La estación Joaquín Sorolla de Valencia se activa poco a poco conforme pasan las horas. Antes del mediodía la calma reina en las instalaciones, punto ... y final de los trenes de alta velocidad que cientos de valencianos toman para volver a casa. Con los suyos. Cuando se aproxima una llegada el vestíbulo empieza a bullir, a llenarse de gente. Hay escenas intrascendentes -personas con prisa, que salen rápido- pero destacan las más emotivas: una madre y su hija esperan a una hermana mayor, una pareja se besa con cariño sincero y dos amigos se fusionan en un abrazo tan fuerte que casi duele. Llevan desde verano sin verse. También hay despedidas, igual de emocionantes, que protagonizan aquellos que pasarán las fiestas lejos, con otros familiares. Es Navidad, tiempo de felicidad, manifestaciones de fe, reencuentros, exaltación del amor y de celebraciones. Que serán distintas, muy distintas, en muchas casas de la zona cero.
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Desiré Copete vuelve de Madrid, acompañada de una amiga y compañera de profesión. Tras bajar del tren enfilan hacia la salida. Va a Benetússer, uno de los municipios de l'Horta Sud devastados por las inundaciones. La joven, bailarina profesional y profesora de baile, se trasladó a la capital el 1 de octubre en busca de nuevas oportunidades - «para luchar por mis sueños»-, pero ha estado yendo y viviendo todas las semanas. Como a casi todos en el pueblo, la catástrofe le ha tocado de cerca. Y ha querido ayudar en todo lo posible a familiares, amigos y compañeros de trabajo afectados.
«En realidad no he llegado a instalarme completamente. Fue llegar a Madrid y suceder todo esto. El 29 de octubre mi nueva vida paró en seco», señala la joven. «He vuelto todas las veces que he podido, todas las semanas, para poder ayudar a mi familia y en mi trabajo, pues la escuela de baile (en la que se formó y trabajó durante años, situada en Massanassa), también se ha visto afectada. Igual que las casas de algunos tíos, así como el negocio de mi pareja y su familia», relata. Como tantos en Benetússer, las pérdidas entre sus seres queridos incluyen los vehículos.
Será una Navidad distinta para los Copete. «Hemos cambiado la manera de celebrar. Lógicamente esta vez será diferente. Toda la familia se va a juntar en mi casa. Y somos muchos, porque también nos reunimos con tíos y primos. Pero cabremos como sea, nos apretaremos», explica sonriente. En años anteriores solían alquilar una planta baja, pero toca cambiar el plan. Y ella lo prefiere. «A mi me gusta más la idea de celebrar en casa. Quiero estar allí y con mi familia. Porque lo más importante es que podemos celebrar todos juntos», añade. Demasiadas familias en l'Horta Sud no tendrán esa bendita suerte.
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«La idea es que sean días familiares y de compartir tiempo con amigos, con los seres queridos y de ayudar en todo lo que se pueda», relata cuando se le pregunta sobre cómo se presenta la Navidad. «Será diferente, pero es lo que toca. Quiero estar en familia y el resto del tiempo del que disponga será para seguir ayudando«, añade. «No sólo es diferente a nivel de organización, también en lo sentimental. No somos los mismos después de esta situación. Nos ha cambiado a todos. Pero estos días nos vamos a dar entre todos un chute de energía y amor para poder empezar el año de la mejor manera posible», concluye.
En el mismo tren, el de las 11.29 horas, ha llegado José María Ortiz. Trabaja en una consultoría de Madrid y se reencuentra con Pedro Sierra, amigo de la infancia, en el vestíbulo. Son los que se abrazaban especialmente fuerte. «Mantenemos el contacto, pero no estábamos juntos desde julio, cuando hicimos un viajecito. Vamos a ir a comer, con más amigos, y después del 'tardeo' cada uno irá a su casa con su familia», explica el primero.
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Valencia también es el punto final del viaje de Oriana Vidal y su marido, que llegaron a Madrid procedentes de Caracas. Aprovecharán las Navidades para visitar Europa, pero antes tienen un compromiso tan necesario como entrañable: la familia residente en la capital del Turia. «Estaremos un par de días con los hermanos de mi esposo y sus sobrinos. Los pasaremos en casa todos juntos. Tenemos mucho tiempo pendiente de compartir», relata. Llevan seis años sin verse.
Con el siguiente tren (11.47 horas) se repiten las escenas. Es un AVE de Renfe, y de él bajan rápido Pablo y María Doménech, que estarán varios días en casa de su tía, con la que desde bien pequeños guardan una relación especial. Les espera una de sus primas con su hija pequeña, Ana. «Mi tía está recién operada de la cadera y queríamos acompañarla. Ha sido un poco improvisado, de última hora, pero a veces las cosas surgen así. E incluso sientan mejor», resume ella.
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