IÑAKI ESTEBAN
Domingo, 5 de marzo 2017, 22:13
El director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, empezó a despedirse de la pinacoteca nacional el pasado diciembre cuando informó al patronato sobre su decisión de concluir su etapa como director tras 15 años en el cargo. En estos tres lustros, la gestión de Zugaza ha sido calificada desde muchos ámbitos como intachable. Culminó la ampliación de Moneo y marcó hitos como la reciente exposición del Bosco, la más visitada en la historia del museo.
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El director del Prado cree que ahora se abre una nueva etapa para el museo llena de buenas expectativas, con el horizonte puesto en su bicentenario y en la culminación del Campus del Museo del Prado con la incorporación del Salón de Reinos. Serán los arquitectos Norman Foster y Carlos Rubio los encargados de esta segunda ampliación. Y será el valenciano Miguel Falomir, hasta ahora director adjunto de Conservación e Investigación, quien afronte los retos de la pinacoteca.
En sus quince años en el Prado, ¿se ha sentido presionado por lograr cifras de visitantes?
Los museos son generadores de buena economía y de buen empleo. Es un sector que va a prosperar. Sacar al museo de esa responsabilidad sería ir contra él. Otra cosa es que la visión economicista y utilitaria domine sobre su misión intelectual. Nunca de debería ceder ante esa tentación.
¿Ha programado alguna vez una exposición porque esperaba una gran asistencia de público?
Sincera y rotundamente, no. Hemos programado por calidad, porque tenía sentido, porque era lo que el museo estaba desarrollando e investigando. Pensábamos que eso, por qué no, podía interesar a la gente. Programar de otra manera sería un mal síntoma. Al final la obsesión por las audiencias termina consumiendo las energías del museo.
Cuando pasa por la puerta del Prado y ve una cola de un kilómetro para entrar, ¿qué siente?
Me siento mal porque esa gente no tendría que esperar en la calle y debería estar disfrutando de los cuadros. Normalmente no suele haber esas colas ¿no? Hay que cuidar a los diferentes tipos de públicos y conectar el legado del pasado con las inquietudes y necesidades del presente. Tenemos que ser contemporáneos aunque expongamos la pintura de hace unos siglos.
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¿Era Miguel Falomir, la persona que le sucederá en la dirección, su candidato preferido?
El perfil de gestor, que en cierto modo he encarnado, era el idóneo para arreglar ciertas cosas, para organizar el desorden que me encontré al llegar. Eso ya está hecho. Falomir tiene la ambición como historiador del arte para poner el Prado a la vanguardia de los museos internacionales. Y espero que también siga colaborando con el Bellas Artes, claro.
¿Tuvo ganas de dimitir cuando el Estado bajó la asignación del museo de los 24 a los 11 millones?
He presentado mi dimisión muchas veces, pero no en esa situación. No era el momento. Había que remangarse. Lo hizo toda la plantilla. Asumió los sacrificios, aceptó que había que abrir los siete días de la semana y el lunes se ha convertido en un día que aporta mucho a las cuentas. Cuando peor lo estábamos pasando, más apoyo sentimos, de los 34.000 amigos del museo, de los benefactores... Afloró un cariño hacia el Prado y una comunidad en torno a él que es una de las cosas más emocionantes que me llevo de estos quince años.
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Según la versión oficiosa, se va porque tiene una mala relación con el presidente del patronato, José Pedro Pérez-Llorca, en parte por su deseo de llevar el 'Guernica' al Prado. ¿Verdadero o falso?
Completamente falso. Mi relación con José Pedro Pérez-Llorca ha sido estupenda y nunca he hablado con él del 'Guernica'. En este país, necesitas salir de un puesto así con un gran hematoma. Si no, hay gente que no se explica las cosas. Me voy después de una reflexión madura. Aparte de las razones familiares, he hecho ya mi contribución al Prado y cuando pasó por delante la oportunidad del Bellas Artes pensé que podía hacer algo positivo. Y no hay más.
¿Son las fronteras un concepto ajeno al arte?
Una colección como la del Prado no cabe en el concepto de lo nacional. Los grandes artistas del Siglo de Oro, empezando por Velázquez, viajaban a Italia o a otros sitios para aprender. Nuestros museos tienen un carácter cosmopolita y ya no pueden funcionar como galerías nacionales, como símbolo del orgullo patrio. Su misión universal ha ido creciendo frente a la visión más cerrada, más nacionalista. Y ese el camino que deben seguir.
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Ahora los discursos sociales y políticos subrayan la diferencia, más que lo común.
Los museos han vivido ajenos a lo que se estaba debatiendo en la sociedad y tienen que jugar un papel ético porque son la manifestación de una serie de valores universales, artísticos, históricos, sociales, contrarios a las tendencias disgregadoras del presente. Si sólo pensamos en los museos como instituciones dentro de un sistema económico, turístico, etcétera, no podemos ejercer esa misión. Ser conscientes de nuestra identidad y función cultural y educativa resulta básico.
¿Cuando tiene previsto llegar al Bellas Artes de Bilbao?
El Consejo de Ministros aprobará el nombramiento de Falomir el 17 de marzo. Yo vendré enseguida, para finales de mes. Este año me quedo sin vacaciones de Semana Santa.
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