

Secciones
Servicios
Destacamos
LAURA FERNÁNDEZ
Viernes, 21 de abril 2017, 23:27
La última aparición de Pepe Carvalho, el detective canalla de Manuel Vázquez Montalbán, que de vez en cuando quema alguno de sus libros favoritos en la chimenea y que quiere y no quiere a Charo, la prostituta con la que mantiene una relación dolorosa e intermitente, tuvo lugar en el segundo tomo de 'Milenio', subtitulado 'En las antípodas'. La aventura, el caso, llevó al sabueso, y a su fiel escudero Biscuter, a Bangkok -casualmente, la ciudad en cuyo aeropuerto murió su autor-, y hasta la fecha se tenía por el desenlace inesperado de la andadura del detective. Pero el acuerdo al que llegaron los herederos de Montalbán con el escritor Carlos Zanón para rescatarlo del olvido, traerá de vuelta a mediados del año próximo al protagonista de 'Tatuaje', en una novela que el autor barcelonés afronta, dice, con «espíritu aventurero». «La encaro de forma distinta a como hago con las que suelo escribir porque nunca he hecho un policial», confiesa, y se apresura a añadir: «Quiero hacer un buen libro y dejar el Cadillac aparcado después sin muchos desperfectos. Y que el conductor, moi, salga vivo, claro». Lo que le gusta del personaje es «que daba hostias a todo el espectro social. Que apostara por la ternura y la lealtad más que los aspavientos de la pornografía emocional, ciudadana y patriótica. Y su cinismo de bodega de la esquina. En realidad, quiero descubrir qué puedo aportar yo a todo eso. Aún no lo sé».
Heredera natural
El caso de Victoria González Torralba es distinto. Acaba de publicar 'Llámame Méndez' (Planeta), una precuela a la serie del inspector Ricardo Méndez, el inspector con corazón de izquierdas y maneras de derechas que creó su padre, Francisco González Ledesma, el entrenado en 'bolsilibros' de Silver Kane. «Jamás pensé que escribiría una novela negra y mucho menos que sería una novela de Méndez, ¡ni siquiera me ha caído nunca demasiado bien!», asegura. Entonces, ¿por qué lo hizo? «Había hablado con mi padre, antes incluso de que enfermara, de que sería interesante descubrir por qué Méndez era como era, por qué tenía ese corazón de izquierdas y por qué sin embargo parecía un inspector de vieja escuela, franquista», contesta. Así que llegó un día en que se puso manos a la obra. «Supongo que es lo normal, es lógico que los personajes no mueran, que regresen. Es una consecuencia del 'boom' del 'noir'. Los lectores siempre van a querer más de ese personaje, y si hay una manera de perpetuarlo, ¿por qué no hacerlo? Puede no gustarte el McDonald's, pero cuando estás en un lugar que no conoces y se te presenta como opción, siempre lo preferirás a cualquier otra cosa que no conozcas. Porque sabes lo que te vas a encontrar. Lo mismo pasa con los personajes», argumenta.
En su caso, dice sentirse «la heredera natural» de su padre, que siempre la llamó 'la escritora', y en ese sentido, «con autorización moral» para hacer lo que ha hecho. Pero también asegura que no volverá a hacerlo. «Lo que había que hacer ya está hecho. Volver a la época en la que Méndez tenía 17 años y contar cómo fue que se convirtió en el Méndez que todos conocemos. El final ya lo conocemos, porque quedó bastante claro en la última novela de mi padre -novela que ella le ayudó a completar- cómo acabó la cosa, así que no, no creo que haya ningún otro Méndez», asegura. Aunque nunca se sabe.
¿Y qué hay del estilo? ¿Intentó seguir los pasos de Ledesma? «Mi padre y yo teníamos mucha complicidad;de alguna manera éramos muy iguales, el mismo sentido del humor, la misma visión del mundo, pero no he intentado para nada imitarle, he intentado llevar a Méndez a mi terreno», contesta. Eso mismo hizo John Banville cuando se atrevió a insuflarle a Philip Marlowe, el más clásico -y desternillante, por sarcástico- de todos los detectives literarios, un último aliento en 'La rubia de los ojos negros' (Alfaguara). «Ni siquiera releí las novelas de Marlowe. Simplemente me dejé llevar», aseguró Banville (en realidad, Benjamin, Benjamin Black, su alias 'noir'), entonces. «Me divirtió hacerlo y estoy en un momento en el que me puedo permitir asumir riesgos», dijo también.
Zanón, por su parte, está en ello. Pero tiene claro que no piensa seguir los pasos de nadie. «Creo que la manera de sacar esto adelante puede ser no tratando de escribir como Manuel Vázquez Montalbán sino como escribe uno, como mira, con los temas que le importan a uno». La primera novela de Carvalho que leyó fue 'Los mares del sur'. «Me la prestó un amigo. Iría al instituto. Lo que me quedó de su lectura fue que era una novela escrita desde un punto de vista novedoso para mí, el rollo de clase. De toda la novela me llevé a esa currita de la Seat preñada de un Gauguin abollado, a las seis de la mañana, esperando el bus que la llevase a la fábrica», recuerda. ¿Y qué opina él de que los personajes no mueran, de que vuelvan? «No lo sé. Es un tema que las dos opiniones, a favor y en contra, tienen sus argumentos. Es cierto que a todos nos hubiera gustado que Simenon hubiera escrito más Maigret o que los Beatles no se hubieran separado en 1970. Buscamos restos de la grandeza. Pero creo que esto es otra cosa. Hay personajes icónicos que trascienden las aventuras, las tramas. Jugar en ese tablero no es reescribir la Biblia o interferir en una obra cerrada. Es reencontrarte a un viejo amigo o amiga con otra pareja y otro estilo de vida», dice.
Sophie Hannah, la nueva Agatha Christie, también optó por partir de cero cuando se le encargó resucitar a Hércules Poirot. Creó un nuevo inspector, Edward Catchpool, que trabaja para Scotland Yard, y que le permite un punto de vista propio sobre el celebérrimo e inquieto sabueso bigotudo. Hannah, fan de Agatha Christie desde que tiene uso de razón -«a los 14 años ya tenía todos sus libros», confesó en una ocasión-, no cree estar cometiendo «ningún sacrilegio» por haber traído de vuelta a Poirot -ya en dos ocasiones: 'Los crímenes del monograma' y 'Ataúd cerrado'-, y admite haber llegado a plantearse resucitar también a Miss Marple. «Me encantaría, pero creo que no debo ser yo quien lo haga, yo tengo suficiente con Poirot», dice. Zanón insiste en que lo que importa es el atrevimiento, que la del autor es una guerra que nunca debe darse por perdida, y que la ficción merece más de lo que tiene. «Salvando todas las distancias y sin comparar nada ni a nadie, ¿qué sería del personaje de Batman sin las aportaciones de artistas de personalidad en cómic o cine? Batman era un superhéroe pringado y mira ahora. ¿Tú no irías al cine a ver un Indiana Jones con guión de Tarantino? Hay que devolver al arte el componente del juego, la trasgresión, el error. ¿Qué pasa si la cago con Carvalho? Nada. Pero yo me habré demostrado que puedo ser Roberto Baggio y tirar el penalti. La creación es una guerra contra ti mismo: qué puedes, a qué te atreves, cómo haces del error algo personal. Y que se joda Beethoven»,
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Conservas Nuevo Libe, Mejor Anchoa 2025
El Diario Montañés
Circula sin dos ruedas, en sentido contrario y triplica la tasa de alcohol
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.