«Si cambiáramos de nombre a la hipnosis tendría mejor prensa»

Ilusionista, mago, coaching, motivador, conferenciante, hipnotizador. Todo puede servir para etiquetar a Jorge Luengo. Aunque su curriculum se podría resumir de una manera más abrupta. Algo así como el 'currante' extremeño que llena teatros, casinos (anoche actuó en el Cirsa de Valencia) y que de paso, hace sesiones privadas para que los pacientes (clientes) de turno deje de fumar o inhbiliten cualquiera de las fobias o filias que merman su felicidad.

Ofrece espectáculos que giran en torno a la magia, y otros en los que la hipnosis (tHipnotizo) aparecen como estandarte de sus maniobras sobre el escenario.«Hay una diferencia, en la magia, el mago está en el escenario y participa con la gente, es muy espectacular, hay una interacción, mientras que en la hipnosis es el público el que es protagonista», sostiene Luengo.

Una apuesta arriesgada, la de citar la hipnosis, la de utilizarla como herramienta en sus espectáculos, puesto que no goza esta técnica, en el imaginario colectivo, de buen cartel. «La palabra tiene una pre concepción muy mala, a mi no me gusta porque le han vendido que eso es malo, yo la utilizo para que la gente sepa a qué viene y que no vengan niños, no por nada, sino porque no me gusta que un niño vea a alguien que cae al suelo solo con tocarlo. Si le cambiáramos el nombre no tendría ningún problema, se conseguiría cambiar el concepto, como se hizo con la PNL (Programación neurolingüística), porque aquí no se programa a nadie, sino que se ayuda al subconsciente para que haga algo, y es lo mismo. Lo cierto es que hay una falta de interés por estudiarlo y por documentarlo», explica el mago.

Luengo, reconocido profesional insiste en que el protagonista no es él en sus sesiones, en sus shows, lo son quienes si llegan a alcanzar éxito en sus metas, a los que abren sus mentes para escuchar al subconsciente, con la ayuda de Jorge, que ya en 2010 recibió el Premio mundial de Magia (FISM) en la categoría de invención y el Premio mundial al talento.

Pronto volverá a Valencia, destino que tiene siempre en mente, en medio de semanas que duran ocho días y cuyas jornadas empiezan, como la iniciada ayer, la noche en Valencia, siguiendo de madrugada y llegando al amanecer en Badajoz y acabando por la noche en Madrid. Por algo será que el currante también es un viajante.