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¿Vivir como un gitano? Ellos claman contra el estigma

¿Vivir como un gitano? Ellos claman contra el estigma

«No tengo de nada, ni luces, ni cocina, ni lavabo, ni sofá». El desafortunado comentario de Ágatha Ruiz de la Prada ha indignado a un pueblo que celebra su 600º aniversario | Profesionales valencianos de todos los ámbitos rompen barreras y reivindican la diversidad y la igualdad de oportunidades

Sábado, 15 de febrero 2025, 01:19

Una semana después de que el Consejo de Ministros declarase 2025 como el Año del Pueblo Gitano en España, una célebre voz del panorama nacional soltó la siguiente perla: «Estoy viviendo como las gitanas. No tengo de nada, ni luces, ni cocina, ni lavabo, ni sofá... Estoy en mi casa vieja, pero completamente desmantelada». Un desafortunado comentario pronunciado por Ágatha Ruiz de la Prada el pasado 18 de enero en el programa de Telecinco 'Fiesta'. La diseñadora, de 64 años, estaba presentando su nuevo libro y aprovechó para contar el proceso de mudanza que atraviesa. Su comparación desató un aluvión de críticas procedentes de la comunidad romaní. La madrileña, quien ha asegurado que ha recibido serias amenazas, ha pedido perdón en numerosas ocasiones por «una frase hecha y absurda» en televisión. «Las disculpas fueron peores. Habló de 'jefe de los gitanos'. ¿Qué jefe? No somos una tribu. Los comentarios crean conciencia social. Y bajo es ideario de ladrón, pobre y marginal, viene todo», advierte el joven abogado Antonio Santiago, asesor jurídico de FAGA (Federación Autonómica de Asociaciones Gitanas de la Comunitat). Se trata de un colectivo históricamente desfavorecido y discriminado que va rompiendo barreras y prejuicios.

«Ha pedido perdón muchas veces y se refería a un punto bohemio. Pero llueve sobre mojado. Es una gota malaya con la que todas las personas de origen gitano tienen que lidiar y luchar cuando van a la peluquería, a comprar pan...», lamenta Joan Oleaque, decano de la Facultad de Artes, Humanidades y Comunicación de la Universidad Internacional de Valencia (VIU). Mensajes como el de Ágatha Ruiz de la Prada indignan a la enfermera Guadalupe Jiménez: «Lo único que está haciendo es alimentar todavía más el estigma y el rechazo a los gitanos». Fali, futbolista del Cádiz, saca el orgullo: «A uno no le sientan bien esas cosas. Que en el siglo en que estamos siga habiendo todas estas cosas fastidia mucho. Pero nosotros, como siempre, con la cabeza bien levantada. Los gitanos valemos mucho».

Antonio Santiago, Guadalupe Jiménez, Fali, Joan Oleaque, la doctora en Sociología Ana Giménez y la química de I+D Triana Borrull son seis referentes de la Comunitat Valenciana que reivindican la diversidad y reclaman un profundo cambio de mentalidad que favorezca las oportunidades y entierre los estigmas arrastrados durante siglos. Ellos y ellas abren las puertas de sus casas para defender su tradición y su futuro.

En 2025, se celebra el 600º aniversario de la llegada del pueblo gitano a España. El Consejo de Ministros ve en este hito «una oportunidad para reconocer las injusticias históricas y actuales» a las que se enfrenta el colectivo romaní. Un llamamiento a la igualdad. «Queremos ser protagonistas del cambio y de la inclusión en todos los ámbitos: político, social y laboral. Pero eso no lo podemos hacer solos. Vivimos dentro de esta sociedad. Tiene que ser juntos. No queremos vivir en el victimismo de lo que nos hicieron, sino que queremos mirar hacia el futuro y que nuestros niños lleguen a ocupar puestos de responsabilidad y que puedan estudiar libremente sin racismo», explica Jesús Ramírez, coordinador de FAGA en la provincia de Valencia.

Precisamente, hace dos semanas, se aprobó la dotación de una plaza adicional para el estudiantado del colectivo gitano por grado y universidad dentro del sistema público valenciano. Podrán optar aquellos alumnos que acrediten su participación en el proyecto de integración Kumpania, desarrollado por la Conselleria de Servicios Sociales, Igualdad y Vivienda. La Comunitat se alza como la segunda región de España que adopta un acuerdo de tal envergadura, por detrás de Cataluña.

