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Entrevista con Dulce Iborra, fundadora y directora de La Embajadora
Cree firmemente en los espacios abiertos y el liderazgo natural, un concepto que parece una utopía pero que está arrasando en los entornos más modernos. Dulce Iborra, periodista y publicista a partes iguales de formación y profesión, dirige su propio proyecto desde hace 8 años, con la responsabilidad de un técnico y la presión de un directivo, y reconoce que “haber pasado por todos los puestos es la mejor escuela de liderazgo y de empatía”.
Con el tiempo, la fundadora y directora de La Embajadora, una de las agencias de comunicación y publicidad más conocidas de la ciudad de Valencia, ha comprendido que los topes de crecimiento solo existen en las estructuras verticales o piramidales: “Los techos de cristal no son el enemigo, si hay que romper algo es la pecera del puesto de mando, que blinda a quien debería de estar impregnándose de todo e impide contagiarse a quien debería estar bebiendo de su alrededor”.
-Hemos empezado esta conversación desterrando la idea del techo de cristal y abriendo un nuevo melón, ¿qué es eso de la pecera?
-El techo de cristal es una metáfora que se ha empleado históricamente para significar la limitación que tiene una mujer dentro de una organización en la escalada de la pirámide de mando. Durante muchísimo tiempo el símil ha sido válido, debido a la geometría de las empresas. Pero está dejando de serlo. Cada vez se apuesta más por estructuras horizontales, donde todos aportan, se implican y conversan desde la misma altura para también admirarse. Si hay algo que derribar ahora es la pecera de cristal. El falso líder que está sentado donde el staff, pero blindado entre cristales.
-¿Quiere decir que ser mujer y alcanzar un puesto de mando es ahora más fácil?
-Tampoco nos pasemos de modernos. Todavía quedan lugares obsoletos en su organigrama. En esos lugares, ser mujer sigue siendo un hándicap. Tus superiores suelen hacer un score sobre tu valía en el que no solo puntúan tus capacidades sino también tu condición de género, tu situación familiar, tu sumisión, tu obediencia, tu pertenencia… Cuando te independizas de todo y te lo montas por tu cuenta, lo único que pondera es tu talento y tu compromiso. Por eso hay tantísimas mujeres emprendedoras. Ahí sí es más fácil cuando eres mujer. O, cuanto menos, más igualitario.
-Pero cada vez son más mujeres las que dirigen agencias como la suya. ¿Emprendedurismo o igualdad de oportunidades?
-En materia de comunicación, las mujeres siempre hemos sido un colectivo mayoritario. No solo por una cuestión cultural, sino también por nuestras habilidades naturales. Las facultades de periodismo, publicidad y comunicación están llenas de mujeres. Otra cosa es que, por cuestión estadística, hayamos alcanzado naturalmente los puestos directivos. Esto se está empezando a producir ahora, cuando llevamos años siendo el perfecto staff: tendiendo puentes, alcanzando acuerdos, cumpliendo en fechas de entrega y escribiendo contundentes discursos de otros.
-¿Hay una revolución feminista en el sector?
-No creo que sea una revolución feminista, tampoco que las mujeres estemos ahora de moda. Lo hemos estado siempre, pero dentro de aquel equipo piramidal en el que de la base al centro se acumulaba el mogollón, hemos sido la perfecta parte técnica o, con suerte, la diligente comandancia intermedia. Ahora lo que sucede es que se ha achatado esa pirámide de poder de la que hablábamos.
-Habla de un nuevo paradigma ¿cree que ha venido para quedarse?
-El estado de la cuestión es difícil de definir, pero lo que está claro es que hay un nuevo ambiente. Un ecosistema que se ha producido por un pacto de conocimiento y un liderazgo más humilde y honesto. Ya lo dijo Xavier Marcet: liderar es servir y no servirse. Este pequeño concepto ha abierto la puerta a muchísima gente a una sala de mando abierta, en la que lo que hemos roto no es el techo de cristal, sino las paredes de una pecera que separaba al ‘jefe’ de ‘los Curris’, al más puro estilo Fraggle Rock.
-¿Puede que estemos hablando no solo de liderazgo sino también de influencia?
-Puede ser, estamos en una era en la que el método se desdibuja para alcanzar resultados. En la contratación ya no se le pregunta al candidato solo qué ha estudiado, sino también qué sabe hacer o qué le gustaría hacer. Esta parte es la más importante, ahora. También ha cambiado la mirada del cliente o la empresa con la que vas a hacer un partnership. Tu interlocutor de negocios ya no espera ver a ese señor encorbatado con un gesto de mando que genera la confianza del padre de familia que todo lo puede. Al menos, no con tanta frecuencia. Una mujer con vaqueros, compromiso, ideas frescas y atrevimiento vale por una legión uniformada que sigue patrones en un mercado en el que el que la cadencia es errática.