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Al compás de Dalí

ISABEL IBÁÑEZ

Miércoles, 20 de abril 2016, 21:34

Dalí admiraba mucho a Harpo, el hermano 'mudo' de los Marx. Por eso creó para él un instrumento surrealista que le envió como obsequio: un arpa hecho con cucharillas cuyas cuerdas eran alambres de espino. El músico y actor le contestó enviándole una foto mientras tocaba con los dedos vendados y una mueca de dolor. Sabiendo que el pintor estaba muy interesado en retratarle, en 1936 Harpo le escribe: «Querido Salvador Dalí: he recibido un telegrama diciendo que usted está interesado en mí como víctima. Emocionado ante la idea. El rodaje actual acabará de aquí a seis semanas. Si viene al Oeste, estaré encantado de ser embadurnado por usted. Tengo una contrapropuesta: ¿Posaría para mí mientras yo poso para usted? Feliz año nuevo de un gran admirador de 'La persistencia de la memoria'». Sus encuentros debieron ser antológicos.

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Ésta es una de las anécdotas recogidas en el libro 'Dalirium Sonic: Dalí, su relación con la música y las estrellas de su tiempo', escrito por el periodista musical catalán Karles Torra. No es una mera recopilación de divertidos 'sucedidos', sino la primera intención seria de acercarse a la faceta más desconocida del artista, la que le relacionó con músicos de todas las corrientes que le adoraban y con los que en muchos casos llegó a trabar una estrecha amistad. El periodista echa por tierra eso de que la música era, de todas las artes, la que menos interesaba a Dalí: «Una afirmación sin fundamento desmentida al hojear los artículos que publicó en los años 20 en la revista 'L'Amic de les Arts', donde decía que: 'Por un solo sonido de los que ha inventado el jazz daría toda la producción en bloque de la literatura oficiosa contemporánea'».

Dalí ya disfrutaba mucho con los grandes compositores, entre ellos su favorito, Erik Satie, el mismo que sonaba en su habitación el día de su muerte. También con Wagner, Falla, Granados... Aunque pronto se convirtió en uno de los primeros aficionados al blues y el jazz en España -era un comprador compulsivo de discos-. Y su amor era correspondido por los músicos. ¿Qué veían en él los grandes jazzmen americanos? Una libertad parecida a la que ellos experimentaban con sus improvisaciones. En 1959, el saxofonista Coleman Hawkins le dedicó un enorme tributo con su álbum 'Dalí'. Claro que también se puede echar un vistazo al pensamiento del gran pianista de jazz Michael Petrucciani, quien se confesaba enamorado del genio de Figueras en una entrevista hecha pública por su médico tras la muerte del músico, en 1999, con 36 años.

¿Y por qué Dalí?

Porque me siento cada vez más próximo a este personaje fuera de lo común. Yo soy desmesurado en la música, como lo era él en la pintura. Dalí representa el color del oro, su bastón es su miembro viril cuando lo mete en el culo de su concubina Gala, con su amor y sinceridad, y su mujer chupa a su vecino o a su novia. Es una de las únicas personas que no mostraban ninguna perversión sexual. Lo que más me impresiona es su libertad sexual; la libertad de los colores, los sonidos y las imágenes. Dalí fue el único 'artista-pintor-músico'. Cuando uno mira sus obras se escucha cómo sale la música por los poros de sus telas».

'Dalirium Sonic'

  • Con este libro, el autor, Karles Torra, ahonda en un tema que apenas había sido abordado hasta ahora; como dice el subtítulo, la relación del pintor con la música y su amistad con las estrellas de la época. La obra nace a partir de dos artículos escritos por Torra en 2014 con motivo del 25 aniversario de su muerte, Dalí y el rock y Dalí y el jazz.

  • Dalí fue musa de cientos de músicos y composiciones, entre ellas la canción Eungenio Salvador Dalí de Mecano, el tema Debaser de los Pixies (inspirado en las imágenes de Un perro andaluz, de Buñuel y Dalí) o el disco homenaje de Jordi Valls a El gran masturbador, la grabación durante una hora de campanas tocando a muertos.