«En el curso 2023-24, atendimos a 38 estudiantes universitarios vinculados al programa Kumpania. Fueron 28 mujeres y 10 hombres sumando los servicios que tenemos en la Comunitat», cuenta Paco Escudero, coordinador en Castellón de la Fundación Secretariado Gitano, quien cifra «en un 70 por ciento» el fracaso escolar: «Son los que no terminan o no aprueban la ESO. Es exagerado. Escolarizados están la mayoría. El absentismo escolar está muy controlado. El problema es que la educación con población gitana sufre una segregación muy grande tanto en centros como en aulas. Esto no favorece para nada el éxito escolar ni una educación de la calidad. El 80 u 85 por ciento de la población está en colegios de segregación severa». Pero lanza un mensaje positivo: «Se está dando pasos, se está progresando. Hay una luz pequeñita con la gente más joven».

Jesús Ramírez entiende que hay una gran asignatura pendiente: «Somos el colectivo más numeroso de minorías étnicas de España. Hemos formado España y hemos contribuido a España, en el folclore, el arte, el lenguaje… Hay aportaciones importantísimas que la sociedad desconoce. Los gitanos somos los grandes desconocidos. Queremos que la sociedad sepa quiénes somos. Sentimos que hay mucha gitanofobia. Y eso tiene que cambiar».

El coordinador provincial de FAGA apuesta por la armonía: «La situación de los gitanos no es un capricho ni un gusto. Cuando decimos que queremos que se conozca el pasado del pueblo gitano, las discriminaciones que se han sufrido y las leyes que hubo en contra del gitano no es para parapetarnos. Nos han tratado mal, la sociedad nos trató mal, los gobiernos nos trataron mal, pero queremos que eso nos impulse para un nuevo avance. Es muy fácil criminalizar al sector gitano diciendo que no quieren avanzar y no quieren integrarse. Nosotros queremos tener inclusión, no integrarnos. Queremos conservar lo nuestro y lo que somos, y tener nuestra identidad, que no perjudica para nada los principios y las ambiciones del otro. Tenemos algo que sumar, porque tenemos principios muy buenos y muy básicos que aún no se han perdido». Y apela a la historia: «Muchos desconocen que hasta la Constitución nosotros no teníamos los mismos derechos que los demás. En 1749 hubo una gran redada en la que se intentó exterminar a todos los gitanos de España. Un genocidio. Conociendo nuestro pasado, la gente puede entender un poco más nuestro presente. Y queremos que se nos ayude en el futuro. El futuro del pueblo gitano no es cosa del gitano solo, es de la sociedad mayoritaria y las administraciones».

Según Francisco Santiago, vicepresidente de FAGA, realizar un censo exacto de la población gitana «es imposible», pero lanza una aproximación: «En España hay un millón de gitanos. En la Comunidad Valenciana, 100.000. Y en Valencia ciudad, 12.000. Lo digo con propiedad». Y subraya una fecha en el calendario. El próximo 25 de julio. «Es cuando llegaron a la Comunidad Valenciana. Este año vamos a celebrar el día de los gitanos valencianos».

Fali Futbolista

«Antes la policía me pedía el DNI en mi barrio. Ahora piden fotos»

Rafael Giménez Jarque, más conocido como Fali, derrocha carisma. Tiene alma de líder. De ahí el cariño que acumula en el fútbol español, donde ha competido durante cuatro temporadas en Primera División. El jugador valenciano, quien viste la camiseta del Cádiz desde 2019, tiene 31 años y se ha propuesto empezar a preparar su futuro fuera del césped.

«Yo el colegio lo dejé muy pronto. Por desgracia no tengo la ESO. Quiero ser entrenador y, para eso, debes tener la ESO. Ahora me tengo que sacar el Graduado. Ahora voy a empezar a ser un niño otra vez», comenta Fali con ilusión. Y recuerda sus orígenes: «Yo me crie en el Puerto, entre el Cabanyal y Nazaret. Ahí tengo a la familia de mi mujer, a mi madre, a todos mis amigos, a toda la gente. Ahí están mis raíces. Eso nunca lo perderé. Mi familia es muy tradicional. De las antiguas. Me enseñaron una educación y estoy muy contento de ella. Soy lo que soy gracias a ellos». Tiene tres hijos: dos niñas, de 13 y 11 años, y un niño de seis.

