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Así ha sido el rodaje de Juego de Tronos en Peñíscola

Los actores de la serie trabajan de sol a sol y por la noche se deleitan con el plato que adoraba Berlanga. Cualquier detalle que se filtre de la serie está multado con 150.000 dólares

Fernando miñana

Miércoles, 7 de octubre 2015, 07:57

Peter Dinklage tiene un problema y no es estrictamente su enanismo. Su pesadilla es haberse convertido en Tyrion Lannister, uno de los personajes más populares de Juego de Tronos, la serie que cuenta con millones de seguidores en más de 170 países, y no poder pasar desapercibido. Al pequeño actor de Nueva Jersey no le valen de nada la barba, el pelo enmarañado, una gorra ni las gafas de sol. Mide 1,35 y todo el mundo le detecta enseguida. Y hoy en día eso equivale a desenfundar el móvil y comenzar a sacarle fotos sin miramientos. Así es la vida de un famoso en el siglo XXI.

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El actor lleva varios días convertido en el hombre más perseguido en Peñíscola, el lugar que HBO ha convertido en un búnker. Su precioso casco histórico, erguido sobre el peñón que se adentra en el Mediterráneo, que este día está calmo, plano como una sábana recién planchada, está bloqueado. Nadie puede pasar, salvo las decenas de operarios que lucen orgullosos su acreditación en el pecho mientras trajinan, arriba y abajo, con el material de los escenarios. Se dan aires de importancia delante de los seguidores de la serie que matarían por estar tan cerca de los actores y que el fin de semana llegaron a cientos.

Peñíscola se ha convertido durante dos semanas en Meereen, el territorio donde se ha asentado Daenerys Targaryen. De ahí que David Sanjuán diera un respingo el día que se encontró con Nathalie Emmanuel, una de las actrices que más de uno ha visto por la calle. El propietario de Cinquanta, un barecito que solo se nutre de productos provenientes de cincuenta (o un poco más) kilómetros a la redonda de Peñíscola, se quedó de piedra cuando vio entrar por la puerta a Missandei, la fiel sirviente y traductora de la khalessi de los tres dragones.

Emmanuel no se expresó en el alto valyrio, sino en la lengua común, que en el mundo real equivale al inglés. Y le contó que había visto que en aquel pequeño rincón rodeado de restaurantes de fritanga para guiris habían elaborado un menú basado en los platos que tan detalladamente describe George RR Martin en sus libros. Como una empanada de ternera y bacon que Sanjuán ha rebautizado como El reposo de Jon Nieve. O El sueño de Lord Varys, un confit de pato con salsa de miel al estilo de Pentos. Y la creación que va a mantener en la carta, de tanto éxito que ha tenido, la sangría con miel, tomillo y romero, como los vinos especiados de los siete reinos. «Yo era un gran seguidor de la serie, pero cuando supe que vendrían aquí a rodar comencé a leer los libros y vi que se explican todos los platos que comen. Entonces descubrí que en Estados Unidos tres mujeres recopilaron todos los guisos en un libro y me lo compré».

Sanjuán habla libremente porque él tiene su negocio y no ha firmado ningún documento con la productora, pero aún así pide que no trasciendan algunas anécdotas jocosas sobre Peter Dinklage. Todo el mundo tiene miedo de que se enfaden los capitostes de la serie que debe poner a en el mapa a Peñíscola. Como el dueño de Boutique La Mar, un pequeño y coqueto hotel asomado a la playa, donde se hospedan las estrellas y los jefes. El alcalde y la responsable de la Film office tampoco sueltan ni prenda. La amenaza de una multa de hasta 150.000 dólares (unos 133.000 euros) por saltarse la cláusula que prohíbe desvelar cualquier información -por absurda o intrascendente que sea- es muy convincente.

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Andrés Martínez, el alcalde, no se atreve ni a confirmar que el director de fotografía, un hombre de gran prestigio en el mundo audiovisual, acudió a felicitarle. «Nos hemos limitado a estar al lado de la productora para ayudarles en lo que fuera. Han sido días muy intensos, pero esto nos va a convertir en una atracción turística y en un reclamo como plató natural».

Laura Hidalgo habla y habla sin parar en la oficina de incentivos al rodaje de Peñíscola. En su mesa hay una foto de El chiringuito de Pepe con una cariñosa dedicatoria de la productora de la serie. «Te adoramos». Está agotada, pero feliz. «Lo más complicado es ayudar a que sea un rodaje de garantías y afectar lo menos posible a la vida normal del pueblo. Creo que lo hemos conseguido».

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Los hoteles, hasta arriba

Los hoteles, que acaban de dejar atrás la temporada alta, están encantados. Dos de los grandes reservaron todas sus habitaciones para alojar a las cerca de 500 personas que forman el equipo de la serie. En los restaurantes, no tanto. Las vallas del rodaje los han dejado casi aislados y alguno ha tenido que fabricarse un trono con espadas como el de la serie para atraer a la gente. «Me lo hizo un amigo que es un artista. El domingo tenía a 80 personas haciendo cola para la foto», explica, un poco harto, Miguel Clariana, dueño del Chiringuito dels bous.

El fin de semana ya pudieron hacerse una idea del poder de Juego de Tronos cuando miles de seguidores de la serie se plantaron en Peñíscola para ver si conseguían hacerse una foto con Tyrion Lannister, Shae, Varys o alguno de los personajes que están en este rincón. Los actores principales se escaparon el sábado por la noche a Casa Jaime, uno de los restaurantes de referencia en Peñíscola, para ejercer de turistas y comerse un buen plato de arroz para cenar. Las estrellas se deleitaron con productos marineros y dos tipos de arroz: uno con yemas de erizo, gamba roja y ajos tiernos, y el Calabuch, que lleva el nombre de la película que Luis García-Berlanga rodó en Peñíscola porque era también el plato que apasionaba al genial director valenciano.

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Todos remataron con postres de productos autóctonos como la tarta de naranja y sorbetes de mandarina o romero. Charlaron en la sobremesa y, después de dejar «una muy buena propina», se marcharon. Ya hacía rato que se había ido Peter Dinklage. Él seguía huyendo de la fama a toda prisa.

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