron a la iniciativa.

La eurodiputada advierte de que este tipo de comisiones tiene efectos prácticos. «Hace poco hubo una visita del Europarlamento a Bulgaria y como resultado la Comisión ha instado al gobierno búlgaro a cambiar su ley hipotecaria», resalta. De ahí su interés en destacar que esos días durante los cuales los comisionados se entrevistarán en España con responsables de instancias judiciales y también de organismos de seguridad serán decisivos para que, según el trámite habitual, se alumbre a continuación una propuesta de resolución que puede obligar tanto a la Comisión como al Estado miembro (España, en este caso) a adoptar cambios, por ejemplo, «en el modelo legislativo». «Puede instarse a las autoridades españolas a agilizar los trámites preceptivos o incluso adoptar reformas legales para garantizar, si así se concluyera, que los derechos de los ciudadanos no están bien amparados», observa. «Y si luego las instrucciones de la Comisión no se cumplieran», prosigue, «pudiera darse incluso que se abriera un procedimiento de infracción contra el Estado miembro».

Hasta que lleguee se momento, Montserrat subraya, más allá de los resultados prácticos de su misión, la relevancia de que el Europarlamento haya hecho suyo el interés de las víctimas del terrorismo en España para acabar con el luto infinito que supone seguir sin identificar a los asesinos de sus seres queridos representa un primer éxito: «Conseguimos trasladar este debate a la opinión pública y eso es ya una buena noticia». Y añade: «Tenemos muchas esperanzas de que al final de este camino podamos hablar de una victoria para las víctimas, porque llevar este tipo de reivindicaciones ante la opinión pública al menos ya sirve para visibilizar algo que hasta ahora era invisible». «Las víctimas del terrorismo», advierte Montserrat, «son una prioridad para el PP y para nuestro presidente Pablo Casado». Y mientras recalca el mandato que opera en este caso para el grupo popular del Europarlamento («Memoria, dignidad y justicia»), la eurodiputada popular concluye: «Aunque ETA ya no actúe, no nos resignamos a que las víctimas puedan ser olvidadas».

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