Fali, en las escaleras de su casa en Cádiz. LP

«Yo me casé con 16 años y mi mujer con 14. ¿De no ser futbolista, qué hubiese sido yo? Yo no sabía ni escribir ni leer. He aprendido a hablar y escribir en el mundo del fútbol, con mis compañeros. El Barça en su día me ayudó lo que no está escrito, porque yo no tenía ni idea. Y mi mujer ha sido mi cabeza en mi vida. Yo no he tenido esas facilidades de poder hacer todo», relata Fali, quien lanza una reflexión: «El mundo gitano es muy complicado. Pero estoy muy orgulloso, estamos sacando a gente. Los gitanos valemos mucho. Gracias a Dios, mis hijos sí que tienen esa facilidad. A mis hijos les voy a apoyar al máximo y les doy mucha caña para que sí que sepan escribir y leer y lleguen a lo que quieran. Voy a hacer todo lo posible para que saquen su carrera. Pero no todo el mundo puede hacer eso porque no tenemos los medios».

Fali compaginaba sus inicios en el Levante con el trabajo junto a su padre en la chatarrería: «Hemos vivido en un barrio humilde. Cuando era joven, recién casado con mi mujer, iba a mi barrio y la policía me pedía el DNI. Y ahora te piden fotos. Antes te trataban de una forma y ahora de otra. He sufrido mucho. Hay gente que sufre y no llega, y yo he tenido la suerte de sufrir y llegar».

Analiza las dificultades añadidas en el pueblo romaní: «Mi caso le puede pasar a muchos niños. Desde que te casas, ya tienes una vida que mantener. Ya haces tu vida, tienes criaturas… Con 16 años cobraba 98 euros en el Levante. ¿Cómo iba a dar de comer a mi mujer y mis hijos? Yo trabaja por la mañana y por la tarde me iba a entrenar. Mi mujer y yo no teníamos estudios. Yo me iba a trabajar con mi padre porque no me quedaba otra. Y un padre de un compañero me llevaba a entrenar. Gracias a Dios he tenido la suerte de cumplir un sueño. Yo era muy cabezón y tenía que ser futbolista sí o sí. Pero es muy difícil».

Su padre sigue dando el callo: «Era chatarrero y lo sigue siendo. Igual que mis tíos y mis abuelos. No se lo deja. Con lo que le ayudo yo y lo que se busca él, está viviendo bien. Me siento muy orgulloso de haber nacido gitano. Si hubiera otra vida, me gustaría seguir naciendo gitano. Para mí es un orgullo representar a nuestra etnia en la élite del fútbol profesional».

Eso sí, lamenta algunos comportamientos despectivos con los que se topa: «Yo lo sufro en el fútbol. En cualquier jugada, se dicen unos a otros 'vaya gitanada', 'vaya gitano estás hecho'... Lo dicen como si estuviera haciendo trampas. Nos tachan de eso. Eso fastidia. No me sienta bien. No lo dicen con maldad. Les sale sin querer, ese es el problema. Es educación. Mis compañeros en el Cádiz ahora esas cosas no las dicen. Y me alegra mucho porque me respetan y saben que me sienta mal».

Y mira al futuro: «La etnia gitana hemos sacado la cabeza y ya ves a doctores, políticos... Es verdad que es muy difícil. Ahora estamos abriendo un poco más la mente, pero nuestras tradiciones son lo más bonito que tenemos. Nuestra cultura es lo que nos hace diferentes a todos. Pero sí que me gustaría que los niños luchasen por sus sueños. Y aunque se casen, que se la jueguen y luchen por sus sueños».

Guadalupe Jiménez Enfermera

«Canto a los pacientes cuando estoy haciéndoles una cura»

Su arte resuena entre las paredes del Clínico de Valencia. «Canto un montón en el hospital. A los pacientes no hago más que cantarles. Por ejemplo, cuanto estoy haciéndoles una cura o les voy a cambiar un gotero», comenta Guadalupe Jiménez con una sonrisa. Esta enfermera de 46 años consigue que algunos momentos resulten mucho más llevaderos: «Cuando algún paciente está un poco más desvelado por la noche, le canto algún tema más relajante, alguna balada… Les gustan muchos las canciones de Antonio Machín». Y hay fechas especiales: «En Navidad me paso por las habitaciones a cantarles villancicos».

