De las migas con chocolate que merendaba Lorca al colegio donde estudió Lope de Vega: así es dormir en el lugar más emblemático de Madrid
Cervantina, complutense y muy cultural. Alcalá de Henares ha dejado atrás su imagen de ciudad dormitorio para consolidarse, gracias a la declaración Patrimonio de la Humanidad y a su Parador, como una ciudad rendida al turismo de negocio y de ocio


Parador Alcalá de Henares

Parador Alcalá de Henares ****
128 habitaciones
Alcalá de Henares (Madrid), 192.982 habitantes (INE, 2021)
Ubicado en el corazón de la ciudad complutense, el Parador de Alcalá de Henares abrió sus puertas en 2009 y respira tradición y vanguardia. Está a escasos 30 kilómetros de Madrid y 20 del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas y de IFEMA. Se puede llegar por carretera (A-2), en autobús (desde Avenida de América) o en Cercanías.
Parador Alcalá de Henares. Calle Colegios, 8. 28801 Alcalá de Henares (Madrid)
Cervantina y quijotesca, cisneriana y complutense, de letra y teatro, de Lope y de Lorca. Si de algo puede presumir Alcalá de Henares es de historia y de cultura. Atributos no le faltan a la ciudad madrileña para ser uno de los grandes polos turísticos de la región, especialmente desde que fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998 y abriera sus puertas su Parador en 2009. Ambos hitos, a los que se unió la apertura del yacimiento romano Complutum en 2012, fueron los responsables de que cambiara el concepto turístico de una ciudad industrial, hasta entonces más dormitorio que otra cosa, que se ha convertido en uno de los grandes polos del turismo de ocio y de negocios de la región. “Junto a Aranjuez, Chinchón y El Escorial, Alcalá ya juega en la primera división del turismo de Madrid”, resume el director del Parador, Pedro Soria. Y mira de tú a tú a otras ciudades patrimonio cercanas como Toledo, Cuenca o Segovia convirtiéndose en una escapada de interior que tiene mucha historia, pero más presente y futuro si cabe, que ofrecer a los visitantes.
Ambos conceptos se aúnan a la perfección en el Parador: un ejemplo sostenible y cuidado de unión del pasado renacentista de la ciudad complutense con la modernidad, el minimalismo y las comodidades del siglo XXI. Porque alojarse aquí es hacerlo en el epicentro universitario fundado por el Cardenal Cisneros. Es dormir en el mismo lugar donde estudiaron Lope de Vega, Quevedo o Tirso de Molina y comer en el mismo sitio donde Federico García Lorca iba cada día con sus compañeros de La Barraca a merendar las míticas migas con chocolate. Y también es regalarse una desconexión en su spa, en su piscina o en su Jardín Tallado, la estrella de la premiada reforma llevada a cabo por el estudio Aranguren & Gallego cuyo proyecto fue expuesto en el MOMA en 2006.

Con una superficie de 30.000 metros cuadrados y 128 habitaciones, el Parador de Alcalá de Henares se ubica en el corazón de la ciudad universitaria creada por el Cardenal Cisneros en 1507. En concreto, en tres de los llamados colegios menores: el colegio de Dominicos de Santo Tomás de Aquino, fundado en 1529; el colegio de Los Manrique, donde estudiaron Lope de Vega, Quevedo y otros autores del Siglo de Oro y que hoy acoge la zona de recepción; y el colegio de la Trinidad Calzada, donde hoy, por ejemplo, nos podemos dar un chapuzón en su piscina. Estos dos últimos quedaron prácticamente destruidos tras la invasión francesa de 1808 y, añadiéndoles dos naves, el conjunto se convierte en prisión en 1836 hasta los años ochenta del pasado siglo, cuando se traslada a los presos a Alcalá-Meco. Desde entonces, el espacio queda deshabitado y abandonado hasta que en 2002 se inicia el proyecto de abrir un Parador para impulsar la rehabilitación y el turismo de la ciudad, que abrió sus puertas en 2009.
“Fue un punto y aparte en el concepto turístico de Alcalá de Henares. Hasta entonces era una ciudad empresarial muy potente que no pensaba en el turismo a pesar de tener un gran potencial. El Parador se convierte en ese buque insignia para cambiar el concepto turístico de la ciudad, donde hasta entonces había apenas un hotelito de tres estrellas”, explica Pedro Soria. “Ha tenido un impacto muy positivo que ha repercutido en los comercios y restaurantes de la ciudad”, añade Esperanza Fernández, gaditana enamorada de Alcalá desde que llegara a la ciudad hace un lustro y jefa de recepción del Parador. “Cuando llegué aquí, Alcalá era la ciudad por excelencia de las tapas y eso ha cambiado muchísimo. No sería equívoco decir que la economía, el turismo y la gastronomía de la ciudad ha subido un escalón a raíz de la apertura del Parador”, agrega el cordobés Javier González, responsable de montaje de eventos.
Las recomendaciones de los que más saben...