Hablando de sexo, una leyenda urbana sitúa a Cher en la suite del pintor en un hotel de Nueva York, mirando una silla a la que se le había acoplado un vibrador. La incógnita es si la probó, y así lo cuenta ella: «Dalí me invitó a mí, a Francis Coppola y a Sonny a cenar. Fuimos a su apartamento y había una orgía en la habitación de al lado. La gente estaba en diferentes grados de desnudez, pero mayormente vestidos, y hablaban francés como locos. Yo tenía las manos apoyadas en una silla cuando vi algo en el hueco. Era un bonito pez de goma pintado. Tenía un pequeño control remoto, empecé a jugar con él y la colita se movía adelante y atrás. Pensé que era un juguete de niño y le dije a Salvador: 'Es realmente divertido', y él me dijo: 'Es maravilloso cuando te lo colocas en el clítoris'. La habitación explotó». Ella misma negó que siguiera su sugerencia.

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La camisa de Elvis

El artista conoció también a John Lennon y Yoko Ono, justo el día anterior a aquel en el que ambos posaron desnudos en la cama de un hotel. Meses después acudieron a casa del pìntor y tras pasar allí unos días, Lennon propuso a Dalí que durante una semana hicieran propaganda a favor de la paz en un escaparate de una de las principales avenidas de París. El artista aceptó, pero con una condición: debían hacer lo mismo después a favor de la guerra. El Beatle se echó las manos a la cabeza, claro. Y el pintor exclamó, con aquella voz de trueno con la que publicitaba 'Chocolates Lanvín': «Porque como dijo Joan Salvat-Papasseit, 'L'amor y la guerra és la sal de la terra!'.

Elvis Presley tampoco quiso perderse aquella fuerza de la naturaleza y decidió visitarlo. En la despedida, el músico comentó: «He notado que no deja de mirarme la camisa, ¿tanto le gusta? Ante la respuesta afirmativa, Elvis se quitó la camisa, se la entregó y se largó medio desnudo. «Desde aquel momento, el catalán convirtió la prenda en uno de sus fetiches», dice Karles Torra. También coincidió con los Rolling Stones; Mick Jagger le regaló una brillante chaqueta azul liláceo y a Brian Jones le birló la novia: la andrógina Amanda Lear pasó a ser la musa de Dalí durante quince años: «Ella contribuyó a que siguiera introduciéndose en los círculos musicales», aclara el periodista.

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Fue el propio pintor quien envió una solicitud a la oficina de la banda Grateful Dead, para invitar a sus miembros a un aperitivo de 'cadáveres exquisitos' en un hotel de Nueva York. Aquel día, hablando de psicotrópicos con el vocalista, Dalí lanza la frase: «Yo no tomo drogas... ¡Porque yo soy la droga!». La relación entre el grupo y el pintor se fue estrechando de tal modo que en 1972 aconsejó al promotor Joan Illa que los trajera a Granollers «porque son muy amigos míos». Aunque finalmente aquel festival no se produjo.

Pero si hay un músico al que le unió una curiosa amistad es Alice Cooper, famoso por sus temas y sus espectaculares puestas en escena. El libro de Torra recoge el momento en que el catalán asiste a un concierto suyo. «Se ignora si a Dalí le gustó la música, pero lo que le fascinó fueron las serpientes, el montaje visual, la sangre, los números del escenario... 'Apocalíptico, decadente y repulsivo... ¡Me entusiasma!', aseguran que exclamó, e insistió en conocer a aquel músico de quien el genio decía: 'Con Alice Cooper es como si una de mis pinturas tomara vida». Enseguida conectaron y este le hizo dos famosos hologramas y una escultura en yeso de su cerebro, atravesado por un relámpago de chocolate y hormigas. El rockero quiso quedárselo de recuerdo, pero el pintor le contestó: «Ni pensarlo, no tiene precio. ¡Es el cerebro de Alice Cooper!». «Dalí era un extraterrestre que eligió Catalunya para vivir», le definió el cantante después de su muerte.

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