Guadalupe nació en Casas-Ibáñez (Albacete), aunque se siente valenciana de adopción. Llegó a la capital del Turia en 1999 para formarse como técnico especialista en radiodiagnóstico: «Pero yo tenía claro que quería ser enfermera». Así que, posteriormente, realizó la carrera en la Universitat de València. Desde 2015, ejerce en el servicio de Medicina Interna del Clínico.

Guadalupe Jiménez, en su hogar de Moncada. IVÁN ARLANDIS

«Vengo de una familia humilde. Mi padre era tratante de caballos. Y mi madre, canastera. Ella se ha dedicado toda la vida a hacer cestos de caña. Por las mañanas, muy temprano, limpiaba la farmacia del pueblo», explica. El matrimonio tuvo 11 hijos. Una de las hermanas de Guadalupe, Elvira, se decantó por la diplomatura en Educación Social: «Mi padre le ha ayudado muchísimo a mi madre. Tanto que se dice que el gitano es machista. Mi padre le ha ayudado a mi madre a dormir a mis hermanas pequeñas, a lavar los paños, a hacer la comida, a limpiar...».

Ha podido cumplir su sueño: «Estoy totalmente orgullosa de haber llegado a donde he llegado con las limitaciones que lleva mi raza. Mis padres tenían muy pocos recursos y medios. Hemos sido unos niños más del pueblo. En mi casa hemos tenido la suerte de que nos han dejado estudiar».

Le duelen los prejuicios: «A los estudiantes de Enfermería que vienen al hospital les choca ver una gitana que ha hecho una carrera universitaria. Por desgracia, no hay un número elevado de personas universitarias dentro del colectivo gitano».

Guadalupe mantiene muy viva su faceta como cantaora. En Valencia, se dio a conocer a través de actuaciones en los cafés flamencos. Y en 2019, sin que ella lo supiera, su sobrino gestionó su presentación al concurso televisivo La Voz. Fue seleccionada: «Crecí con Rafael Farina, Manolo Caracol...».

Antonio Santiago Abogado

«Decidí estudiar Derecho porque quería cambiar la historia»

Asesor jurídico de FAGA; vocal del Observatorio Valenciano para la Igualdad de Trato, la No-Discriminación y la Prevención de Delitos de Odio; vocal del Consejo Valenciano del Pueblo Gitano; presidente de la Asociación Gitana Convivencia, a la que acudía siendo niño para realizar el repaso extraescolar... Antonio Santiago, de 30 años, tiene numerosos frentes abiertos durante su día a día. «Decidí estudiar Derecho porque de pequeño, siempre que se metían con alguien o veía una injusticia, intervenía. Yo mismo me he sentido discriminado. Y mi pueblo. Quería cambiar un poco la historia», cuenta este joven valenciano, quien imparte charlas sobre derechos humanos, multiculturalidad y convivencia en diferentes colegios, institutos y Ayuntamientos.

Su padre, Miguel Santiago, ejerció de secretario de Organización de la Federación de Servicios de CCOO PV. «Fue un referente muy grande para mí», cuenta Antonio, inmerso en el TFM (Trabajo Fin de Máster) de Asesoría de Empresa. Estudió Derecho en la Universitat de València y, posteriormente, completó el Máster en Abogacía.

Antonio Santiago, en el salón de su vivienda en el barrio de la Fuensanta. ADOLFO BENETÓ

«Cuando llegué a la universidad, pensaba que sería un espacio seguro con gente más intelectual y abierta de mente. Todo lo contrario. Te encontrabas con un clasismo y un racismo increíbles», lamenta Antonio, quien relata cómo le enseñó la tarjeta de FAGA a un profesor que había pronunciado «un discurso antigitano».

Circunstancias que cortan las alas: «En la universidad también me costó mucho decir que soy gitano. Estás muy acostumbrado a que te traten mal». Ve una tendencia a «confundir marginalidad, pobreza y delincuencia con gitano». Algo que juega en su contra en la inserción laboral: «Los gitanos universitarios tenemos un problema. Luego nos cuesta mucho encontrar un trabajo de lo que hemos estudiado. Esa es la pena. No nos reconocen. Mi currículum de 5 equivale a uno de 2 de un chaval que no es gitano».

