![Sin supermercados ni farmacias. La vida en los nuevos barrios de Valencia](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2025/01/24/parque-RvNn7fX9PQylhELwZ3ZsxpM-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Pilar Barca dejó de conducir debido a la artritis reumatoide que padece. Hace un mes, se instaló junto a su hijo en la última finca inaugurada dentro de Turianova, el barrio en construcción a la orilla de la Fe. Compraron el piso sobre plano en 2020, antes de la pandemia. Sin embargo, el reciente aterrizaje no está teniendo nada que ver con la vida que habían imaginado cuando estamparon la firma. Este nuevo núcleo poblacional de Valencia se alza como el paradigma de las áreas en desarrollo en las que la desolación se apodera de las calles. Ni una farmacia. Ni una cafetería. Ni un negocio. Absolutamente nada. El rutilante centro comercial y de ocio previsto junto a las urbanizaciones ya debería ser un hervidero de gente, pero todavía no han entrado las máquinas a trabajar. Otras zonas en expansión de la ciudad, como la de Nazaret o la situada junto al pabellón Roig Arena, también evidencian la escasez de alternativas en el día a día, aunque con una dimensión menor. «Aquí hay que coger el coche para comprar el pan», comenta Federico Piñeiro, uno de los más de 2.000 residentes de Turianova. La otra opción, la de ir a pie al supermercado más cercano, representa una caminata de 20 minutos para estos vecinos. Toca cruzar el puente abierto en 2022 que conecta la V-30 con Malilla por encima del trazado ferroviario. Se sienten aislados. Pilar, sin vehículo propio y con diversos problemas de salud, no puede ocultar su indignación ante la ausencia de un servicio público de transporte que facilite sus tareas y actividades cotidianas. «Necesitamos con urgencia un autobús», reclama con la respiración acelerada. Acaba de realizar el trayecto andando y, tras recoger unos documentos en casa, se prepara para repetirlo. Tiene consulta médica al otro lado de las vías del tren. El de ella no es un caso aislado. Ni mucho menos. Por ese motivo, calientan motores para llevar a cabo una protesta próximamente. Las carencias de los barrios que todavía no son barrios.
Al calor de la nueva Fe, emerge Turianova. Ya hay más de mil viviendas habitadas: 281 en régimen de alquiler, casi 400 de renta libre y otras tantas de protección pública (VPP). De momento, rodeados de extensos solares en los que están previstas nuevas fases de urbanización, se erigen seis edificios abarrotados. Y ningún local comercial. Duro contraste. Las fincas construidas no contemplan espacio para los negocios, ya que las plantas bajas tienen uso residencial. La explotación del suelo terciario está reservada para el futuro centro de ocio.
El pasado verano, el Ayuntamiento de Valencia concedió la licencia de construcción del megacomplejo comercial de Turianova, que bajo el nombre Infinity tiene 2027 como última fecha de apertura anunciada. Está concebido por AQ Acentor, la misma promotora que ha desarrollado los proyectos inmobiliarios terminados. En la parcela, de 76.753 metros cuadrados, habrá tiendas de ropa, restaurantes, cines, supermercado de grandes dimensiones, panadería, peluquería, papelería, administración de lotería, tiendas de alimentación especializadas… Y una atractiva oferta de entretenimiento como una ola artificial, beach club, rocódromo, gaming, scape room… Además, se levantarán edificios destinados a hotel, oficinas, apartamentos turísticos y coworking. Según el plan inicial que se presentó a los vecinos, ya deberían estar todos los servicios funcionando.
«El comercial que nos hizo el alquiler nos dijo que en una o dos semanas iba a haber autobuses. Han pasado dos años y siete meses y no hay ninguna línea de autobús. Se nos dijo también que las obras del centro comercial iban a finalizar en 2024. No hay nadie haciendo absolutamente nada», critica el madrileño Federico Piñeiro, una de las primeras personas que entró a vivir en Turianova. Optó por instalarse en Valencia junto a su mujer tras jubilarse. Llegaron en 2022 a una moderna urbanización equipada con piscina y pista de pádel: «La vida aquí es tranquila, pero estamos totalmente dejados por la Administración. Estamos cerca del centro, pero totalmente aislados».
Una decepción generalizada. Federico ejerce como portavoz de los vecinos de la urbanización destinada a pisos de alquiler: «Como no hay locales comerciales, no hay ningún supermercado, no hay ninguna cafetería... No hay ningún tipo de servicio para que podamos hacer una vida normal y comunitaria. Estoy a gusto en la casa, pero totalmente a disgusto por esto». Circunstancias que obstaculizan la vida diaria: «Para comprar el pan hay que coger el coche o cruzar todo el puente caminando para ir a Malilla. O pedirlo a domicilio».
