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JOSÉ LUIS BENLLOCH
Sábado, 20 de septiembre 2014, 00:02
Con el país entero angustiado, también hastiado, con su partido zarandeado y casi borrado, en medio de una partida política en la que se juega nada menos que la unidad territorial, con la desnutrición infantil montada en una ola expansiva que acongoja y no quiero seguir en lo que serían prioridades estatales, Pedro Sánchez ha puesto encima de la mesa el debate de los toros en una serie de cabriolas mediáticas y ambigüedades lingüísticas cuanto menos sorprendentes. También contradictorias con la que era hasta ahora la postura de su mismo partido, que gobernando en España no hace tanto, aprobó el traspaso de competencias de la tauromaquia del Ministerio de Interior al de Cultura a través del Real Decreto 1151/2011, firmado por Manuel Chaves, en el que se dice «entendida la tauromaquia como una disciplina artística y un producto cultural, las competencias del Estado en orden a su fomento y protección tienen su correcta ubicación en el Ministerio de Cultura». Pues nada, ni en Cultura ni en Interior, a Sánchez se le han olvidado tales precedentes o sencillamente no se ha enterado y siguiendo la deriva secesionista de los catalanes ha levantado la bandera contra los toros, o eso parece, en busca de los réditos que pueda cazar en el alboroto.
En realidad no ha dicho nada concreto contra la tauromaquia, sólo que poco después de una curiosa intervención de Sánchez -¿habría que decir fantasmagórica?...- en el programa 'Sálvame' arremetiendo contra los festejos populares, el Grupo socialista reafirmando las palabras de su líder ha instado al Gobierno a través de una proposición no de ley a «establecer los mecanismos y desarrollos necesarios que impidan situaciones de maltrato animal en los espectáculos públicos y festejos populares» olvidando que ya existe una ley contra el maltrato animal, en la Comunitat Valenciana especialmente avanzada, que, en eso estoy/estamos de acuerdo, debe hacerse cumplir con rigor. Semejante ocurrencia unida a sus declaraciones recientes en la cadena SER, anunciando que no le esperen en una plaza de toros, se ha interpretado como un posicionamiento abiertamente antitaurino que él no había desmentido hasta darse cuenta que su patochada dialéctica estaba a punto de llevar a muchos alcaldes de su partido a un callejón sin salida e incluso a obligarles a enfrentarse a lo que ha sido y es la pasión cultural y lúdica de sus ciudadanos, muchos de ellos militantes y votantes de su partido. Le pudo más un titular o unos segundos de 'prime time' en la tele que una reflexión y se armó la mundial.
La situación tiene una fácil lectura. A Pedro Sánchez se le ha subido el toro de la política por encima de la montera y ante la falta de recursos lidiadores que le saquen del atolladero, recurre a una postura errática. En el toreo a eso se llama espantada e implica ambigüedad, indefinición, hacer lo correcto y lo contrario a la vez, brindar al sol, aparecer en 'Sálvame', pasar todo seguido la mano por el espinazo de la intelectualidad, apostar por los valores más sólidos de la sociedad, defender las tradiciones y a la vez darle vidilla a los programas más alienantes del momento, para quedarse finalmente en el terreno de nadie donde es imposible resolver nada. ¡Con lo que hay que resolver! Las ilusiones que había despertado su reciente presentación en esta plaza llamada España empiezan a desvanecerse, el novillero no mejora a las viejas figuras. Sus postreras declaraciones en la COPE asegurando con magnanimidad «no voy a acabar con la fiesta de los toros» confirman su carácter errático, sus planteamientos poco rigurosos y lo que es peor, no desmiente su antitaurinismo, sí confirma su intención de apostar a falta y a pasa y descubre una dosis de vanidad impropia de un mandatario con altura de Estado: con los sentimientos y la cultura no acaba nadie más que la voluntad popular. El toreo se acabará el día que los españoles dejen de ir a las plazas, jamás el día que decida Pedro Sánchez si es que algún día tiene posibilidad de decidir. El petardo que ha pegado es gordo, se podría decir que ha estado peor que Cagancho en Almagro, que es la tarde referencia de la peor espantada torera de aquel gitano.
Posdata. Al hilo de todo lo anterior el ministro Wert se ha ido a la estantería de los proyectos olvidados y ha bajado un plan de fomento de la tauromaquia llamado Pentauro, que después de sesudas y largas reuniones y unos cuantos oles de sus seguidores, el ministro de Rajoy había puesto a dormir en una de las estanterías de su ministerio. No hay mal que por bien no venga, se podría pensar.
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