Antonio tiene un desafío: «Como joven gitano y joven jurista me encuentro que estamos siendo discriminados. Me lo tomo como un reto para trabajar en el cambio social. Pero solos no podemos. Necesitamos ayuda de las autoridades, de las instituciones, de la sociedad mayoritaria. Se necesita mucha concienciación».

Ana Giménez Doctora en Sociología

«He aprendido a hablar romanés. Buscamos recuperar la lengua»

Jalar, pinrel, camelar, paripé, menda, apoquinar, canguelo, chalado, chaval, currar, churumbel, fetén, chachi... Estas palabras son algunas de las aportaciones del romanés, lengua original del pueblo gitano, al castellano. Se trata de un idioma olvidado en España. Pero hay personas como Ana Giménez, doctora en Sociología jubilada desde 2022, que se han volcado en su recuperación.

Ana Giménez, profesora en la Universidad Jaime I durante 25 años, decidió pasar al otro lado tras retirarse. Actualmente, recibe «clases intensivas» de romanés. «He aprendido a hablarlo. Estoy en un proyecto de recuperación de la lengua a nivel nacional. La lengua gitana tiene más de 20 millones de hablantes en todo el mundo. No tiene nada que ver con el caló. Es una lengua estructurada, con su gramática», comenta. Hubo un antes y un después: «Desde le gran redada de 1749, se produjo un deterioro muy fuerte de la lengua. Pero estamos trabajando un grupo de 80 personas en la formación de los jóvenes para fomentar la posibilidad de que la lengua gitana se incorpore en los centros escolares».

Ana Giménez, en su domicilio de Castellón. LP

Esta castellonense de 62 años es considerada la primera mujer gitana en doctorarse en España. Su tesis fue presentada en 1994: «He tenido la gran suerte de tener un gran padre y una estupenda madre y ellos siempre nos orientaron a toda la familia a formarnos. Desde pequeña he sido una gran lectora, muy curiosa. Siempre me ha hecho muchísima ilusión estudiar, conocer y aprender». Define como «un cuento de hadas» su experiencia en la universidad.

Más allá del leve incremento de los últimos años, lamenta los datos: «La universidad es un reflejo de la exclusión educativa y el racismo estructural que padecemos. Son una minoría los gitanos que llegan a la universidad. Deberían ser muchos más. Con la llegada del año 2000 ha habido un incremento de alumnos, pero los datos son muy pobres. Y no es porque tengan limitaciones de ningún tipo, sino que las limitaciones son culturales y sociales». Observa un problema de base: «Hay mucho que hacer. También en cuanto a la recuperación de la lengua gitana y la inclusión en los contenidos curriculares de la historia, de la cultura y del arte gitano en todos los niveles educativos».

Joan Oleaque Decano de la Facultad de Comunicación

«Debe haber una discriminación positiva en el ámbito laboral»

Autor de 'Desde las tinieblas. Un descenso al caso Alcásser' y 'En èxtasi', sobre la Ruta del Bakalao, Joan Oleaque llevó a la literatura dos temas en los que profundizó como periodista. Un referente en las aulas que, desde 2020, ejerce como decano de la Facultad de Artes, Humanidades y Comunicación de la Universidad Internacional de Valencia (VIU).

Joan Oleaque recurre a la historia del pueblo romaní en España para invitar a reflexionar: «Si se elimina los problemas terribles desde los Reyes Católicos, si se elude que hubo un intento de exterminio con la redada general de gitanos, si se elimina que la ley de vagos y maleantes se aplicaba automáticamente por el hecho de ser gitano... ¿Qué es lo que queremos? Dicen que los gitanos no se quieren integrar. Hay que mirar todo el trasfondo y la herencia. Eso se borra y entonces no se entiende nada. Por eso es un fenómeno bastante complejo». Habla de una laguna educativa: «Se estudia todo tipo de pueblos. Pero el gitano, que es el más presente y el más antiguo, el que ha servido icónicamente para la imagen de España en el exterior, se ha quedado en terreno pantanoso». A partir de ahí, lanza un órdago a la clase política: «A los gitanos se les tiene que exigir dar un paso adelante, pero tiene que haber una intervención. Es la gran deuda pendiente. Y se tiene que resolver. El gobierno que se tome en serio la situación pasará a la historia en este sentido».