Iván Fernández también eligió Turianova para afincarse en Valencia desde Madrid: «Yo me muevo en coche siempre. Pero aquí hay muchos niños que van al colegio y chavales que van al instituto que necesitan transporte público. No cuesta nada poner un autobús en la rotonda. Con eso, mejoraría un montón». Dentro del proyecto, figura un centro educativo. Pero de momento, como todo, se encuentra al otro lado del puente. A primera hora, se produce la ruta empujando los carritos de bebé. Un trayecto especialmente inhóspito cuando las condiciones meteorológicas no acompañan.
Una escena que indigna a Pilar Barca. Ella vive en uno de los pisos de VPP desde hace un mes y ya ha enviado algún escrito al Ayuntamiento reclamando la prolongación de la Línea 8 de la EMT hasta la rotonda de entrada a Turianova: «Tengo una minusvalía superior al 33 por ciento y soy pensionista por incapacidad. Como yo, hay unos cuantos vecinos. No tengo el carnet de conducir y me desplazo caminando. Cuando llego, no tengo aliento».
A la hora de hacer la compra, este es el plan habitual de Pilar: «Camino durante 15 minutos para cruzar el puente. Después cojo la Línea 8 junto a la Fe y me bajo a las tres paradas. Voy con el carro. Al volver a casa, para una persona como yo, es una historia subir la cuesta del puente con un carro cargado». Se muestra tajante: «No hay derecho a esto. Nos lo vendieron muy bonito y nos han engañado». Los grupos de Whatsapp de las comunidades echan humo.
Entre los principales atractivos de esta promoción de viviendas, enmarcada en el PAI Fuente San Luis y encajada entre la V-30, la V-31 y las vías del tren, figuran las conexiones y la proximidad con la nueva Fe. «Llevo aquí dos años y estoy contento. Es un sitio súper tranquilo y la urbanización está bastante bien. Es verdad que le falta servicios como una parada de autobús, el metro, algún bar o alguna farmacia. Pero es una zona con mucha proyección, que está muy bien comunicada... Estás en el centro en diez minutos. Eso sí, falta terminar», explica Iván, quien adquirió sobre plano una de las viviendas de renta libre en 2020: «Cuando la compré, me dijeron que en tres o cuatro años estaría acabado». Paradójicamente, el hospital de referencia de los residentes en Turianova es el Doctor Peset. Una sorpresa que se llevó recientemente Federico. Y a la hora de asignar ambulatorio, los vecinos han sido repartidos entre el centro de salud de Malilla y el de Fuente de San Luis, situados a 1,5 y 3,2 kilómetros caminando, respectivamente.
La deficiencia de servicios se respira también en otros barrios emergentes de Valencia. Por ejemplo, en Moreras, la zona nueva de Nazaret. O en los bloques nacidos cerca del Roig Arena. Ahí, entre las calles Ángel Villena y Antonio Ferrandis, ha surgido un moderno y extenso sector de urbanizaciones en el que numerosos vecinos lamentan la escasez de alternativas comerciales y de ocio. Al calor del futuro pabellón, han abierto negocios como una farmacia, un hotel, un bar, una tienda de artículos de baloncesto, un instituto de cirugía plástica… Pero resulta insuficiente. «No hay vida de barrio. Lo que necesitamos es, por ejemplo, tener un supermercado de proximidad por la zona. Al final te tienes que ir al centro comercial Saler a comprar, que es de lo que se quejan los vecinos», apunta Javier, uno de los residentes.
En Turianova la situación es mucho más extrema. «No hay absolutamente nada. Servicio cero», insiste Iván. La única dotación hasta la fecha, unos parques infantiles que están sufriendo diferentes daños: «No vigilan. La policía no pasa». Observan falta de mantenimiento: «Me gustan las zonas tranquilas y con mucho espacio verde. Y ver que no podan los árboles, que no siegan, que no arreglan las plantas... Hay bancos reventados y papeleras en el suelo». Federico suscribe sus palabras: «La limpieza brilla por su ausencia. Y los jardines recién inaugurados ya no están verdes».
Ante los nulos alicientes, el vecindario ha dado un paso adelante y, el pasado mes de septiembre, creó la comisión fallera de Turianova. Está censada con el nombre de Gonzalo Tejero Langarita-Vicente Chuliá Campos. «Ya hay cerca de 160 miembros», subraya Iván. Afrontan su estreno sin casal debido a la ausencia de locales en el barrio. Este joven madrileño ve un claro propósito en esa iniciativa: «Me he apuntado porque también es una manera de hacer fuerza, de que vean que hay unión vecinal».
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David S. Olabarri y Lidia Carvajal
Iker Elduayen y Amaia Oficialdegui
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