CAMARERA DE DESAYUNOS
Verónica Campo
19 años en el Parador de Alcalá de Henares

JEFA DE RECEPCIÓN
Esperanza Fernández
Cinco años en el Parador de Alcalá de Henares

RESPONSABLE DE MONTAJE DE EVENTOS
Javier González
12 años en el Parador de Alcalá de Henares
El bello claustro del Parador es, probablemente, el mejor testigo de la historia que hay detrás de este lugar. Hoy invita a tomar algo en silencio disfrutando de la sombra y la quietud mientras uno imagina cómo debía ser la vida de clérigos, estudiantes y presos. Mantiene su estructura original y esas arcadas que, antaño, eran la puerta de entrada a las celdas. Pedro Soria recuerda que todavía hay clientes que le cuentan cómo fue estar aquí preso y tira de memoria para rememorar a presos ilustres como Juan March, diputado entonces por el partido de Izquierda Liberal y fundador de la Banca March, que escapó de esta prisión -”dicen que tenía un apartamento y le traían la comida de la Hostería del Estudiante”, recuerda- en 1933 con chófer incluido hacia Gibraltar; el anarquista Melchor Rodríguez, más conocido como el Ángel Rojo por evitar el asalto a la prisión en 1936 y la muerte de más de 1.500 reclusos; el portero del Real Madrid Ricardo Zamora o Eleuterio Sánchez, El Lute.

Un jardín… tallado en las alturas
Inspirado en los engawas japoneses, una de las joyas más sorprendentes del Parador de Alcalá de Henares es su Jardín Tallado. Concebido por el estudio de arquitectura madrileño Aranguren & Gallegos, este jardín, ubicado en la azotea y enmarcado en el muro original del edificio de finales del siglo XIX, no solo regala un paseo sosegado sino que sirvió para crear una retícula soterrada de 3.000 metros cuadrados que distribuye, entre bambús, guijos y otras plantas, las habitaciones en las dos plantas inferiores. “Fue una novedad que surgió de la necesidad de crear más habitaciones”, explica Pedro Soria, al no poder crecer en altura y evidencia a la perfección esa conjunción respetuosa de la tradición histórica del lugar con la modernidad necesaria de la reforma. Sentarse en uno de sus bancos, admirando el atardecer, las cruces que distribuyen las habitaciones y el ladrillo de los edificios colindantes, donde aún sobrevive una antigua garita de la prisión de antaño, es una de esos placeres que detienen el reloj.