Joan Oleaque, en su domicilio de Massanassa. PAULA HERNÁNDEZ

Valora el acuerdo anunciado por la Generalitat para reservar una plaza adicional en las distintas carreras, pero considera que hace falta llegar más lejos. «Eso es muy importante. En Inglaterra, las mejores universidades sacan pecho de la diversidad y la promueven. Aquí esto es súper necesario. Estas personas deberían luego trabajar. Si luego acaban en el paro, nada. Debe haber una discriminación positiva en el ámbito laboral. Yo creo que sí. No es ninguna locura porque se hace en muchos países con las minorías. Aquí hay una situación que remediar». Y alerta: «He notado una presencia mayor de gitanos en universidades. Pero la panacea no es que los gitanos tengan que ir a la universidad. Es que tengan que ir a los oficios que tengan que hacer. Es decir, que la salida no sea la venta ambulante. Que la venta ambulante sea sólo una opción. Lo que hay que hacer es la normalización laboral».

La coyuntura alimenta la escasez de referentes. «Cada día hay más excepciones, pero cuesta mucho. El contexto habitual lleva dentro de muchas familias gitanas a decir: 'No te compliques porque ahí no vas a encontrar nada'. Por eso se intenta preservar una continuidad. Pero eso no lleva a ninguna parte. Hay que salir al mundo», comenta Joan Oleaque, quien advierte de la existencia de «un racismo enquistado y específico sobre los gitanos».

Triana Borrull Química de I+D

«El mercado ambulante ha pagado mi carrera y la de mi hermana»

Hizo las maletas en 2015 para vivir una breve experiencia en el Reino Unido. No iba a durar más de dos meses... «Ya han pasado nueve años. Me vine sola. Era para un curso de inglés», recuerda. No se imaginaba todo lo que estaba por llegar. Encontró oportunidades de empleo relacionadas con su formación como química y conoció al que se convertiría en su marido. «Mi pareja es turco y lleva más de 20 años aquí», cuenta Triana Borrull. Esta mujer de Paterna aterrizó primero en Liverpool y, en 2016, se desplazó a Londres, de donde ya no se ha movido.

Estudió Licenciatura Química en la Universitat de València y, actualmente, trabaja en AkzoNobel, una empresa multinacional neerlandesa especializada en pinturas y recubrimientos: «Mi labor es de laboratorio y de oficina, dependiendo de cómo vaya el proyecto. Y como tengo experiencia en producción, cuando hay que hacer un lote piloto o hay que supervisar algo, siempre me mandan a alguna planta. Me han enviado a Suecia, a Francia, ahora están diciendo de enviarme a Polonia...».

Triana Borrull, en el rellano de la finca donde vive en Londres. LP

La apuesta por la enseñanza superior viene de lejos en casa de Triana: «En mi familia soy la cuarta generación con estudios universitarios. Mi bisabuelo era tipógrafo y mi abuelo tenía Bellas Artes». Su padre, Ricardo, ya jubilado, fue maestro de Matemáticas.

«Mi madre también nos ha apoyado mucho. El mercado ambulante es el que ha pagado mi carrera y la de mi hermana. Mi madre se dedicaba al mercado ambulante» subraya. Su puesto de calzado que recorría Valencia y zonas de playa como Gandia y Burriana: «El mercado no es lo que era. Cada vez venden menos y gastan más».

Esta química de I+D coge la bandera de su raza: «Cuando se enteran de que soy gitana, lo primero que me dicen es que no lo parezco. Me lo dicen como un cumplido, pero yo no lo veo como un cumplido. Estoy muy orgullosa de ser gitana».

Un descuido condujo a Triana a la licenciatura que estudió: «Yo desde pequeña sabía que quería ir a la universidad porque mis padres me lo habían inculcado. Siempre me han gustado más la Ciencias. Siempre decía que lo último que me iba a coger era Química y al final cogí Química por un error en la solicitud cuando tienes que poner el orden de preferencia de las carreras. Entré para probar durante un año y al final me gustó. Me gustaron los profesores». Cosa del destino.

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