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Escena de la adaptación teatral de 'La casa de los espíritus'. LP

La adaptación teatral de 'La casa de los espíritus', misión posible en Sagunt a Escena

El tratamiento del texto por Ana María Ricart y la dirección de Carmen Portaceli ofrecieron un trabajo sobresaliente sobre las tablas del teatro romano

JOSÉ VICENTE PEiRÓ

VALENCIA

Sábado, 21 de agosto 2021, 00:27

Ficha técnica

A priori, parecería una misión imposible llevar a las tablas una novela tan extensa, conocida y rica como 'La casa de los espíritus' (1982) de la escritora chilena Isabel Allende, considerada por muchos críticos como la última gran obra del realismo mágico hispanoamericano. De hecho, la síntesis de la densa saga de la familia Trueba – Del Valle en la versión cinematográfica estadounidense decepcionó a un sector de lectores por cierta superficialidad.

La adaptación teatral de Ana Maria Ricart mejora las expectativas y elimina las reticencias desde el arranque fulgurante con la tortura de Alba y el flash-back que estructura la obra. La sintetiza sin perder un ápice de su historia ni sus anchos significados. Construye con maestría a lo largo de casi tres horas y media el balanceo temporal y espacial y la fragmentación del discurso de las cuatro generaciones representadas por las mujeres Del Valle, Nívea, Clara, Blanca y Alba, nombres simbólicos de su pureza y su coherencia sobre las que gravita la figura de Esteban Trueba, patrón y patriarca.

Ricart y Carme Portaceli, también directora, dan fortaleza escénica al laberinto de la novela creando una dramaturgia con ritmo que deja diáfanos los detalles. Vemos lo descarnado, las costumbres conservadoras presentes en la historia de Chile y el dominio de las ideologías derechistas, el machismo dominante sin caer en lugares comunes, desterrando maniqueísmos, aunque el espectador se pone del lado de lo justo. La política y las mentalidades enlazan con lo sobrenatural, lo premonitorio, sin perder de vista las relaciones y lo emocional, buscando una razón humana y viendo la muerte como algo natural. No falta lo chileno con fidelidad, las hormigas y las comadrejas, modismos como el uso del «usted» en lugar del tuteo, y la perrera terrible.

Es una de las mejores direcciones de Portaceli. Mágica con la oblicuidad de la historia, la irrupción de lo fantástico en la realidad y el manejo de los actores. Los personajes entran y salen con la presencia permanente del patriarca Esteban. Destaca la ambientación, el movimiento excelentemente construido por Ferran Carvajal, la sucesión de diálogos de situaciones en paralelo o apuntes de terceros personajes, las acciones simultáneas y una ruta donde se subraya la incidencia de la política en la vida corriente de los personajes. No faltan los toques irónicos, aunque sea exagerado mostrar el yanqui como un Capitán América, por gusto popular.

Soberbios los actores, tanto los tres con un personaje, Alba, Esteban y Clara, como el resto doblando papeles hasta la extenuación con cambios vertiginosos de vestuario. Francesc Garrido da un recital como Esteban: creíble con su tono personal maleable, duro e inflexible pero también humano y vulnerable. Carmen Conesa es Clara, y muestra su habilidad incluso física con la larga cola de su vestido blanco. Brilla con la misma luz Gabriela Flores como Férula y Tránsito, la prostituta pieza clave en el desenlace. Perfectos, con matizados cambios de registro y entregados a sus diversos personajes Inma Cuevas, Guillermo Serrano, Borja Luna, David Fernández «Fabu», Jordi Collet y Pilar Matas. Y Miranda Gas, deliciosa y convincente como Alba.

Una escenografía al servicio de los intérpretes con tres pantallas y sillas de Paco Azorín da mucho juego en momentos violentos como los terremotos o el golpe militar. Sensacional el vestuario de Carlota Ferrer, con detalles muy cuidados en los vestidos indígenas, y marcado por el fantasmal vestido blanco de cola de Clara. Con una iluminación de David Picazo, uno de los mejores, y un magnífico diseño de vídeo de Miquel Àngel Raió, sobre todo en las imágenes fractales.

Un trabajo sobresaliente ni siquiera empañado por algún momento de lluvia ni el comienzo con luz natural para salvar el toque de queda, descompensando los primeros minutos con la potencia de la iluminación en la oscuridad del resto. Un montaje que engrandece el festival Sagunt a Escena, al que agradecemos la valentía de programarlo. Gusta incluso a quienes no creen que una novela original se pueda mejorar.

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