Carlos Caballero es maestro del Centro Rural Agrupado L'Encantà, uno de los 46 CRA que existen en la Comunitat Valenciana. Este es su último curso en colegio de Planes de la Baronía (Comtat) donde volverá el 7 de septiembre para recibir a los 45 alumnos que acuden en autobús desde las pedanías de Benialfaquí y Catamarruc y los municipios de Vall d'Alcalà, Al Patró y Almudaina.
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En esta escuela, agrupada con Benimarfull y la Alquería de Aznar, los niños «no asisten a clase por curso, son grupos heterogéneos de distintas edades. Característica que se extiende también a los contenidos». Así, en un aula estarán los siete pequeños de 2, 3 y 4 años, y en otra, los 11 alumnos de 5 y 6 años. Otra clase acogerá a los nueve niños de 8, 9 y 10 años; y la última, a los 18 estudiantes de 11 y 12 años.
Queda una semana para la vuelta la cole más atípica de las vividas hasta ahora y este maestro de pueblo comenta que lo que está pasando con la pandemia no tiene precedentes con lo vivido como profesional de la enseñanza: «empezabas el curso sin maestros u otros problemas que para nosotros entonces eran graves, pero nada comparado con el Covid-19».
El coronavirus se lleva por delante «los abrazos, el cuidado de los alumnos más mayores hacia los pequeños, que llegaban de la mano al colegio, o los juegos que tenían entre ellos antes de iniciar cada jornada que se mezclaban en las clases». Por contra, en este curso se impone la fila de los estudiantes por clase, la limpieza de calzado y manos, y el uso de mascarilla, entre otras muchas de las medidas para frenar contagios.
Eso sí, «tenemos la suerte de que aquí hay mas tranquilidad y normalidad que en las ciudades porque hay pocos alumnos y en la escuela hay espacio suficiente para hacer grupos burbuja, tener comedor e ir a patios distintos», explica Caballero.
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Además, todas las puertas y ventanas del edificio estarán siempre abiertas durante el horario escolar , «sólo cerraremos cuando llegue la época del frío, que aquí en Planes hace mucho ya que estamos en un entorno rural y rodeados de sierras como El Cantalar, L'Albureca. Almudaina, Benicadell y Mariola». Aunque está previsto que durante el invierno puedan abrir las ventanas unos diez minutos cada hora para ventilar la clase.
Todo está listo para el primer lunes de septiembre. Los estudiantes llegarán al recinto escolar en autobús o andando y en la puerta les esperará su tutor, «les tomará la temperatura e indicará que limpien la suela de los zapatos en una especie de alfombra empapada con producto desinfectante y las manos con gel». Una vez estén listos, cada uno de los cuatros grupos (burbujas) entrará en su clase con su respectivo maestro.
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En el recorrido podrán ver las pegatinas y dibujos colocadas en las paredes del colegio que alertan de las medidas para evitar la propagación del virus. Y «saldrán al patio; un grupo al suyo, y el resto irá al grande donde hay espacio para jugar todos sin mantener contacto» .
Los 20-25 alumnos que se quedan al comedor también cuentan con el espacio necesario y, además, «hemos habilitado un aula de aislamiento en el caso de que hubiera algún niño con síntomas».
Todas estas medidas chocan con lo que es un colegio rural: una gran familia donde todos se conocen, abrazan y juegan juntos en las calles «tengan la edad que tengan». Así recuerdan 'Las Tonas', las hermanas Vicenta y Rosa María, su niñez en el colegio de Alcalà y en el de Planes.
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Ambas mujeres son muy conocidas pues regentan el bar Ca La Tona, que abrió su bisabuela hace 121 años, siguió su abuelo. su padre y ahora ellas.
No pueden evitar emocionarse al hablar de cuando había escuela en este municipio de la montaña de la Marina Alta. «Carlos estuvo un año de maestro en Vall d'Alcalà, pero debido a la escasa natalidad, el colegio cerró y se trasladó a Planes. Lo queremos como si fuera un hermano porque durante un año estuvo viniendo todos los días a comer al bar con nuestra familia y en nuestra mesa».
El ahora tutor de los niños de cinco y de seis años, «nos dio clase a las dos, aquí y en Planes, y ahora es el maestro de todos nuestros hijos». Este año, «la vuelta al cole será muy distinta a la que vivieron hasta el pasado curso y a la nuestra» porque el coronavirus está acabando con «la esencia de lo que es un colegio rural, en un pueblo de montaña donde todos nos conocemos» y en el que se cambiarán los abrazos por saludos a distancia, con mascarilla de por medio y ordenados en fila para entrar en las aulas.
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