Woody, el juguete preferido de Pedro
Sala de máquinas ·
Secciones
Servicios
Destacamos
Sala de máquinas ·
Estaba claro que la foto de la semana era de lejos el posado mágico de Pablo Iglesias en la escalinata de Moncloa como flamante vicepresidente del Gobierno, tirando de una cartera casi tan abultada como su ego. Qué giros, qué poses, qué aires hija, vaya facha (con perdón), cuánto desplante a mitad de camino entre la pasarela y el paseíllo. Ahora, después de la sucesión de memes desternillantes que la imagen ha provocado poco nuevo se podía aportar, hasta que el fino ilustrador de esta sección, el Sr. García, me propuso convertir a Pablo Iglesias, el nuevo mejor amigo de Pedro Sánchez, «en Woody de Toy Story, el mejor amigo de Andy; tenía yo esa idea, aquella postura de vaquero me encantaba». Y así hemos acabado. Todos los que tenemos hoy hijos veinteañeros conocimos en las salas de cine al sheriff Woodrow Pride, o sea Woody, un vaquero de juguete que lideraba a los muñecos en la película de Pixar. Woody era un líder natural, que llevaba funda de pistola sin pistola, un pistolero ecofeminista, y repetía frases lacónicas y populistas como «eres mi alguacil preferido», «hay una serpiente en mi bota» o «alguien ha envenenado el abrevadero». Expresiones que con los ajustes contextuales adecuados bien podrían traducirse como «soy tu vicepresidente progresista preferido», «hay demasiadas serpientes de ultraderecha en el Congreso» o «alguien está envenenando a las clases trabajadoras». Parodia con parodia se paga. Sí, Woody será el juguete preferido del niño caprichoso que se hospeda en la Moncloa hasta que a Pedro Sánchez le dé por fijarse en otro socio con las trazas de Buzz Lightyear. Cómo nos vamos a divertir; lo único malo, si se cumple la similitud, es que tras Toy Story 1 vino Toy Story 2, Toy Story 3 y Toy Story 4. Vamos, que esto del gobierno de los muñecos se va a hacer muy largo.
Y muy grande. Más muñecos que ministerios había. Cuatro vicepresidencias reales y otras dos vicepresidencias virtuales e innominadas para los aliados de Bildu y ERC que sostienen al ejecutivo desde fuera. Un gigantismo sin precedentes que supone una rémora administrativa letal, un freno a la eficacia y agilidad ejecutiva y un obstáculo al crecimiento económico. Burocracia socializante. Papeles, sellos, vericuetos y propaganda, mucha propaganda. En la sesión de investidura y en los días posteriores se ha insinuado además cuáles serán las víctimas prioritarias del gobierno progresista: la independencia judicial y la pluralidad informativa. Sánchez anunció durante su discurso «un plan nacional contra la desinformación y las fake news», algo que viniendo del poder y específicamente de una persona que ha hecho de la mentira una palanca de su acción política personal no puede resultar más preocupante. Y todavía más inquietante es que en esto del control de los medios coincide con los propósitos podemitas de crear en la práctica un 'Ministerio de la Verdad' a la manera orwelliana. Ya saben, el modelo según el cual el gobierno no sólo fija lo que es verdad y lo que es falso, sino que se atribuye la potestad de definir los hechos. Recordemos a Orwell: «El Ministerio de la Abundancia había prometido que en 1984 'no se reduciría la ración de chocolate', en realidad la ración de chocolate se redujo, pero lo único que hubo que hacer es sustituir la promesa original por la advertencia de que 'probablemente sería necesario reducir la ración de chocolate». Es una fábula de los totalitarismos, del totalitarismo soviético. Una fábula eficaz. Aquél que dijera que el Gobierno ha recortado la ración de chocolate estará delinquiendo.
El otro peligro, de lejos, apunta a la independencia judicial. Sánchez ya presumió de que él mandaba en la fiscalía y de que la fiscalía hace y hará lo que él considere. Es tan cierto como que ha nombrado fiscal general del Estado a una diputada socialista que hasta el día anterior era la ministra del ramo. Dolores Delgado, que además está inhabilitada para ocupar el cargo, puesto que supimos que como fiscal tuvo conocimiento de delitos gravísimos y decidió mirar para otro lado. Dolores Delgado, relacionada con las cloacas policiales del comisario Villarejo, aparece en unas grabaciones chismorreando que algunos magistrados ejercen de pederastas en viajes al extranjero y en otras celebrando la creación de un prostíbulo para chantajear y sacar información a personajes relevantes de la vida pública («éxito asegurado»). Realmente, después de lo anterior, cuesta seguir escribiendo para tener que justificar la barbaridad de esta decisión. En todo caso, el nombramiento de Delgado trasciende su ilegitimidad para ocupar el puesto. Detrás queda el intento de domesticar a los jueces, sobre todo en lo relativo al conflicto catalán. Un asunto capital para la calidad del estado de derecho y la salvaguarda de las libertades. Recordemos que gracias a estos mismos jueces se ha podido atajar la corrupción del Partido Popular, del PSOE o del clan Pujol. Y gracias a una treintena de sentencias de los jueces del TSJ se han preservado unos mínimos derechos fundamentales en la educación pública valenciana, cortando al menos una parte de las imposiciones ilegales del conseller Vicent Marzà. Y hablando de Marzà, ¿donde está el Consell?, ¿sigue con nosotros o le hemos dejado de pagar la nómina? Pareciera que la Generalitat todavía no haya vuelto de las vacaciones... de verano.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.