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Rafa Muñoz
Domingo, 6 de septiembre 2015, 14:01
Cuando uno va al teatro normalmente llega, se sienta en su butaca y espera a que se alce el telón y comience la función. ¿Alguna vez se ha preguntado qué ocurre detrás de ese telón? ¿Cómo se preparan los actores que, minutos después, aparecerán en el escenario en la piel de sus personajes?
El Teatro Talía tiene en cartel hasta el próximo 13 de septiembre la obra Nosotros no nos mataremos con pistolas, escrita y dirigida por el valenciano Víctor Sánchez. Sus cinco actores abrieron las puertas de su camerino a lasprovincias.es y nos contaron sus manías y secretos.
Llegamos dos horas antes y preparamos la utillería y el escenario; luego calentamos la voz y el cuerpo, según el día que tengamos y lo que más cansado tengas; más tarde toca maquillarse y vestirse, y luego ya concentración antes de entrar a escena, comenta Lara Salvador, una de las actrices.
Caliento, estiro y pongo el cuerpo en marcha para conseguir tener energía, señala Román Méndez de Hevia, compañero de reparto. Es un espacio ajeno a la vida, por lo tanto tienes que preparar tu cuerpo de una forma diferente, despertarle, olvidarte de lo que has estado haciendo durante todo el día, apunta Laura Romero.
Cada uno tiene sus rutinas, aunque éstas son compartidas en un ambiente de camaradería y buen ambiente que invita a pensar que la función jamás puede salir mal. Además, los cinco actores junto con el director son los encargados de preparar todo el escenario y el montaje. Ellos son la función, y en un día con doble representación como el sábado en que se escribe este reportaje, los nervios por cómo saldrá todo asoman tímidamente.
Los nervios siempre están, lo que pasa es que luego, de repente, sales y se te olvidan; pero antes de empezar una función siempre hay unos pocos de nervios, que yo creo que ayudan, señala Román, mientras sus compañeras siguen en el camerino. Me gusta maquillarme primero y luego hago bastantes ejercicios de articulación y preparación de la voz, cuenta Silvia Valero.
Se acerca la hora de la función. Media hora antes de la hora de inicio se abren las puertas del Teatro Talía. Desde el escenario se escucha el rumor de las personas que van entrando al recinto. Es en esos minutos finales antes de que se alce el telón cuando afloran las manías de cada uno.
Sí que nos damos siempre todos la mano antes de empezar la obra y hacemos un grito de guerra todos juntos, para hacer equipo; hacemos eso siempre antes de empezar las funciones, asegura Lara Salvador.
Yo estoy un poco enganchada al propóleo; es un spray para la garganta, para sentirme más segura, porque en realidad no tengo ningún problema, simplemente es una manía, reconoce Laura Romero mientras Bruno Tamarit le mira con una sonrisa. Yo no tengo ninguna superstición, simplemente pongo el móvil en modo avión, desconecto del mundo exterior y me concentro, añade el intérprete masculino.
Los quince minutos antes de la función sí que me aparto y me pongo un poco de música; cada uno de mis personajes tiene una canción asignada; antes de salir la escucho varias veces y me ayuda a entrar en la atmósfera del personaje, asegura Silvia Valero. Generalmente me sueno los mocos, no puedo actuar si noto que tengo las fosas nasales y las vías respiratorias obstruidas; entonces me sueno los mocos, escucho música y bebo un poco de agua antes de empezar, siempre, añade.
Y todas las palabras se van cumpliendo. Román, junto al escenario, realiza los últimos ejercicios de calentamiento y motivación, acompañado de un ukelele. Silvia, con su iPod y sus gafas de sol primero se sienta en una silla y luego se tumba sobre el escenario en busca de su concentración.
Mientras, Bruno no deja de pasearse pasillo arriba y abajo recitando un texto de memoria. Lara, también escuchando música, pasea su embarazo ficticio entre bambalinas haciendo ejercicios de voz. Y Laura, una vez administrada su dosis de espray en la garganta, intenta dar un beso a cada uno de sus compañeros.
A las seis y media de la tarde se apagan las luces del patio de butacas y se alza el telón. Las manías y costumbres se quedan en el camerino. Ha llegado la hora de que la magia del teatro se apodere del escenario.
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