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Cambio de tercio. Hablemos de tu libro, 'El monstruo español', sobre el dictador Macías, el primer presidente de Guinea Ecuatorial. Aunque está centrado en el personaje hay un pasaje que creo esencial para entender qué ocurrió en lo que entonces eran provincias de España (Río Muni y Fernando Poo): «La presencia española en el Golfo de Guinea era una versión casi cómica respecto a sus competidores, un vodevil colonial».
–Nunca nos creímos esa colonia, nunca le pusimos suficiente empeño institucional. Guinea pilló al franquismo en una época decadente, aunque la retórica seguía siendo imperial, no tenía la convicción ni los recursos como para emplearse a fondo.
–En el lado positivo, ¿podríamos decir que no cometimos tantas barbaridades como otras potencias? Como Bélgica en el Congo, por poner un ejemplo.
–Exacto. Todo el proceso de independencia se llevó con cierta pasividad, indiferencia y hasta tolerancia. Es verdad que como nuestra presencia allí no había sido muy confrontacional, no se generó un movimiento independentista fuerte y violento. La independencia no se produjo como fruto de una presión interna, fuerte y violenta, de parte de los guineanos, sino más bien por la presión internacional.
–Hay una circunstancia curiosísima y es que en plena dictadura de Franco, en Guinea se aprueba una especie de autonomía, una Constitución, y luego se hacen unas elecciones libres, o aparentemente libres.
–Libres, libres. Una Constitución democrática que permitía la actividad de todos los partidos políticos. Me contaba Martín Villa, que cuando le hizo ver a su ministro que era López Brav y López Bravo a Franco, oiga, ¿el Caudillo es consciente de que estamos aprobando una Constitución para Guinea que autoriza la actividad de todos los partidos políticos? Que entonces un anatema en España. Bueno, pues en Guinea se aprobó la Constitución, luego hubo un referéndum y unas elecciones con observadores internacionales, de la ONU y de la OUA, que en El Pardo se vería como una cosa de revolucionarios africanos, un nido de comunistas. Fíjate si se hizo con garantías que el que ganó era el único al que no apoyaba España.
–Hay un personaje clave en toda esta historia que es Antonio García Trevijano.
–El gran apoyo de Macías. Fue el que se lo inventó. Vio que era moldeable, que se le podía convertir en un nacionalista africano, y lo convirtió en presidente. Trevijano es uno de los responsables de la creación de la Junta Democrática, que fue un instrumento fundamental en la Transición. Una de las razones por las que la izquierda nunca prestó atención a Guinea y a los abusos terribles de derechos humanos que se cometían es porque Macías estaba bajo el amparo de esta figura que fungía como un republicano de izquierda. El único que le plantó cara fue Felipe González.
–Porque, en efecto, y por eso el título del libro Macías era un monstruo, un criminal...
–Era un criminal, era un español, nuestro hijo de puta, nuestro Idi Amin. Creemos que este tipo de productos era de otros países pero el nuestro era igual. Lo formamos nosotros por completo,fue un funcionario de la colonia española y toda su referencia política era Franco y el régimen español.
–El cierre del libro es literariamente redondo pero muy inquietante. «Macías vive». En la figura de su sobrino.
–Claro, es que el golpe contra Macías lo da un sobrino, Teodoro Obiang Nguema, de su misma sangre, de su mismo pueblo. Y construye un régimen exactamente igual que el de su tío, quizás sin los grados de brutalidad que se exponen en el libro, de primitivismo, con más sofisticación, si quieres. Esta familia no guarda el dinero en la bañera, como Macías, lo guarda en Suiza, y se compra casas en el extranjero, incluso en España.
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