El voluntario con pierna biónica que obliga a usar mascarilla

Juan Antonio Martínez ofrece en sí mismo una estampa que llama la atención. Es un hombre bastante alto, con barba, gorra y gafas de sol. Está junto a un coche que lleva un remolque, típico de un piloto de motos aficionado. De hecho, lleva una pegatina del Circuit Ricardo Tormo. Pero lo que definitivamente hace que nadie permanezca indiferente es la pierna biónica que sustituye su extremidad inferior derecha.

Por si acaso alguien quiere ignorarle, que se atreva a pasar por su lado sin mascarilla. Para a quien no la lleve y se adentre en el pueblo afectado por la DANA donde él se encuentre y no lo deja marchar hasta que se lleva el complemento que se popularizó durante la pandemia del Covid-19. «Con estas temperaturas al alza, el riesgo es muy elevado», argumenta. Como a cada día que pasa desde la tragedia el peligro va en aumento, y por si alguien sigue pretendiendo ignorarle, ha pintado su remolque con un mensaje: «Mascarillas SOS».

Juan Antonio no tiene problemas en bajar al barro. Ha estado en Paiporta, Picanya Catarroja, Sedaví… «A cada uno que pasa le doy una FP2. Si siguen subiendo las temperaturas, el riesgo de contraer enfermedades va a ir en aumento», señala. Por eso, ahora busca colaboradores que le den también trajes de protección, esos monos blancos de plástico desechables que llevaban los sanitarios en los días más duros de la pandemia: de hecho, entonces escaseaban.

«Ahora sobre todo lo que necesito son esos trajes, y mascarillas infantiles. Tenía varias cajas, pero me he quedado sin ninguna», proclama a quien lea este reportaje y quiera ponerse en contacto con él: «He visto a un padre que iba con dos niños sin ellas. He parado en medio de la autovía para dárselas. Eran las últimas que me quedaban». Por el momento Juan Antonio ha hallado la colaboración de las autoridades. «Unos agentes de la Policía Nacional me han dado unas cuantas cajas de FP2, así que mascarillas de adultos por el momento tengo suficientes», comenta.

Y ahí está. Con su pierna biónica bajando al barro. «Se puede mojar, así que yo no tengo problemas en mancharme», asegura. «En Catarroja una chica no quería ponérsela. Se ha enfadado conmigo y todo. Al final, entre sus amigos y yo la hemos conseguido convencer», afirma. Lo dice orgulloso, como quien ha cosechado un gran éxito. Para Juan Antonio concienciar a un solo voluntario es justamente eso.

Quizás, porque es de esas personas a las que la vida ha dado una segunda oportunidad. Tuvo un accidente en moto por El Saler que le pudo costar la vida. Perdió una pierna y le quedan secuelas por el tremendo golpe que sufrió en la cabeza. «Me tengo que cambiar las gafas de sol», afirma a mitad de la conversación a modo de disculpa. «Hubo un día en que me levanté fatal… fue imposible. Hoy me he levantado mejor y aquí estoy. Y si mañana me levanto de nuevo bien, volveré… y si estoy regular, también», asegura.

Corrió en moto y ahora practica vela ligera y ciclismo. También pide ayuda porque ha llegado el momento de cambiar la prótesis tras seis años. «Ahora ya está estropeada y en la mutua me la deniegan porque dicen que la uso para actividades deportivas», lamenta: «La que sí cubren hace que me caiga en cuanto hago algún esfuerzo. ¿Qué quieren, que vaya en silla de ruedas?». Y es que esa pierna biónica vale 80.000 euros. Esa batalla se plantea más dura que la de convencer a los voluntarios de que se pongan mascarillas. Tampoco aquí Juan Antonio cesará en su empeño.

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