Paco Huguet
Lunes, 20 de octubre 2014, 00:14
Proyecto Vivir ayuda a mujeres maltratadas o en situación de exclusión social. Y a sus hijos. Nació en 1994 dentro de Cáritas y se constituyó como fundación en 2003, explica su presidenta, Lourdes Capote. Desde entonces ha atendido a unas 3.000 personas. La recesión se ha ensañado con el ya de por sí débil sector de los servicios sociales y esta entidad ha visto reducidos su presupuesto en un 70 % en apenas cuatro años. La redacción de LAS PROVINCIAS reconoce y agradece su esfuerzo diario con el premio Valencianos para el Siglo XXI.
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¿Cómo nace Proyecto Vivir?
-Trabajábamos en la parroquia de San Fernando Rey. Vimos que la situación de las personas se hacía crónica: la gente pedía y pedía, pero no daba ninguna solución a su vida. Decidimos crear un proyecto en el que se enseñase a la gente un trabajo de superación personal. Aquí no se da nada gratis, se da a cambio de un compromiso.
¿Con qué recursos humanos cuentan ahora y contaban entonces?
Empezamos contratando a varios profesionales, hasta nueve, pero hoy sólo podemos tener a tiempo parcial a un educador social y una maestra, que también son voluntarios el resto de la jornada. Hoy prácticamente nos nutrimos del voluntariado y en situaciones límite son ellos los que nos ayudan.
¿Qué situaciones límite?
-Situaciones límite como: «y ahora, ¿con qué pagamos esto? ¿las becas esta semana de dónde las sacamos? ¿qué alimentos compramos si no tenemos dinero?».
¿Cómo les han afectado los recortes de la Administración?
La ayuda ha descendido muchísimo, pero eso es algo que nos afecta a todo el mundo. Ahora esto se mantiene con nuestra tienda solidaria de ropa. La cerámica se vende por encargo y funciona más como taller a nivel global, porque trabajamos la actitud personal de las mujeres, su superación personal...
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¿A mujeres de qué perfiles atiende Proyecto Vivir?
Son muy variados, pero siempre con una situación económica cero. También hay mujeres con maltrato; ya no sólo físico de la pareja, sino maltrato psicológico de la vida: a nivel familiar, de pareja, laboral... Son situaciones de no encontrar trabajo y tener unos hijos detrás. Y lo que conlleva eso: falta de estima y hundimiento personal total, depresión... Los niños participan de esta situación familiar y hay que rescatar a esos niños de esa situación. Hay que hacer un cambio total a la madre para que eso influya en los hijos. Los niños llevan un rendimiento bajo en el colegio y hay que ayudarles para que no se sientan discriminados. Es un trabajo lento y cuando las madres consiguen un primer trabajo, los niños siguen viniendo porque nadie tiene dinero para pagarles un profesor que les ayude o un psicólogo o un pedagogo...
En sus 20 años de labor social, desde el 94, ¿ha variado la situación de exclusión?
Antes venían españolas, mujeres del mundo gitano... Y ahora de todo tipo: españolas, extranjeras y mujeres que estaban bien y en un determinado momento perdieron el trabajo, se les ha caído el mundo entero y su situación es dramática. Pero viene gente muy válida y se dan cuenta de que, si se comprometen, pueden abrirse camino.
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¿Y en el caso de los malos tratos?
Uf, eso es eterno: les quitan su dignidad. Lo primero en lo que hay que trabajar, y quiero hacer hincapié en ello, es en el maltrato psicológico, que está muchísimo más extendido de lo que pensamos, mucho más escondido y haciendo grandes destrozos en los seres humanos.
Pero la mujer ha avanzado, está más concienciada...
La mujer ha avanzado, pero es increíble que hoy en un caso de maltrato se dan las mismas características que entonces. ¡Cómo cuesta hacerles comprender que su dignidad está por encima de todo! Está más concienciada, pero es eterno ese «no valgo para nada», ese «¿qué voy a hacer yo sola?», ese miedo. Ese pensar que ya cambiará.
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¿En los últimos años ha descendido el interés de la Administración en estos problemas?
Por los motivos que sea, la economía ha bajado. Sin medios económicos no se puede mantener un proceso, una formación.
¿Qué supone el premio para Proyecto Vivir?
Es importante porque es un reconocimiento a un trabajo callado. Y, además, porque nos ayuda a ser más conocidos, para que nos puedan apoyar económicamente, que lo necesitamos.
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