noelia camacho
Martes, 2 de febrero 2016, 21:40
«Portes les bragues possades?», le pregunta el director Enrique Belloch a La Margot en el inicio del documental Serio de día, coqueta de noche. «No, llevo pantys», responde socarrón el que está considerado como el transformista valenciano de la Transición. Antonio Campos, o lo que es lo mismo La Margot, es el protagonista absoluto de un proyecto que ahora busca su hueco para llegar a los cines o a la televisión.
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El pasado miércoles se presentó por todo lo alto en La Rambleta. El público volvió a descubrir a un icono de la libertad, que forjó su carrera imitando a la gran Sara Montiel. Pero la Margot fue algo más que una mera cupletista que se inició en el Cabaret de la Petra. Es un ejemplo de superación y, como el Ave Fénix, supo renacer de sus propias cenizas. Enrique Belloch sabía que su historia debía contarse y junto con el columnista de LAS PROVINCIAS, Rafa Marí, se pusieron manos a la obra para llevar a La Margot a la gran pantalla.
Ahora, el cineasta desvela los momentos clave de la vida del artista. Ocho fotogramas en los que no sólo se resume su trayectoria artística, sino también la personal. Plagada de anécdotas, de vivencias únicas, pero también de desencuentros.
La cinta Iba a llamarse Yo soy La Margot. Aunque a ella, como cuenta Belloch, no le hace falta reivindicarse. Una actuación de Campos en La Rambleta fue el punto de partida del documental. Al día siguiente de que tanto Belloch como Marí volvieran a reencontrarse con ella, ya estaban rodando la cinta. «Aquella peluca azul fue el germen del proyecto», confiesa el director de Serio de día, coqueta de noche. La Margot se mostró ilusionada. Ya lo había dicho en algunas ocasiones: su vida bien merecía una película. Así que aquel camerino fue el principio del documental.
Un filme que, inevitablemente, se rueda en el hábitat natural de La Margot: el escenario. Aunque llegó a él por casualidad. Siendo muy joven, rememora Belloch, encontró sobre las tablas el espacio donde mostrar la verdadera personalidad de aquel niño de Bétera que no lo tuvo fácil en su infancia.
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Aquella transformación, que impediría que ya nunca pudiera desligarse a la persona (Antonio Campos) del personaje (La Margot), es la que le convirtió en un icono. «La Margot es sinónimo de libertad», afirma el cineasta. Y no es para menos. Porque la deslenguada Margot hablaba con sinceridad, sin miedos ni censuras. Increpaba al público, que, no obstante, respiraba con su actuación esos nuevos tiempos. No obstante, de ser el transformista de la Transición pasó a unos años en los que no podía ni llenar la nevera. El director cuenta cómo un ictus y una posterior depresión pudieron ser el fin de La Margot. Ella lo cuenta en la cinta. En los malos momentos desaparecieron los amigos. No había actuaciones. «La Margot ha vuelto a nacer como persona y como artista. Hasta le ha cambiado la cara», afirma Benlloch. Y sigue siendo Serio de día, coqueta de noche.
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