NOELIA CAMACHO
Sábado, 28 de enero 2017, 21:50
«Hace más de veinte años comencé a recopilar notas y recuerdos personales para escribir una biografía con la que mis hijos pudiesen tener una imagen cabal de su abuelo, distinta a la figura en otros libros plagados de inexactitudes. Como mucha gente sigue escribiendo sobre un personaje que ignora, por no haberlo tratado íntimamente, me he decidido, a mis ochenta y tres años, a acometer una empresa que seguramente no hubiese contado con la aprobación de mi padre». Con esta afirmación justifica Libertad Blasco-Ibáñez (Valencia, 1895-1988) la decisión de contar con toda la veracidad que da la cercanía, la verdadera historia de su progenitor, el escritor, periodista y político valenciano Vicente Blasco Ibáñez (Valencia, 1867-Francia, 1928). Era el año 1977 cuando la hija de literato finalizaba una biografía con la que pretendía hacer justicia con la memoria de su padre.
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Cuatro décadas después, el Ayuntamiento de Valencia, con la edición de este texto inédito, inició así los actos que conmemoran el 150 aniversario del nacimiento del autor de 'La Barraca'. Tal día como hoy, en 1928, falleció. Y mañana se celebra el cumpleaños, ya que Blasco Ibáñez nació en Valencia el 29 de enero de 1867.
Pese a que de él, de su figura y de su obra se ha escrito casi todo, Libertad Blasco-Ibáñez Blasco quiso romper mitos, narrar en primera persona y de manera verídica no sólo la historia de su padre sino también la de su familia. «Se han contado tantas anécdotas de mi padre que a veces no he podido dejar de reír, mientras que otras ha sido difícil contener la indignación. Por ellas me 'enteré de que era un aficionado a las cartas, juego que nunca practicó , o me lo hicieron imaginar dueño de una voz aflautada, cuando el suyo era un timbre varonil semejante al de un tenor», confiesa la autora de esta biografía inédita.
Romper mitos y enarbolar la bandera de la veracidad fueron sus motivaciones principales para redactar lo que se ha convertido ya en un texto indispensable. Con motivo de este aniversario y la declaración de 2017 como Año Blasco Ibáñez, LAS PROVINCIAS ha buceado en este manual de cerca de 400 páginas, plagado de citas, anotaciones, versos y fotografías familiares e históricas, para mostrar algunos de esos episodios que arrojan luz a la verdadera existencia de un maestro de las letras y defensor de la libertad.
De manera cronológica, desde su infancia hasta sus últimos años de vida, Libertad desvela aspectos como las disputas de juventud del escritor con su padre, Gaspar Blasco, por temas religiosos. Con quince años, Blasco Ibáñez comenzó a dirigir sus pasos hacia el casino republicano o a Lo Rat Penat. A pesar de tantas obligaciones, su hija cuenta que obtuvo el grado de bachiller en 1882. Tuvo que elegir una carrera, y se decidió por la de marino. Amaba el mar, pero su familia se opuso. Su madre, doña Ramona, no podía permitir que su hijo se ahogara en el océano. Ante las negativas de sus padres, Vicente Blasco Ibáñez cedió y decidió convertirse en abogado.
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Libertad también recuerda en 'Blasco Ibáñez, su vida y su tiempo' el «No puede ser... No puede ser...» que su progenitor exclamó la noche que doña Ramona sufrió un derrame cerebral. Fue el 12 de mayo de 1894. Una fecha marcada en la historia personal y profesional del autor ya que ese día se estrenaba en Valencia la única obra escrita por él para teatro. En el teatro Apolo de la ciudad, los intérpretes Ramona Valdivia y Fernando Díaz de Mendoza iban a poner sobre las tablas el montaje de 'El juez'. Pero Blasco, que había comido con el director de la obra, sólo pudo acudir a su casa de noche. Allí, don Gaspar, su padre, tenía preparado el ataúd para su esposa. Ese día, en el que el literato tuvo «sentimientos antagónicos», según su hija, no pudo salir a recibir el tributo del público por el éxito del espectáculo.
Unos meses más tarde, relata Libertad, el también periodista viviría uno de los hitos de su historia personal y profesional: la fundación del periódico 'El pueblo' el 12 de noviembre de 1894. «Un muchacho que prometía mucho y que profesaba por Vicente un cariño fraternal que persistió hasta la muerte» fue el encargado de dibujar la cabecera del diario. Ese joven era Joaquín Sorolla, amigo personal del autor y el responsable del diseño de una imagen que reproducía a una «gentil labradora valenciana con gorro frigio pregonando el periódico republicano», cuenta Libertad. 'Que vayan todos: pobres y ricos' fue el nombre de uno de los artículos que el autor redactó sobre la guerra de Cuba. Sus ideales en favor de la igualdad de derechos le obligaron a marcharse a Italia. Pese a ese exilio forzado, el libro presenta una instantánea en la que, en Roma, en 1896, se muestra a Blasco rodeado de la familia Benlliure destapando una deliciosa paella.
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Por su parte, en aquella época, cualquiera que defendiera los valores democráticos era, irremediablemente, enviado a la cárcel. Concretamente al penal de San Gregorio. El director de la prisión tuvo la deferencia de tenerlo en la enfermería. Y es más, Blasco Ibáñez. Un gran aficionado a la música, era un «admirador apasionado de Wagner». En aquel momento, el tenor Francisco Viñas interpretaba su ópera favorita 'Lohengrin'. El escritor valenciano, desde su celda, pudo escuchar por teléfono la interpretación del cantante al que apodaba el Caballero del Cisne. «El director de la Compañía de Teléfonos, el señor Perucho, había instalado un aparato telefónico que conectaba la celda que ocupaba Blasco Ibáñez con un escenario donde los tramoyistas sostenían varios auriculares y un empleado de la telefónica se encargaba de nadie pudiera cortar la comunicación», escribe la autora.
El cava Malvarrosa
Libertad Blasco-Ibáñez Blasco cuenta en el libro que el 2 de agosto de 1902 la familia se trasladó pro primera vez a pasar el verano a la Malvarrosa. «La vida que se esperaba tranquila y paradisíaca se fue complicado. Quienes acudían a la casa, se creían con el derecho de quedarse a comer e, incluso, a pernoctar por el simple hecho de haber caminado un kilómetro de playa», afirma de un espacio que «siempre estaba abarrotado de personas ajenas a la familia».
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Malvarrosa también dio nombre al intento fallido del periodista de elaborar cava. «De inmediato se vio dueño de una gran bodega», dice su hija. Se elaboró vino, se llenaron los envases y «cuando se descorcharon las botellas para los amigos, salió un líquido amarillo turbio, poco apetitoso a la visto pero bueno al paladar», narra. Pero, asegura, la cosecha se fue al traste «y Blasco abandonó la aventura, olvidándose de epatar a Codorniu para ocuparse de sus escritos».
Esta, y centenares de anécdotas aparecen en un manual que, quizás, se erige como el más fidedigno sobre la figura del autor. De Vicente Blasco Ibáñez se ha escrito mucho. Y se seguirá haciendo, sobre todo ahora que se conmemora el 150 aniversario de su nacimiento. No obstante, nadie podrá mirarlos con los ojos con los que lo hace Libertad, quien nos muestra a un Vicente Blasco Ibáñez como nunca.
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