Belen Fernández
Domingo, 15 de noviembre 2015, 21:35
Sentado frente al televisor en el salón de su casa, José Luis Polo no se lo pensó dos veces cuando vio que en una gala de TVE de hace veinte años ofrecían en subasta uno de los baúles más célebres y nombrados de la historia de la copla española. Lo deseaba con el fervor del admirador rendido. Levantó el teléfono y llamó. Quería ese baúl de Concha Piquer, que podía ser el mismo de la célebre frase, tan famoso como su dueña. Y su dueña fue la más grande. No se concebía el uno sin la otra. El baúl de la Piquer es parte indivisible de una frase hecha tan cargada de interpretaciones como esos maletones lo estaban del universo de la reina de las reinas de la tonadilla. Ahora, esa preciada pieza preside el escaparate de la zapatería familiar que los Polo tienen en Montijo (Badajoz). Además del fetiche, la puja permitía contribuir económicamente a la investigación del sida. "Era la primera vez que se escuchó hablar del sida como tal -explica José Luis Polo-. TVE hizo una gala benéfica con objetos destacados que los famosos quisieran donar. Estratégicamente esperé a que el programa fuera acabando y llamé dos o tres veces para ver cómo iba la subasta. Yo sabía el presupuesto que estaba dispuesto a gastarme y del que disponía, así que, faltando unos 20 minutos, volví a llamar y pujé". El precio que Polo pagó prefiere no decirlo, pero el valor que tiene hoy en día es mucho y él lo sabe. De hecho, ya ha recibido ofertas. "No lo hice por dinero. De alguna forma quería ser el dueño de la frase, fue más una inversión emocional que económica".
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Todo se quedaba corto para explicar la trayectoria de Concha Piquer (1906-1990) que pasó de cantar en su barrio valenciano de Sagunto a triunfar en Nueva York con 13 años. Y lo hizo en 1919, antes que nadie. De su muerte en Madrid se cumplirá el 25 aniversario dentro de un mes, pero la historia de la que puso voz a coplas como La Lirio, La Dolores o La Parrala nunca acaba de contarse del todo. Tenía tantas aristas vitales como baúles. Por eso su maleta de viaje no fue una sino docenas. Unas 60 según algunos, aunque otros elevan la cifra hasta las 170. En sus cuatro décadas de carrera, a la Piquer le gustaba llevarse consigo absolutamente todo. Allí no solo viajaban sus objetos personales sino todo el material técnico y el atrezo de sus artistas. "Además de los suyos, que eran enormes, estaban los de la compañía, que podían llegar a ser setenta -explicó su hija Conchita Márquez Piquer en 2008 a LAS PROVINCIAS-. Y a eso había que añadir los de casa. Se lo llevaba todo: ropa de cama, de mesa..". Sin olvidar dos armatostes de su marido, el torero Antonio Márquez, llenos de aceite de oliva, el canario de doña Concha (Marcelo) y el perro de su hija (Tico). El enorme problema logístico que esto suponía lo solucionaba alquilando una casa-almacén allá donde iba.
El que llevaba a su camerino
Pero el baúl que ahora luce en el escaparate de José Luis es muy especial. Fue uno de los más queridos de la cupletista. Guardaba sus cosas más personales, y se dice que es el que se llevaba siempre al camerino. Su hija Conchita hace referencia a esa intimidad en la carta manuscrita que adjuntó con el arcón donado. "Viajó siempre con mi madre. Está totalmente impregnado de ella...".
La pieza llevaba más de 20 años en una cochera con una sábana encima. Cuando José Luis recibió el paquete, a su mujer no le gustó nada la idea de ponerlo en su casa ya que le recordaba a un ataúd y su madre estaba recién fallecida. Dos décadas más tarde, sus hijos han sido los responsables de que vuelva a ver la luz. "Me dijeron que iban a montar un escaparate que me iba a emocionar pero que era sorpresa". Sólo había salido de casa para funciones de teatro infantil. De una evidente apariencia antigua, mantiene sellos de aduanas, además del nombre de su dueña: Conchita Piquer. Pesará unos 30 kilos. Polo nunca ha pensado en venderlo pero no lo descarta. Algún día le gustaría contactar con la hija de la cantante para decirle que lo tiene y lo cuida como lo que es: una joya.
Su hija Conchita se ha mostrado siempre generosa con quienes han tratado de perpetuar el legado de su madre. A la casa museo donde nació, abierta desde hace 14 años en Valencia, le cedió cuatro de esos baúles. Y el Museo de la Dolores de Calatayud (donde se rodó la película que protagonizó la Piquer en 1939) también exhibe otro. Conchita hija fue a la villa aragonesa a dar un pregón. "Medio en broma le dijimos que nos tenía que regalar uno de los baúles de su madre. Nos envió uno. Es por lo primero que preguntan los 25.000 visitantes anuales", indican desde la asociación cultural La Dolores. En la casa familiar de ende Villacastín (Segovia) están otros 50 baúles. Pero ninguno como el de la familia Polo, piensan ellos.
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