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Alfredo coloca la piel de un ciervo sobre la figura de poliuretano. Txema Rodríguez
Taxidermia en la Comunitat | Vida eterna para animales muertos

Vida eterna para animales muertos

La taxidermia como arte ha ido perdiendo adeptos con los años, pero siguen existiendo cazadores que quieren lucir en sus salones los animales que abatieron

Txema Rodríguez

Valencia

Domingo, 1 de agosto 2021, 23:52

Utiel. Una nave industrial sin letreros en la fachada. Un toro de Miura recibe al visitante. No se mueve, pero en algún momento sus ojos de cristal parecen tener el brillo de la vida. A ambos lados, las paredes se adornan con cabezas de jabalíes y ciervos. Sobre un par de aparadores, patos y perdices disecadas protegidos en urnas de cristal. Al atravesar el recibidor se accede a un espacio amplio, diáfano, blanco. Una decena de cabezas de toros de lidia cuelga de la barandilla, un ciervo sobre ruedas, un oso que parece defenderse del ataque de dos lobos furiosos y, frente a ellos, un jabalí entero patas arriba, una jirafa, un búfalo, un león y un tigre de bengala. Alfredo Pérez posa a su lado. «No es lo que parece ¿eh?, que estos animales no se pueden cazar, viene de un circo que tenía varios y se murió de viejo. No veas todo el papeleo que hubo que hacer a pesar de eso», dice. Ha heredado con su hermano Chema el negocio que iniciara su padre, también Alfredo de nombre. Hubo en tiempo en el que tenían unos cuantos trabajadores pero ahora se reparten la faena entre los dos, «cuando viene alguien a hacer un encargo y me pregunta cuándo estará le digo que cuando lo tenga la avisaré y que si no puede esperar vaya a buscar otro sitio. Las cosas están así», explica Alfredo mientras arranca con cuidado la piel de la cabeza de un corzo. Otra espera colgada de un gancho en la pared. También un jabalí, envuelto en una bolsa de plástico para que la sangre no gotee.

Hablamos de los prejuicios. «Sin problemas», asiente. Por ejemplo, «esto que estoy haciendo, es un corzo ¿no?, aquí nunca hubo y ahora son una plaga porque unos señores muy listos decidieron introducirlo como alimento para las águilas, y lo que ocurre es que se comen los cultivos y provocan accidentes. Aquí la mayoría de la gente vive de la agricultura y no sale a cazar por entretenimiento sino por necesidad, hay que regular la población de los animales salvajes, lo mismo ocurre con las cabras montesas, los jabalíes o los conejos». Mientras habla sigue con su minucioso cometido con precisión de cirujano. Hay que eliminar todo resto de materia orgánica, luego se sala la piel para quitarle el agua y evitar que se descomponga. Más tarde se curte, una labor muy especializada que requiere de otra, no menos difícil, para completar la pieza: esculpir el cuerpo. Es un trabajo de artista. Antiguamente se hacía con escayola, ahora se talla en un bloque de poliestireno del que después se obtiene un molde poliuretano. Hay que tener notables conocimientos de anatomía, observar a los animales con vida, conocer el tamaño y la morfología de cada especie, «los toros parecen todos iguales, pero no lo son aunque si quieres, dice señalando un par de libracos de miles de páginas que tiene en la mesa del despacho, los americanos te venden moldes hechos de todas las especies que quieras. Claro que luego no quedan igual». Le pregunto el precio, por ejemplo, de una cabeza de toro. «Mil doscientos euros», contesta.

Trofeos taurinos. Chema trabaja en la cabeza de un toro que se lidió eb Bilbao. Txema Rodríguez

De los nombres de los clientes no se habla. Ni el Rey Juan Carlos se salvó de los daños cuando se supo que andaba con Corina matando elefantes por Botsuana. La actividad sigue pero sus protagonistas ahora desean ser anónimos. A España vienen cazadores de todos el mundo que quieren los trofeos que faltan en su colección. De hecho, Alfredo dedica ahora más tiempo a organizar batidas que a disecar piezas. En este mundo se cruzan las sombras de una actividad mal vista por la opinión pública y las zonas oscuras de un trabajo que muy a menudo se realiza al margen de la legalidad, «el 80% de los animales van a parar a la economía sumergida». reconoce. Por eso, estar al día con la legalidad resulta cada vez más complejo cuando otros impunenmente se ahorran los impuestos y la presión de las inspecciones. Muestra el ordenador donde se registra cada movimientos de las piezas, «aquí se lleva a rajatabla, cada uno, quién lo ha cazado, dónde, hay una trazabilidad exhaustiva de cada trabajo, pero todo son trámites, burocracia, incertidumbre e impuestos que tú pagas y otros no, pero en eso las autoridades, que en mi trabajo son tan meticulosas, miran hacia otro lado».

Almacén y entrada Un miura entero, osos, lobos, ciervos, jabalíes y hasta un tigre se pueden ver en las instalaciones de de Taxidermia Alfredo. Txema Rodríguez
Imagen principal - Almacén y entrada Un miura entero, osos, lobos, ciervos, jabalíes y hasta un tigre se pueden ver en las instalaciones de de Taxidermia Alfredo.
Imagen secundaria 1 - Almacén y entrada Un miura entero, osos, lobos, ciervos, jabalíes y hasta un tigre se pueden ver en las instalaciones de de Taxidermia Alfredo.

Chema llega más tarde y se pone a pegar la piel de un miura a la cepa de un pitón de tamaño considerable. Dice que se toreó en la feria de Bilbao. Llaman a la puerta y sale Alfredo. Al cabo de un rato está de regreso. Dos cabezas de jabalí reposan junto a la puerta, recién desembaladas de un rústico envolrotio de cartones. Los trofeos tienen un aspecto feo, como de peluches abandonados en una cuneta, con la expresión de la cara deformada por un morro irreal, con calvas, cicatrices visibles y alguna mancha. «¿Sabes qué es eso?, pues que no se limpió bien la piel y ahora esos restos de materia orgánica hacen que se pudra. Estas piezas vinieron aquí hace tiempo y el dueño, que no es que no tenga dinero, se las llevó a uno de ésos que lo hace más barato y ahora vuelven a mi para que arregle el desastre».

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