Relax y mimos bajo la cúpula de una iglesia
Si un spa es sinónimo de relajación y autocuidados, el hecho de que esté ubicado bajo las bóvedas de la antigua iglesia del convento de los dominicos de Santo Tomás de Aquino invita más si cabe al recogimiento. Jugando con la semipenumbra y los colores, la capilla de esta iglesia del siglo XVII acoge la zona de aguas con el jacuzzi presidiendo la estancia bajo la cúpula y coronado con un cañón de luz. Frente a él, varias caracolas de vidrio, que garantizan la intimidad, conforman las duchas de agua fría, caliente, aromáticas o el pediluvio, y una zona de descanso con tumbonas donde redondear la experiencia. Las bóvedas también son testigo de la zona de tratamientos, ya sea en pareja o individuales, para redondear una experiencia que convierte el spa del Parador de Alcalá es el epítome de la desconexión.
Frente a él, el moderno Salón Biblioteca, donde se puede ver un facsímil de la Biblia Políglota Complutense que mandó imprimir y financió el Cardenal Cisneros junto a obra contemporánea de la asociación Ars Fundum como Begoña Zubero, Bosco Sofi o Cveto Marsic, nos traslada al siglo XXI al igual que lo hacen las confortables habitaciones que se distribuyen por todo el edificio. Otro de los grandes atractivos que diferencia a este Parador son los 1.000 metros cuadrados (diáfanos y adaptables a cada necesidad) dedicados a eventos y congresos. Porque precisamente el turismo de negocios y congresos es otro de sus puntos fuertes. Tanto que, como explica el director, supone más del 50% de su facturación.
“Fue un punto y aparte en el concepto turístico de Alcalá de Henares. Hasta entonces era una ciudad empresarial muy potente que no pensaba en el turismo”
“El Parador ya nace con esa visión. Alcalá reunía todas las condiciones por su cercanía a Madrid, al aeropuerto e IFEMA para hacerse con ese segmento. Somos el Parador más potente de España en eventos, tanto en alojamiento como en restauración”, explica Soria. “Si vienes en agosto, verás los desayunos llenos pero no verás el volumen del resto del año con los eventos y con las bodas, bautizos y comuniones. Aquí la alegría la dan los eventos”, resume Javier González, que es su cara visible. La fórmula ha sido exitosa porque el Parador ha sabido conjugar con acierto esos dos tipos de turismo: el empresarial los días laborables y el de ocio, los fines de semana. “Tenemos nivel de ocupación prepandemia. Junio ha sido el mes con mejor ocupación desde la inauguración”, confirma Soria.
ALCALÁ, UN PARAÍSO GASTRONÓMICO
Pero la historia de la red de Paradores en Alcalá de Henares no se queda exclusivamente en el siglo XXI. En 1930 abrió sus puertas la Hostería del Estudiante en el antiguo colegio menor de San Jerónimo, fundado por Cisneros en 1510 y con unas vistas imponentes al Patio Trilingüe de la Universidad de Alcalá, donde cada año se dan los Premio Cervantes. Allí, como recordaba el diario ABC tras la inauguración, se daban “almuerzos (8 pesetas) y meriendas de cocina española exclusivamente” y allí iba con asiduidad Lorca a merendar migas con chocolate, un plato que sigue sirviéndose cada tarde de domingo en otoño e invierno (a diario en la cafetería del Parador) y que es uno de los más famosos de su carta.
Por aquel entonces (el primer Parador que abrió sus puertas lo hizo un año antes en Gredos) había Paradores para dormir y hosterías donde únicamente se comía. Con los años, devinieron en Paradores y la única que sobrevive es la alcalaína. “Es un espacio muy querido por los alcalaínos”, resume Valdearcos, director de Alimentos y Bebidas. Hoy, basta con cruzar la calle desde el Parador para sentarse en su mesa, sigue manteniendo esa decoración castellana presidida por su vigas de madera, sus muros de piedra, sus pucheros de cobre y su chimenea donde se cocinaba hace cinco siglos y combinada con una carta con identidad que fusiona la cocina cervantina con “el kilómetro cero de Paradores”. Es decir, un auténtico viaje gastronómico por el país que va desde las migas alcalínas hasta los mejores platos de la cocina local de los 98 establecimientos de la red como la caldeirada del Parador de Santiago de Compostela, el rabo de toro a la cordobesa o el cochinillo M.G. de Segovia.
No es la única curiosidad gastro del Parador de Alcalá, que, como recuerda su director, es de los pocos que cuenta con “dos restaurantes y tres cocinas” sumando la de los eventos. Porque si la Hostería del Estudiante ha visto pasar a comensales durante casi un siglo, el restaurante Santo Tomás del propio Parador ofrece una carta ágil y dinámica, nutrida con una cuidada bodega con buena presencia de vinos de Madrid, donde no faltan los platos cervantinos y una cocina de producto “en la vanguardia de lo tradicional”, como explica Luis Carlos García, jefe de cocina del Parador.
Hostería del estudiante
Hoy comemos...

Si algo no puede faltar en las cartas de la Hostería del Estudiante y del Restaurante de Santo Tomás son los platos de la cocina cervantina. Lo confirma Luis Carlos García, jefe de cocina de ambos restaurantes: “Las migas alcalaínas, el tiznao cervantino en taco de bacalao, los asados y la costrada de Alcalá son los platos que más nos demandan”. Servidas en un plato que recuerda al yelmo del ingenioso hidalgo y bien nutridas de sacramentos (o acompañamientos), las migas son, sin dudas, el plato estrella en el Parador de Alcalá. García nos explica cómo se hacen.
“Primero, picamos el pan del día anterior y lo dejamos que asiente remojado con un poquito de agua y sal. Después hacemos unos ajos chafados y un picadillo de chorizo y panceta adobada. Lo rehogamos todo, añadimos el pan y lo vamos haciendo a fuego muy lento durante una hora y media más o menos. Al final, nosotros las terminamos con un poquito de orégano”, explica. Se remata esta delicia con un huevo frito de corral y con acompañamientos que van desde el chorizo y la morcilla hasta piparras, pimientos, uvas y fruta de temporada. “Nos gusta añadir fruta, normalmente naranja o higos”, cuenta. Y, añade con orgullo, si preferimos las migas lorquianas con chocolate de merienda basta con sofreír pimentón y ajos y hacer en ese aceite el pan, una vez retirados los ajos y previamente remojado. “Una vez hecho, se acompaña con chocolate casero”. Una delicia con mucha historia.
Destinos con encanto para viajeros únicos
Créditos
Coordinación: Prado Campos
Fotografía: Andrés Martínez Casares