![Rafael Trénor concluye 'El alma del mundo'](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/pre2017/multimedia/noticias/201512/15/media/cortadas/rafael-trenor_1--575x323.jpg)
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Noelia Camacho
Martes, 15 de diciembre 2015, 21:16
Encontrar El alma del mundo no debe de ser una tarea fácil. Al artista valenciano Rafael Trénor le está costando más de veinte años crear la escultura más grande del planeta. Su proyecto, El alma del mundo, nació con una pretensión: construir la obra de arte más impresionante del universo. Una pieza que consistía en configurar un cubo cuyos ocho vértices brotaran de la tierra en distintas partes del mundo. Además, las aristas de estas pirámides triédricas debían concidir con su antípoda.
Un ambicioso proyecto que Trénor está a punto de finalizar con la construcción de sus dos últimos vértices. Los ocho enclaves de El alma del mundo le han llevado a viajar a la Isla del Maíz (Nicaragua); al desierto del Kalahari (Botswuana); a la Tierra del Fuego (Argentina); a Molokaii (Hawai), a Nueva Zelanda; y, más recientemente, a la región de Buriat en Siberia. Los espacios donde ha instalado cada uno de los vértices no han sido elegidos al azar. A través de lo que él llama el buscador del alma del mundo, probó los distintos espacios de tierra donde coincidían los ocho ángulos de ese cubo imaginario que ha introducido en el planeta. De esta forma, cada una de sus esculturas tiene su antípoda en la otra parte del planeta.
Fue en el año 1988 cuando el artista valenciano tuvo la idea de crear la escultura más grande del mundo. En aquel momento estaba inmerso en la configuración de La Esfera armilar, un ambicioso proyecto, que ganó el concurso internacional de ideas para la Exposición Universal de Sevilla (1992), que no se ha llegado a desarrollar. Tras realizar los primeros bocetos e investigaciones en su casa de Menorca, Trénor viajó en 2002 a Molokai (Hawai) para instalar su primer vértice. Tuvo que pedir permiso a la piedra, según las costumbres de los habitantes de la isla, rememora ahora para LAS PROVINCIAS. Después, marchó a Nicaragua en 2006. El vértice de El alma del mundo le condujo al pequeño enclave de la Isla del Maíz. Un parque fue el espacio elegido para situar la escultura. El propio Trénor recuerda la implicación de las autoridades locales para la ubicación de la pieza. Tanto es así, que allí se llama le La Piramita y se ha convertido en uno de los monumentos de obligada visita en la zona.
En 2007, fue el turno del desierto del Kalahari en Botswana. Allí, en mitad de una pequeña montaña que emergía del propio desierto situó la tercera de las esculturas de su proyecto. No dejó pasar mucho el tiempo cuando en 2008 viajó a Wellington en Nueva Zelanda para situar dentro de la montaña de Pyramid Hill la cuarta de las creaciones.
La Tierra del fuego en Argentina le llevó en 2009 a vivir una auténtica odisea. Quería colocar el vértice dentro de una cueva. La brusquedad con la que golpeaba el mar le obligó a cambiar de idea y, finalmente, el quinto vértice emerge de unas rocas en mitad del terreno.
Hace apenas dos meses que el artista regresó de Buriatia (Siberia). Concretamente, Trénor instaló su sexto vértice en la localidad de Bagdarin. Ha sido el único español que ha visitado esta zona de Siberia. Con un traductor ruso, con el que conversaba en inglés, estuvo un mes trabajando en la construcción de la escultura. Tuvo que hacer frente a las dificultades burocráticas. Era necesario un permiso de las autoridades de Moscú para poder instalar la pieza. Un hecho que, para el autor, evidenciaba los impedimentos que el gobierno ponía a su trabajo. Pero Trénor contó con algunos aliados. Entre ellos, los responsables del museo de Bagdarin. En un terreno adyacente, propiedad de la pinacoteca, es donde, finalmente, situó su sexta pirámide triédrica. Es de apenas unos 70 centímetros de amplitud, pero la obra dejó tan encantados a los habitantes de la zona que ellos han decidido salvar las posibles trabas y configurar ellos mismos el vértice de El alma del mundo pero en mayor tamaño. Y pueden hacerlo, porque en cada una de las expediciones artísticas de Trénor él se encarga de mostrarles cómo ha de ser la construcción y los materiales a utilizar. Si algo caracteriza a cada uno de los vértices de este impresionante proyecto es que su construcción está realizada con materia prima de la zona en la que se va a ubicar. Por ejemplo, el más reciente, contiene la gravilla de la roca que conforma la montaña blanca donde, inicialmente, iba a ser instalada la sexta creación. Después llegá el cemento que lo recubre y, por último, se pinta con óxido de hierro. "Es un material muy barato, que le dota de ese color amarillento. Todos los vértices tienen en común que están formados por los materiales autóctonos. Aunque varía su tamaño, dependiendo de las necesidades y requisitos del espacio", cuenta.
El alma del mundo, tras 22 años, está a punto de cerrar el círculo. El siguiente destino es lo que el artista considera el epicentro de este gran proyecto: Finisterre. Trénor ya ha mantenido conversaciones con las autoridades del lugar, un enclave único y lleno de significado, que se ha mostrado dispuesto a acoger el séptimo vértice del cubo. Será, como el lo describe, el lugar más especial de su proyecto.
Si esto no fuera poco, prevé organizar también próximamente la ubicación de la última de las esculturas. El octavo vértice se instalará en la Isla de Cocos (Coco Island), un atolón que pertene a Australia y para el que Trénor baraja distintas opciones. Una de ellas es la más interesante: que la pieza se sitúe bajo el mar. "Siempre había tenido la necesidad de que una de las esculturas naciese del agua. Aunque tengo que estudiarlo", cuenta.
¿Qué es 'El alma del mundo'?
Rafael Trénor (Valencia, 1946) se financia sus propios proyectos. Él contacta con sus guías en cada uno de los lugares. Se rodea de conocidos, amantes de las aventuras y colaboradores locales para construir cada una de las esculturas. Mil y una aventuras se desprenden de cada uno de sus viajes. Se deja llevar por la magia que nace de cualquier inconveniente, dificultad burocrática o conversación mantenida. Pese a que padece serios problemas de espalda, -aliviados recientemente por un chamán de Buriatia-, se muestra enérgico de cara a los dos últimos vértices. "Cuando termino una de las obras me siento con más energía", afirma.
"El alma del mundoes diversidad, es integración. Habla de todos los pueblos, no atiende a ningún tipo de ideología y religión. Es la escultura más grande del mundo pese a que, en comparación con el universo, cada una de las piezas es una miniatura", describe Trénor de un proyecto que ocupa parte de sus pensamientos y de su vocación artística. Se muestra satisfecho de que aquel homenaje al planeta esté a punto de finalizar. "El alma del mundo es arqueología poética", asegura. Además, es la mayor obra artística del planeta. Y tiene firma valenciana, la de Rafael Trénor.
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